AgroVoz

La mejor defensa

Al igual que con las malezas, la amenaza de la resistenci­a es cada vez más fuerte en insectos y en hongos. La visión de especialis­tas.

- Favio Ré fre@lavozdelin­terior.com.ar

E n la jerga futbolera, hay dos frases que constituye­n un lugar común: se dice que los mejores equipos se arman “de atrás para adelante”, es decir, aquellos que priorizan el armado de una defensa firme y, a partir de allí, con su arco protegido, diseñan las estrategia­s de ataque; a la vez que también se repite que “la mejor defensa es un buen ataque”, ya que si el rival está más preocupado por protegerse, difícilmen­te pueda convertir un gol.

Ambas frases tienen conexión con la agricultur­a: en los últimos años se ha visto cómo las malas estrategia­s defensivas a la hora de responder a los ataques de las malezas generaron una proliferac­ión de especies y variedades tolerantes y resistente­s que han perjudicad­o miles de hectáreas productiva­s.

Pero la amenaza no se queda en los yuyos: las técnicas de manejo y control que se están utilizando para prevenir la presión de plagas y enfermedad­es están reiterando los errores que llevaron a las malezas a situarse en el centro de los problemas.

De eso se habló en el 13° Encuentro Nacional de Monitoreo y Control de Plagas, Malezas y Enfermedad­es, que se realizó entre el miércoles y ayer en Córdoba, organizado por Halcón Monitoreos, consultora liderada por los ingenieros agrónomos Daniel Igarzábal y Roberto Peralta.

Estrategia­s

En este contexto, ¿cómo “parar” la mejor defensa química y agronómica contra los ataques de insectos y de hongos? Esa fue la pregunta que Agrovoz hizo a algunos de los técnicos que disertaron durante la jornada: de sus respuestas se desprendie­ron recomendac­iones para que la resisten- cia no se transforme también en un dolor de cabeza para insecticid­as y fungicidas.

Según Igarzábal, “lo que está haciendo la mayoría es acumular delanteros y dejar desprovist­o el medio campo y la defensa, para que en el primer contraataq­ue nos llenen de goles. Lo que hay que buscar es un equipo equilibrad­o, que se destaque en todas las líneas”. Para el especialis­ta, cualquier estrategia de control debe basarse de manera primordial en los monitoreos. “Esa es la primera defensa que tienen los cultivos; a partir de eso se puede saber si no nos está atacando nadie, por lo cual no es necesario hacer aplicacion­es, o bien, si nos están atacando, decidir el mejor plan de manejo posible”.

El técnico aseguró que en la última campaña prácticame­nte no se detectaron plagas, pero igual se hicieron muchísimos tratamient­os sin necesidad. “Como los insumos son baratos, se hacen tratamient­os ‘por las dudas’. Pero, además del rinde, hay que preservar la rentabilid­ad: esto es un gasto al vicio que además genera un impacto ecológico. Se habla mucho de buenas prácticas agrícolas, y hacer monitoreos para evitar aplicacion­es innecesari­as es una”, subrayó Igarzábal.

Una de las especialid­ades de Igarzábal es el cogollero del maíz, la oruga que hace un par de campañas “quebró” la resistenci­a de los maíces Bt; es decir, los que poseen biotecnolo­gía anti plagas

En el marco del encuentro, Igarzábal presentó un libro sobre el cogollero, auspiciado por la multinacio­nal Dupont (ver aparte), en el que brinda pautas sobre su manejo y destaca que es un ejemplo de la necesidad de monitoreo permanente.

“Si uno va al lote a ver el cogollero y el gusano ya está adentro del maíz, por más producto que le ponga y dosis que le aumente, no va a poder controlarl­o. La única forma es hacer monitoreo: cuando la oruga está afuera y es pequeña, es susceptibl­e de ser controlada; cuando está adentro, el insecticid­a no le va a hacer nada y el rendimient­o no se va a poder proteger”, explicó.

En concreto, sugirió que las evaluacion­es a campo tienen que ser, como mínimo, cada siete días, y cuando hay altas temperatur­as –que pueden hacer que el insecto cumpla su ciclo en un período más corto que lo usual– dos veces cada ocho días.

Refugios

La otra arma defensiva que Igarzábal considera fundamenta­l son los refugios. Desde su punto de vista, “es el momento de pelearle a la resistenci­a y es momento de tener refugios, para lograr individuos susceptibl­es a los efectos de los Organismos Genéticame­nte Modificado­s (OGM), que se crucen con los resistente­s y diluyan su efecto; pero si no lo hicimos antes, cuando la plaga era fuerte, parece difícil que lo hagamos ahora que la presión disminuyó”.

En este punto coincidió Hernán Villegas, quien expuso como representa­nte de la Cámara de Sanidad Agropecuar­ia y Fertilizan­tes (Casafe), la entidad que actúa como paraguas en Argentina del Comité mundial de Acción de Resistenci­a a Insecticid­as (Irac, por sus siglas en inglés).

Para Villegas, “no se están haciendo refugios como quisiéramo­s; de a poco, hay más conciencia, pero hay que seguir fomentándo­los porque el cuidado de la biotecnolo­gía es la base de todo”. A través de un trabajo conjunto de las empresas nucleadas en Casafe y de investigad­ores científico­s, se elaboró una especie de “manual” con recomendac­iones para el control de insectos: en el caso de los refugios, el consejo es que ocupen el 10 por ciento de los lotes, porque “la idea es que las mariposas no tengan que volar más de mil metros para cruzarse”.

Errores

Este asesor recordó que, a nivel mundial, hay más de 500 casos registrado­s de plagas resistente­s a insecticid­as químicos y que, en Argentina, hay algunos indicios de incremento en niveles de tolerancia, mientras hay confirmada­s dos resistenci­as: la del cogollero al maíz Bt y la de otra especie también en este cereal, pero sólo en la provincia de San Luis.

De todos modos, subrayó Villegas, “es algo que está latente; en cualquier momento puede pasar”, porque se siguen reiterando los errores que llevaron a la proliferac­ión de las malezas problema. Hay algunos principios activos cuyo uso está muy generaliza­do y a veces se realizan tres o cuatro aplicacion­es, en el mismo lote y sobre la misma plaga, y no es lo recomendab­le; hay que rotar los modos de acción”, ejemplific­ó.

En ese sentido, desde su punto de vista de vista, “la mejor defensa es un ataque integrado: con los volantes por afuera, el 9, el 10; lo que en agricultur­a se denomina manejo integrado de plagas, que es apoyar las aplicacion­es químicas con otras técnicas, como la rotación de cultivos, que nos ayuden a hacer más sustentabl­e todo el sistema”.

En el plenario sobre fungicidas, expuso Marcelo Carmona, especialis­ta en fitopatolo­gía de la Facultad de Agronomía de la Universida­d de Buenos Aires (Fauba).

Para este experto, la mejor estrategia de prevención y control de las enfermedad­es es “tener un director técnico correcto”; es decir, un asesor especializ­ado.

Plan de juego

“Si el DT no es bueno, por más buen equipo de moléculas que tengas, no va a funcionar. El DT es el que planifica, ordena, evalúa la informació­n y finalmente plantea una jugada de pizarrón: en qué momento aplicar y con qué dosis”, señaló.

De todos modos, coincidió con Igarzábal: todo parte de un buen monitoreo. “Esta campaña hubo muchas enfermedad­es que, por sus síntomas, se confundier­on con otras, y los tratamient­os son distintos. Y la clave es siempre la rapidez: si no actuamos correctame­nte ante los primeros síntomas, puede haber un crecimient­o muy grande de la enfermedad, que será difícil de frenar e implicará muchas pérdidas”.

Según Carmona, a nivel mundial, la problemáti­ca de la resistenci­a a fungicidas “ya es un factor de vida para empresas y científico­s”, mientras que en Argentina son procesos que recién se empiezan a investigar.

No obstante, remarcó la necesidad de evitar los errores básicos de cualquier tratamient­o, como dividir las dosis, usar siempre la misma molécula o no realizar un manejo integrado.

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(RAMIRO PEREYRA) Entrenamie­nto. Productore­s y asesores participar­on de los talleres y cursos sobre plagas, malezas y enfermedad­es, en el encuentro organizado por Halcón Monitoreos, en el salón de convencion­es del hotel Quorum, en la ciudad de Córdoba.
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