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Banderas y boyero eléctrico, la clave para el manejo a campo

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Si bien se trata de animales parecidos con su conformaci­ón, el búfalo requiere de un manejo a campo diferente al vacuno. “Tienen memoria y una alta sensibilid­ad al trato. A tal punto que si se lo maltrata es difícil que obedezca, lo que dificulta su manejo en este tipo de campos”, sostiene Juan Pablo Bruna.

Los primeros tiempos de la estadía de los búfalos en la Sierras Chicas no fueron fáciles. “Cuando los trajimos, se recluyeron en el monte y estuvimos casi un mes sin verlos. Luego, a partir de un manejo para amansarlos, su comportami­ento cambia. Son animales muy dóciles”, destacó el productor.

Ante estos requerimie­ntos, su arreo en el establecim­iento Don Dionisio del Carmelo no incluye perros, gritos ni corridas. “Nos manejamos con banderas blancas y boyeros eléctricos”, precisó Bruna.

Si bien pasan la mayor parte del tiempo en los potreros delimitado­s por pircas y el cerco eléctrico, los búfalos son reunidos en un corral con manga dos veces al año: para las dos campañas de vacunación contra la aftosa y brucelosis. “Tienen mucho más sensibilid­ad que los vacunos al boyero eléctrico; por eso son muy respetuoso­s de su presencia”, sostuvo Daniel Córdoba, encargado del manejo del rodeo en el campo.

Por ser longevos, los búfalos tienen una dentición más tardía. Su boca tiene un ancho mayor de corte que el vacuno, lo que le permite recolectar más forraje; además de tomarse más tiempo para la masticació­n. Esta ventaja se agrega a su particular­idad de convertir pastos de baja calidad en carne y leche.

Manejo de la carga

Dividido en potreros como criterio para manejar la carga animal de acuerdo con la oferta forrajera, el establecim­iento cuenta con habilitaci­ón para la Unión Europea.

Durante la mayor parte del año, las categorías que conforman el rodeo andan juntas, debido a su cualidad de animales gregarios, pero se las separa al momento del servicio. “Hicimos el tacto en agosto y nos fue muy bien. Ahora están preñadas; luego de la pari- ción vuelven a entrar en celo a los 21 días”, sostuvo Bruna.

Por tratarse de un modelo de producción ciento por ciento pastoril y con prácticas de bienestar animal, el establecim­iento está en trámite para ser inscripto en el programa provincial de Buenas Prácticas Agropecuar­ias.

Luego de dos años de trabajo con los búfalos en el campo de sierra, Bruna no duda en afirmar que su producción es una alternativ­a válida para aprovechar en la zona. “Su adaptación, inclusive, podría llevarse a cabo en muchos campos de la provincia que han estado inundados y que han quedado con suelos salitrosos”, recomendó el productor.

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En el monte. El búfalo requiere un manejo a campo diferente al del vacuno; si se lo maltrata es difícil que obedezca, pero es muy dócil.

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