El monte engorda
En un manejo con pasturas implantadas y ensilados, al pie de la sierra se puede llegar a producir hasta 100 kilos de carne más por hectárea.
Aunque se lanzó durante el kirchnerismo y tanto su diagnóstico como sus metas fueron cuestionados por las entidades agropecuarias, Argentina tiene vigente un Plan Estratégico Alimentario 2020 que, entre sus objetivos, busca llegar a año con una producción de carne vacuna de 3,5 millones de toneladas. Esto es, 25 por ciento más que las 2,8 millones de toneladas con las que cerrará el este ejercicio, tanto para abastecer un mayor consumo interno como para convertir al país en “supermercado del mundo”.
Producir más carne significa producir más bovinos, y tales fines no pueden ser desconectados de una realidad insoslayable del mapa productivo argentino, que tiene a los bosques nativos como una de las principales “fábricas” de novillos y vaquillonas.
“En Argentina se produce carne en bosques nativos en todo el país”, resumió, sin vueltas, Pablo Peri, investigador de la Universidad Nacional de la Patagonia Austral y del Inta Santa Cruz, que fue uno de los disertantes de la jornada “Producción animal en sistemas agro-silvo pastoriles”, realizada durante el 40° Congreso Argentino de Producción Animal que se realizó en la Ciudad Universitaria de Córdoba entre el lunes y ayer.
Peri es uno de los técnicos que participó en la elaboración de las siete pautas acordadas por los ministerios de Agroindustria, y de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación, para permitir planes de Manejo de Bosques con Ganadería Integrada (MBGI).
Según el especialista de la Patagonia, “los modelos silvopastoriles no sólo brindan servicios de producción ganadera, sino también ecosistémicos”. Entre los puntos salientes de las pautas para el MBGI; por ejemplo, se incluye la obligación de dejar un 10 por ciento del predio libre de intervenciones, para la conservación de la biodiversidad; pero también la posibilidad de deforestar hasta 10 por ciento de la superficie para incluir un “banco forrajero”, en el que se produzcan solo pasturas.
Pasturas productivas
El lema elegido por la Asociación Argentina de Producción Animal (Aapa) para su Congreso de este año fue “Ciencia y Tecnología, pilares del desarrollo ganadero sustentable”. Bajo ese paraguas, el ingeniero agrónomo Horacio Valdez, de la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la Universidad Nacional de Córdoba (FCA-UNC), fue el encargado de exhibir un caso testigo de cómo mejora la producción de carnes, en un monte ubicado en pie de sierra, con un pastoreo dirigido y controlado, en comparación con un planteo en el que se deje el predio tal como está.
En concreto, se partió de un modelos inicial del predio dividido en sólo cuatro lotes (S1) y con dos manejos: T1 (sólo pastizales 100 por ciento naturales) y T2 (70 por ciento naturales y 30 pasturas implantadas); a intensificar la estrategia productiva con una subdivisión en 25 lotes (S3) y un tercer manejo: T3 (70 por ciento naturales, 23 implantadas y 7 forrajes picados). En ambos modelos se compararon los resultados con dos regímenes de lluvias diferentes: 800 o 600 milímetros en el año.
LOS MODELOS SILVOPASTORILES BRINDAN TANTO SERVICIOS GANADEROS COMO ECOSISTÉMICOS. Pablo Peri, del Inta Santa Cruz y la Universidad de la Patagonia Austral
En el planteo S1, una producción de carne de entre 16 y 9 kilos por hectárea, en función del caudal de lluvias, pasó a entre 41 y 26 kilos sólo al incorporar 30 por ciento de pasturas implantadas; es decir, un incremento de entre 156 y 188 por ciento. Pero el salto productivo se dio con un manejo intensivo: con mayor cantidad de lotes, la estrategia T2 arrojó 86 y 57 kilos por hectárea, 437 y 533 por ciento más que el escenario base; incorporando silo, se llegó a 110 y 79 kilos, lo que significa entre 587 y 777 por ciento por encima de un planteo sin intervenciones. La diferencia entre las dos puntas (S1, T1 y S2,T3) llega hasta casi 100 kilos por hectárea.
Para Valdez, un dato relevante es la mayor eficiencia en el uso de agua a medida que se intensifica el modelo: en el escenario base, la producción cae 43 por ciento al reducirse el régimen de lluvias; en el que aplica mayor tecnología, la pérdida es del 28 por ciento.
Consideró que la complementación con pasturas implantadas no sólo significa una mejora productiva sino también que ayuda a una rápida recuperación de las áreas degradadas. Ya que, entre otros beneficios, permite descansar los potreros con pastizales.
En este contexto, Valdez destacó el valor de los árboles: “Bajo el árbol, la calidad de la pastura y su digestibilidad es mejor, se logra mayor producción de materia seca, más contenido de materia orgánica y nutrientes, y menos consumo de agua porque la diferencia entre sol y sombra es de 10 a 12 grados y los animales demandan menos. Mientras al sol pierden peso, a la sombra lo ganan”.