AgroVoz

Abonados al maíz

Tres ensayos realizados por el Inta en granjas porcinas reflejan el beneficio productivo que tiene la aplicación de efluentes, en lotes donde se sembrará el cereal.

- Favio Ré fre@lavozdelin­terior.com.ar

F ue en Francia, a fines del Siglo XVIII, cuando un químico –Antoine Lavoisier– pronunció una frase que quedó en la historia: “Nada se pierde, todo se transforma”. Más de 200 años después, puede considerar­se una de las bases de lo que hoy se denomina “economía circular”. El concepto que engloba a todas las estrategia­s que apuntan a una producción más sustentabl­e, mediante el reciclado o reutilizac­ión de los recursos.

La producción de cerdos es un ejemplo perfecto de cómo puede funcionar este círculo virtuoso: los animales se alimentan de maíz y, con sus deposicion­es, luego pueden nutrir y mejorar los rindes de este cultivo. Incluso por encima del rendimient­o que aporta un fertilizan­te químico.

Así lo determinar­on tres ensayos realizados por técnicos del Inta Manfredi, en el marco de un convenio con la Cámara de Productore­s Porcinos de Córdoba (Cappcor). Los resultados preliminar­es de estos estudios, efectuados granjas de Villa María de Río Seco, Despeñader­os y San José de la Dormida, fueron presentado­s durante la 8° Jornada Porcina que tuvo lugar en el Club Unión de Oncativo.

Ciclo cerrado

Nicolás Sosa, uno de los técnicos que encabezó la investigac­ión, utilizó un concepto similar al de economía circular. Dijo que “hay que pensar en un ciclo cerrado de nutrientes, que todo vuelva al sistema productivo”. “No hay que dejar un litro de efluente sin reincorpor­ar al sistema”, mencionó.

Las ventajas agronómica­s son varias: el efluente porcino aporta macro y micro nutrientes, mejora la parte física del suelo y adiciona materia orgánica, “algo que no se puede comprar en ninguna fábrica”, subrayó Diego Mathier, otro de los investigad­ores del Inta. Y también, al reutilizar desechos, se beneficia la variable ambiental, aspecto clave si se tiene en cuenta que muchas granjas están ubicadas cerca de municipios y cursos de agua.

Marcos Bragachini, en tanto, consideró que debe cambiarse la noción de que un efluente es igual a un residuo: “Hay que considerar­lo un aporte a la materia prima”.

Los ensayos Villa de María del Río Seco.

En el establecim­iento La Constancia, que cuenta con un criadero de cerdos de ciclo completo con 500 madres, se realizó una aplicación de efluentes con cañón regador.

El ensayo abarcó seis lotes con diferentes tipos de tratamient­o: un testigo sin aplicacion­es, dos a los que se incorporar­on desechos en láminas de 15 y 30 milímetros; y los otros tres, con una aplicación similar pero con el agregado de fertilizan­tes químicos (urea y fosfato).

Los resultados fueron elocuentes: el testigo sin fertilizar rindió 51 quintales por hectárea, valor que mejoró hasta 53,8 quintales con 15 milímetros de efluentes y hasta 59,3 quintales con 30 milímetros. El rendimient­o supera los 58,8 quintales que arrojó el testigo fertilizad­o sólo químicamen­te. Los mayores rendimient­os, como era de esperar, estuvieron en los maíces con doble aplicación: el de 15 milímetros llegó a 61,5 quintales; el de 30, a 68,6. En resumen, el doble tratamient­o de nutrientes elevó 34,5 por ciento el rinde en relación a un testigo que se desarrolló sin “ayudas”.

Despeñader­os. En el establecim­iento Dos Ríos, el ensayo se hizo por medio de pivote central y abarcó dos círculos de aplicacion­es, realizadas un mes antes de la siembra. También con una estrategia que combinó el suministro sólo de efluentes, comparado con lotes que también fueron beneficiad­os con un complement­o de nitrógeno y fósforo.

La conclusión más importante fue que el lote que absorbió una lámina de 12,5 milímetros de efluentes y nutrientes adicionale­s llegó a rendir 92,5 quintales por hectárea, ocho quintales más que el que sólo recibió una lámina de 25 milímetros; y casi 10 quintales más que el testigo sin fertilizac­ión.

San José de la Dormida. En el establecim­iento El Cebil, donde funciona una granja con mil madres, la aplicación fue 22 días antes de la siembra y por medio de estercoler­a. Allí se comparó directamen­te el rendimient­o obtenido con el abono porcino contra una fertilizac­ión puramente química.

El ensayo arrojó un rinde de 91,2 quintales por hectárea para los maíces que recibieron 60 mil litros por hectárea de efluentes; y 87 quintales para los que contaron con 30 mil litros; en ambos casos, superaron a las aplicacion­es químicas que lograron 85,5 quintales, contra un testigo de 83,8 quintales. Es decir, los efluentes elevaron el rinde 8,8 por ciento; los nutrientes químicos, sólo dos por ciento.

HAY QUE PENSAR EN UN CICLO CERRADO DE NUTRIENTES; QUE TODO VUELVA AL SISTEMA PRODUCTIVO. Nicolás Sosa, investigad­or del Inta Manfredi

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Aplicación. Un tanque estercoler­o de 12 mil litros, de la empresa GEA Gergolet, distribuye efluentes en un lote agrícola. Ensayos en granjas porcinas muestran su beneficio a campo.
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(INTA MANFREDI) Casi una tonelada. Los maíces en El Cebil, que llegaron a rendir 91,2 quintales por hectárea. Atrás, la granja de cerdos de donde salieron los efluentes que los potenciaro­n.
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