Por un alivio fiscal que le permita al aceite continuar siendo líder
Así como la Argentina se consolida como el primer productor y exportador mundial de aceite de soja, la India se consolida como el primer importador mundial de aceites.
En el reciente viaje a la India realizado por el presidente Macri y más de 80 empresarios de nuestro país, el sector agroindustrial argentino –con el complejo oleaginoso a la cabeza– volvió a destacarse como el más activo y de respuestas más rápidas a la demanda global.
¿Qué sector o producto nacional puede garantizar un mayor abastecimiento, en forma inmediata, con un ingreso adicional de 500 millones de dólares ? Arrancó sobre la base actual de 1.500 millones de dólares para llegar a los 2.000 millones, con un desafío que es aún mayor.
Sucede que Argentina forma parte del reducido núcleo de países que pueden no sólo producir sino también exportar alimentos.
En el mundo, nuestro país es conocido por sus carnes, su trigo, su vino malbec y también sus aceites vegetales. Y en un mundo, donde la principal limitante es el agua, la energía y los alimentos, los principales países consumidores necesitan avanzar en convenios país a país y asegurarse el aprovisionamiento del elemento básico como lo es la comida.
El presidente Macri se dio cuenta de ello apenas asumido su mandato; luego, las circunstancias por todos conocidas lo obligaron a probar el sabor amargo del aceite de ricino, al reimplantar las retenciones a las exportaciones en el complejo sojero.
Cambio de esquema
El Gobierno debería tomar conciencia de que, para poder competir en un mundo muy proteccionista con elevados aranceles a la importación de alimentos, como los que aplican Estados Unidos, la Unión Europea y hasta la propia China, que literalmente prohíbe el ingreso de aceite de soja de la Argentina, el sector debe tener competitividad.
El Gobierno se debería dar cuenta de que, sin llegar a los subsidios que son imposibles de proponer en la actual crisis económica financiera, tendría que disponer de un esquema impositivo que al menos no castigue al valor agregado. La actual retención de cuatro pesos por dólar exportado, indiscriminada para todos los productos agroindustriales, perjudica al sector.
Con una menor presión impositiva al aceite y la harina de soja, el Gobierno recaudaría 41 millones de dólares más que con el esquema actual, de salir a cazar mosquitos con misiles. O dicho de otra forma, el Gobierno decidió rascarse la oreja derecha utilizando la mano izquierda.
Es curioso ver que si el Gobierno bajara la presión impositiva a la exportación de harina y aceite de soja, de cuatro a tres pesos por cada dólares exportado, se llevaría la sorpresa de que la recaudación por retenciones globales (incluyendo poroto, harina y aceite) sería mayor.
Los ingresos pasarían de 3.764 millones de dólares a 4.000 millones, lo que representa un aumento de 236 millones de dólares. También es cierto que el ingreso de divisas tendría una caída de 195 millones de dólares, ya que pasaría de 16.452 millones de dólares a 16. 256 millones, por menor volumen.
Si el Gobierno llegara a tomar esa medida, en el balance general la reducción de la retención sobre el aceite y la harina de soja le permitiría al fisco aumentar sus ingreso de dólares.
En números, las arcas del Estados ganarían 41 millones de dólares. Un claro ejemplo en el que se confirma que dos más dos es igual a cuatro.
CON LA BAJA DE LA RETENCIÓN AL ACEITE, DE CUATRO A TRES PESOS POR CADA DÓLAR EXPORTADO, EL ESTADO RECAUDARÍA MÁS.