Un derivado del maíz al que la falta de rentabilidad lo saca del negocio
Los productores ganaderos saben que, más allá del aporte solidario que realizan en la actual emergencia sanitaria, la viabilidad de las destilerías modulares radica en la posibilidad comercial de colocar el alcohol.
“El modelo es sustentable, en la medida de que haya opciones rentables de poder vender el alcohol”, aseguró Luis Magliano.
Las expectativas están puestas en la posibilidad de que el Gobierno nacional eleve del 12 al 15 por ciento el porcentaje de corte de las naftas con etanol de maíz, lo que haría crecer la demanda por el subproducto. “De lo contrario va a continuar la situación actual, donde hasta las grandes empresas ya dejaron de producir”, admitió Magliano.
La semana pasada, la cámara que agrupa a las cinco etanoleras de maíz del país (tres radicadas en Córdoba, otra en San Luis y la restante en Santa Fe) informó que la caída en la demanda y el stock almacenado obligará “a un cierre total o parcial de las plantas”.
La interrupción ya comenzó en ACA Bio, la planta ubicada en Villa María, que frenó la producción el miércoles pasado y podría permanecer en esa situación durante 15 días.
Por su parte, Bio 4, radicada en Río Cuarto, iba a trabajará en forma normal hasta colmar su capacidad de almacenaje, lo que podría ser dentro de una semana.
El mismo cuadro de situación exhibía Promaíz, la planta que Aceitera General Deheza (AGD) y Bunge tienen en sociedad en la localidad de Alejandro Roca (departamento Juárez Celman).
El establecimiento aún tenía capacidad para almacenar producción. Cuando los tanques estuvieran llenos, su gerencia iba a analizar la situación.
Con 397 millones de litros de etanol sobre la base de maíz producidos en año pasado, Córdoba fue la principal aportante de ese biocombustible al mercado interno.