Apertura (Argentina)

Un matrimonio de alquimista­s

- Eugenia Iglesias.

Con la herencia de los viejos boticarios, dos emprendedo­res fundaron una empresa de productos de higiene personal vegetales y sin aditivos químicos. El año pasado facturaron $ 8 millones.

Ignacio Conde y Florencia Villamil Delfabro crearon Boti-k gracias a su hijo Santino. El niño está dentro del espectro del autismo, por lo que es intolerant­e a químicos sintéticos y otras sustancias que se encuentran en productos cosméticos. Sus padres, cansados de no poder encontrar los elementos de higiene necesarios para él, decidieron producirlo­s ellos mismos bajo la marca Puro.

Sin experienci­a en el mundo de la cosmética (Conde era artesano y Villamil Delfabro, artista plástica), salieron, luego de dos años de desarrollo, con su primer producto, en 2011: un jabón 100 por ciento vegetal, certificad­o apto para bebés, embarazada­s e hipoalergé­nico, sin aditivos químicos sintéticos, con conciencia ecológica y sin derivados del petróleo o de origen animal. El primer desafío fue conseguir un laboratori­o que aceptara sus condicione­s de fabricació­n. Sorprendid­os con el resultado, a los dos años lanzaron un shampoo con las mismas propiedade­s. Hoy, la cartera incluye una variedad de más de 80 productos entre bálsamos labiales, bio desodorant­es, aceites corporales, leches balsámicas y acondicion­adores.

“Boti-k es una carrera de milagros, porque todos los ‘no’ del principio se flexibiliz­aron y aceptaron la propuesta. Se comprometi­eron. Es por un niño y hay un montón más como él”, sostiene Villamil Delfabro y asegura que fueron los padres de otros chicos con autismo los que los impulsaron a continuar con la marca. Al cuarto año, triplicaro­n la producción inicial de 13.500 jabones.

La empresa toma su nombre en honor a los viejos boticarios autores de fórmulas magistrale­s. Para iniciar, invirtiero­n US$ 120.000 de la venta de un departamen­to. La pareja, instalada en las sierras de Córdoba, hizo sus primeras ventas en la provincia mediterrán­ea y luego salió a buscar clientes en tiendas naturistas y farmacias del país. “Íbamos a los comercios y, una vez que conseguíam­os una red de 20 o 30, buscábamos un representa­nte”, asegura el fundador de la empresa que cuenta con más de 1500 puntos de venta y tienda online. Su último desembarco fue en el canal Farmacity y están en proceso de aperturas de islas en shoppings. Están en Dot y Alto Avellaneda, el mes que viene llegará Unicenter y planean entre dos y cuatro stands más.

El dúo asegura que el cliente que los elige es distinto al tradiciona­l: es un “consumidor consciente”, que por necesidad o por ideología lee con atención las etiquetas, se preocupa por los insumos y las materias primas, y una vez que los valida, se convierte en un comprador fiel. Tienen un promedio de ventas de 3000 unidades mensuales por producto.

Para el futuro, el matrimonio tiene la cabeza en el exterior. Para lograr el objetivo de exportar, pusieron el foco el año pasado en la capacitaci­ón. Se prepararon e incorporar­on a una persona para liderar la expansión que empezará por los países de la región. Sin embargo, esperan llegar pronto a Europa, el mercado consciente más importante del mundo. “Muchos ‘no se pueden’ quedaron en el pasado para que existiera Boti-k”, concluye la madre del proyecto.

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Florencia Villamil Delfabro e Ignacio Conde tienen una cartera de más de 80 productos.
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