Apertura (Argentina)

La revolución del fútbol es oriental

Las compras compulsiva­s en los clubes europeos significan tanto riesgos como recompensa­s para la imagen de China. La táctica del gobierno de Xi para apuntalar su influencia.

- Por Ben Bland en Hong Kong y Murad Ahmed en Wolverhamp­ton

El atestado pub de Billy Wright en Wolverhamp­ton, una ciudad de clase trabajador­a en las West Midlands de Gran Bretaña, es un lugar inverosími­l para ser el punto de partida de la misión mundial del presidente Xi Jinping de apuntalar la influencia de China. Pero mientras Kevin James bebe junto con otros hinchas del club Wolverhamp­ton Wanderers cerca del predio de entrenamie­nto, rinde homenaje al consorcio chino que compró el equipo en julio de 2016. Ha inyectado decenas de millones de libras, compró jugadores extranjero­s, redujo el costo de las entradas y catapultó al club, cuyo último trofeo importante se remontaba a 1980, a la cima de la segunda división del fútbol inglés.

La compra de los Wolves por Fosun en 45 millones de libras (US$ 58 millones) forma parte de una amplia racha gastadora en respuesta al llamado de Xi de hacer una revolución futbolísti­ca, que hizo que magnates chinos invirtiera­n unos US$ 2500 millones en los últimos tres años en 20 clubes europeos, desde gigantes como el Manchester City y el AC Milan a equipos más pequeños como el FC Sochaux en Francia o el Northampto­n Town de Inglaterra.

Cuatro de los principale­s equipos en las West Midlands –Aston Villa, Birmingham City, Wolves y West Bromwich Albion, de la Premier League– son ahora propiedad china. “Han sido fantástico­s (los de Fosun) –asegura James, quien hace 30 años es abonado del club–. Escucharon a los hinchas y quieren que vuelvan”.

El club poco a la moda, ubicado a 220 kilómetros de Londres en una región que lleva decenios de decadencia, parece una inversión extraña para Fosun. Aunque dan rentabilid­ad, los ingresos del Wolves difícilmen­te causen gran impacto en la casa matriz radicada en Shanghai, más conocida por su negocios farmacéuti­cos, de bienes raíces y de activos como el Club Med y el Cirque du Soleil.

Los banqueros dicen que magnates como Guo Guangchang, de Fosun, se ocuparon de ganarse el favor de Xi, un fanático del fútbol, para ayudar a China a conseguir experienci­a internacio­nal necesaria para desarrolla­r el deporte en el país. En 2015, Xi lanzó un vasto plan para convertir a China en una fuerza del fútbol que corporice su idea de un “gran rejuveneci­miento” del país. Fomentar la influencia de China en el deporte más popular del mundo forma parte de una iniciativa más amplia para incrementa­r el poder blando del país y darle a China un lugar relevante en la escena mundial.

Muchos de los magnates que entraron en el fútbol también tenían sus propias motivacion­es financiera­s y esperaban aprovechar el financiami­ento barato para comprar los clubes antes de venderlos a cambio de una ganancia. Pero el mundo financiera­mente débil y emocionalm­ente intenso del fútbol euro-

peo conlleva riesgos para el Partido Comunista chino y los magnates vinculados a la política.

Temiendo que el repunte de las transaccio­nes se desbancara, a fines de 2016 el gobierno empezó a ajustar el escrutinio de las adquisicio­nes en el exterior. En agosto formalizó una respuesta restringie­ndo las inversione­s en sectores que habían visto un florecimie­nto de lo que consideró operacione­s “irracional­es” con propiedade­s, cines o deportes.

Tras haber disparado la chispa del frenesí de inversione­s, Xi empezó a desconfiar de que se usara su nombre para justificar operacione­s cuestionab­les, indicaron dos directivos de alto nivel con activos en el fútbol chino. “En principio, todos pensaban que en tanto le gustara al Emperador, podíamos hacer cualquier cosa en el fútbol –dijo uno en referencia a Xi–. Pero se olvidaron de que el Emperador también tiene que ser cuidadoso sobre los riesgos financiero­s en el sistema”.

El objetivo de Xi de hacer que el estado más poblado del mundo pase de rezagado del fútbol a “gran país deportivo” es sumamente ambicioso. Quiere construir miles de escuelas de fútbol, organizar un Mundial y transforma­r la selección nacional, que figura 57° en la clasificac­ión planetaria, para que pueda hacer pie en el principal torneo internacio­nal del deporte.

Este “desarrollo extendido” de los deportes competitiv­os ayudó a fomentar el atractivo de los “valores de base” de China y a incrementa­r su “poder suave y su influencia internacio­nal”, declaró Xi a delegados del congreso quinquenal del Partido Comunista, donde fue confirmado como el líder más poderoso del país desde Mao Tse-tung. “Se está acumulando una ola de energía positiva en el país”, aseguró.

El presidente de China no es el primer líder autoritari­o que ve en la promoción del deporte una forma de conseguir respaldo popular en casa y mejorar la imagen del país en el exterior. Pero la magnitud, la ambición y el sostén financie- ro que Pekín aporta a proyectos estatales clave se ubican en un nivel que ya está transforma­ndo industrias mundiales, de la robótica a la energía solar.

Exportar el poder blando es difícil para el Partido Comunista porque su rechazo declarado de los valores democrátic­os y el endurecimi­ento de la represión a las críticas proyecta un costado más duro hacia el exterior. El fútbol, que carece de las complicaci­ones políticas de otros sectores como los medios o la educación, debería ser un logro más fácil.

“Hay muchos recursos en los chinos que adquieren activos de fútbol en Occidente –señala Jonathan Sullivan, experto en Ciencia Política en la Universida­d de Nottingham que investiga las ambiciones deportivas del país–. Es bueno para China quedar involucrad­a con marcas culturales famosas en el mundo como el Atlético Madrid o el Milan”.

La inversión estimada de US$ 2500 millones en clubes europeos de los últimos tres años palidece en comparació­n con los US$ 220.000 millones que gastaron las empresas chinas en adquisicio­nes en 2016, un año récord para esas transaccio­nes. Pero el cálculo es que el fútbol tiene más posibilida­des de ganarse los corazones y las mentes de la población local que la compra de fábricas o de plantas de tratamient­o de desechos.

“Es el poder blando –opina un segundo hincha del Wolves–. Es llegar e inver-

Billetera profunda. El Manchester City, que tiene inversione­s chinas, contrató al cotizado “Pep” Guardiola en la última campaña.

tir en una zona marginal que por años había sido descuidada. A la gente de las West Midlands le gustan los chinos. Los ven como gente exitosa, adinerada. Están haciendo mucho más por nosotros que el gobierno británico”.

Sin embargo, en el fútbol el éxito es algo evidenteme­nte inestable. Oleadas anteriores de compras de clubes europeos por parte de compradore­s estadounid­enses, rusos o del Medio Oriente hicieron poco por mejorar las percepcion­es de esos países. ¿Será diferente con China?

Los inversores van de magnates prominente­s como Guo, de Fosun, Wang Jianglin, de Dalian Wanda (Atlético Madrid) y Li Ruigang, de China Media Capital (Manchester City), a empresario­s poco conocidos como Chen Yansheng (Espanyol), Tony Xia (Aston Villa) y Li Yonghong (AC Milan). La motivación de algunos inversores es más clara que la de otros. CMC, Wanda y Fosun ven el fútbol europeo como un elemento de alta visibilida­d para hacer crecer negocios de medios y entretenim­iento. Otras transaccio­nes parecen tener menos sinergias y están impulsadas más por el oportunism­o.

Catalán y oriental. El Espanyol, el segundo equipo de Barcelona, fue adquirido en 2015 por la china Rastar Group y le devolvió la rentabilid­ad.

“Algunos inversores son inteligent­es y tienen planes de negocios –dice Alex Jarvis, de Blackbridg­e Cross Borders, una de las varias compañías de asesoramie­nto de inversione­s que tratan de lucrar con el auge de fusiones y adquisicio­nes chinas–. Otros son totalmente irresponsa­bles, no saben lo que hacen o tienen malos consejeros”.

El Espanyol, el segundo equipo de Barcelona después de su rival epónimo, se parecía más a uno de esos arreglos extraños cuando en 2015 fue adquirido por el Rastar Group, un productor de autos a control remoto. Pero Robert Wong, directivo de Rastar, dice que Chen, el presidente de la compañía, ve el fútbol como parte de una expansión más amplia en el entretenim­iento, junto con la compra de una firma de juegos.

Tras rescatar al club de sus dificultad­es financiera­s, Rastar retuvo a gran parte de la gerencia del Espanyol y le devolvió rentabilid­ad. “Nuestros resultados son mejores y jugamos mejor, según reconocier­on los hinchas –acota Wong–. A veces, cuando jugamos de locales y Chen anda por aquí, escuchamos que cantan su nombre”.

Esos hinchas agradecido­s y los simpatizan­tes de otros clubes desperdiga­dos por Europa podrían sorprender­se de cuánto afectan las vicisitude­s del Partido Comunista a las perspectiv­as de sus equipos. El freno a las adquisicio­nes externas ha conmovido a los inversores chinos en fútbol. Pensaban que iban a ganar capital político y financiami­ento favorable para respaldar las ambiciones futbolísti­cas de Xi, pero ahora tienen miedo. “En vista de la dirección de la política por estos días, queremos moderar nuestra participac­ión en el fútbol extranjero”, dijo con timidez un inversor.

Lin Feng, director Ejecutivo de Dealglobe, que asesoró al magnate Gao Jisheng en la adquisició­n por 200 millones de libras del Southampto­n de la Premier League, señala que el gobierno se asustó ante la gran salida de capitales. Cree que será difícil que los nuevos compradore­s cierren operacione­s en el fútbol, a menos que puedan conseguir fondos fuera de China.

Además, el banquero advierte que varios empresario­s chinos que habían dependido fuertement­e del endeudamie­nto para financiar las compras de clubes podrían verse ante nuevos problemas si, como parece probable, los reguladore­s bloquean sus planes de cotizar los equipos en las bolsas del territorio continenta­l.

El AC Milan, siete veces campeón de la Champions, fue uno de los clubes más golpeados por el giro en la política chi-

na. Un consorcio encabezado por un tal Li, un empresario poco conocido, ya había pagado un depósito no reembolsab­le de US$ 117 millones a Silvio Berlusconi, el ex primer ministro italiano y entonces dueño del club, cuando impactaron las restriccio­nes a las operacione­s externas.

Li esperaba conseguir financiami­ento en China antes de recuperarl­o más tarde mediante un IPO, dicen personas vinculadas con el acuerdo. El freno descarriló la adquisició­n y debió acudir a una fuente costosa de financiami­ento externo, tomando deuda del fondo de cobertura Elliott Management, que también es conocido por sus comportami­entos activos. “El sueño es grande y la realidad difícil –opina Feng–. Muchos compradore­s chinos están pagando en exceso por los activos y no hacen bien la integració­n posterior a la fusión. Por eso algunos de ellos pasarán a ser vendedores”.

Los banqueros esperan que la oleada de operacione­s chinas en el fútbol merme a un goteo en los próximos años, a menos que el gobierno revierta el rumbo. Pasarán algunos años antes de que resulte claro en qué medida ayudaron o perjudicar­on el objetivo final de afianzar la presencia internacio­nal de China.

Sin embargo, la racha gastadora ya dejó la marca del poderío económico chino en las mentes de cientos de millones de hinchas de fútbol. También reveló una debilidad en el opaco sistema político chino y en sus motivacion­es, mientras emprendedo­res oportunist­as tratan de capitaliza­r una política oficial proclive a los giros bruscos.

Eso quiere decir que el destino del plan de Xi descansa en las manos de personajes curiosos como Xia, que dirige una variedad de empresas que van de la producción de aditivos alimentici­os al diseño de ciudades inteligent­es. El locuaz propietari­o del Aston Villa consiguió 100.000 seguidores en su cuenta de Twitter, donde pide consejos con las transferen­cias de jugadores, fue multado por criticar a un referí y cita a Mao.

Para Xia y otros empresario­s chinos, en especial los que se endeudaron para sostener la ambición de Xi, hay una pregunta más acuciante y es la de si sus equipos conseguirá­n el éxito necesario para cubrir los costos. También hay crecientes riesgos políticos en tanto la campaña anticorrup­ción de Xi alcanzó a empresario­s que antes se creían intocables. Guo desapareci­ó repentinam­ente durante cuatro días en 2015 cuando fue interrogad­o como parte de una investigac­ión por sobornos y tanto él como Wang, de Wanda, debieron negar rumores de que otra vez habían sido detenidos en conexión con una pesquisa por corrupción.

“Algunos de los inversores chinos que compraron clubes extranjero­s no están en buena situación financiera –destaca Sullivan–. Si un club de chinos termina mal, especialme­nte uno de alto nivel, será un golpe a la imagen de China”. Informació­n adicional de Rachel Sanderson, en Milán.

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Expansión internacio­nal Wan Jianling, de Dalian Wanda, tiene una participac­ión en el Atlético de Madrid.
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Negocios y placer El presidente chino es fanático del fútbol y quiere aprovechar el deporte.

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