Arribo silencioso
Con bajo perfil, los grandes players globales también fijaron sus ojos en la Argentina. Qué oportunidades observan y cuáles son las condiciones que buscan para apostar. De Blackstone y Carlyle a Abraaj y Pointstate. El imán del sector energético.
“Más que felices de revisar este pedido en el futuro”, avisan a APERTURA, cordialmente, desde Blackstone, uno de los fondos más grandes del mundo, que maneja un monto mayor a los US$ 380.000 millones en industrias como private equity, real estate, hedge fund y crédito, entre otras. “Respetuosamente declina la entrevista”, se excusa Apollo, firma creada en 1990, que hasta septiembre del año pasado administraba US$ 242.000 millones –con 1000 empleados y 16 oficinas por el mundo–, en sectores que van desde private equity al real estate y llegan a fondos públicos. “Esperamos ser más de ayuda en el futuro”, explican desde el equipo de Comunicación de Kohlberg Kravis Roberts, KKR, que administra US$ 153.000 millones y ostenta un portfolio de 113 empresas y un promedio de retornos, en dólares, de 25,8 por ciento.
Pero que los gigantes internacionales prefieran no hablar no quiere decir que no hagan negocios en la Argentina, directa o indirectamente. Y no son rumores escuchados por un periodista en un café. Solo basta leer algún diario de fines de diciem- bre: Blackstone –el fondo antes citado– y Riverwood –firma estadounidense con inversiones en tecnología, como las tecnolatinas Globant, Navent o Netshoes; dirigida por el argentino Francisco Álvarez-demalde– compraron a Sociedad Comercial del Plata la totalidad de la empresa de servicios de telecomunicaciones Metrotel, por un monto de US$ 190 millones. “Empezaron a mirar opciones más activamente y finalmente decidieron hacer la adquisición. Ellos (por Riverwood) invitaron a Blackstone”, explica un íntimo en esa operación, y agrega: “Es un primer paso. Se conocen bien. Puede haber otras cosas en América latina en conjunto”.
Por afuera de Riverwood, el fondo juega con otras puntas, algunas muy familiares a Riverwood. En diciembre, YPF aprobó la venta del 25 por ciento de su unidad de energía eléctrica a General Electric. Una fuente cercana al proceso explicaba al diario El Cronista que la petrolera estatal trabajaba en el ingreso de un tercero, para que se quedara con otro 25 por ciento: otra vez, el nombre era Blackstone. El Registro Único de Audiencias de la Casa Rosada, al hacer referencia a la número 236, deja ver algo más: el lunes 4 de diciembre último, a las 14, estuvieron reunidos el ministro de Energía y Minería, Juan José Aranguren; el presidente de YPF y solicitante del encuentro, Miguel Ángel Gutiérrez; y tres representantes de Blackstone: Ali Kouros, ingeniero en Petróleo y senior advisor del fondo; Jasvinder Khaira, managing director de la división Tactical Opportunities; y alguien que conoce Buenos Aires: el argentino Diego Kantt, economista de la Universidad de San Andrés, MBA de Harvard y compañero de Khaira en su división. Kantt, quien no respondió el contacto de APERTURA, sí habla en el board de la filial brasileña de Phoenix Tower International, que posee y opera torres e infraestructuras inalámbricas en los Estados Unidos y América latina.
Menos de un mes antes, el 8 de noviembre, a primera tarde, con Aranguren había estado reunida Shantall Tegho, ejecutiva mexicana miembro de Blackstone-nwi, plataforma del fondo y NWI Management para invertir en emergentes. El motivo de la reunión, según el Gobierno, fue algo vago: “Discutir la situación energética en la Argentina con inversores”. En octubre, Tegho había conversado con Gustavo Lopetegui, secretario de Coordinación de Políticas Públicas de la Jefa-
tura de Gabinete. No obstante, otro relacionamiento –de “introducción”, la llamaron– entre Aranguren y Blackstone desliza otros nombres más. Por parte del fondo estaba José Manuel Corcelles, director de Desarrollo de Fisterra Energy, una compañía de Blackstone con inversiones en el sector energético en América latina. Como aparente nexo se encontraba sentado allí Julio César Gutiérrez, presidente de BGS Group, firma que se jacta de haber coordinado 103 due diligences, negociaciones y, finalmente, transacciones en América latina. Gutiérrez fue director de Cablevisión y, según se lee en el perfil de la compañía, es dueño de 12.000 hectáreas en la pampa húmeda y otras 400 en Cañuelas, donde trabaja en un desarrollo inmobiliario.
Otros fondos extranjeros se encuentran en tratativas con firmas locales para coinvertir en un futuro cercano, al darse cuenta de que no hay tierra lo suficientemente firme como para poner oficinas en algo que puede convertirse en barro. The Carlyle Group –un asset manager estadounidense alternativo y global de US$ 174.000 millones– ya está charlando con un fondo argentino conformado hace algunos años. Otra fuente, que no es ese fondo, cuenta que está mirando el sector de cerámicas. Quien le atiende el teléfono seguido a un porteño es Juan Carlos Félix, un economista ecuatoriano con MBA de Harvard, quien está basado en San Pablo y tampoco quiso contestar las preguntas de APERTURA. Por su parte, Pegasus posee fluidas relaciones con Warburg Pincus, firma estadounidense que lleva invertidos más de US$ 60.000 millones en más de 800 compañías. Eduardo Gruneisen y Jerónimo Bosch han visitado a Aranguren acompañados por David B. Krieger, managing director del área de Energía del fondo neoyorquino, que no respondió las consultas de APERTURA.
L Catterton —US$ 14.000 millones de capital de activos— cuenta con US$ 500 millones destinados a inversiones en América latina, de entre US$ 40 millones y US$ 75 millones para el middle market. Ya entró a la Argentina, en 2017, de la mano de Francisco de Narváez, en Rapsodia y Caro Cuore. Su CEO, Dirk Donath –un ex Mckinsey, creador de Pegasus con Mario Quintana– decía en marzo a APERTURA sobre la Argentina: “Estamos viendo dos o tres. Uno de producto. Ninguno inminente”. Capaz ahora lo sea, en un sector más líquido que la ropa. Tampoco descartan probar otra vez en el sector de indumentaria.
Gustavo Garrido, socio del estudio Garrido Abogados, que asesoró a L Catterton, dice sobre lo que está pasando en el mercado: “Obviamente, empezó a tomar un buen ritmo”. De todas maneras, rápidamente aplaca el optimismo: “Todavía hay muchos fondos que no han hecho el desembarco porque, en opinión de ellos, no se han empezado a implementar todas las reformas necesarias”. La madre de todas ellas, cree, es la laboral. Asimismo, algunos más empíricos que Darwin –más en la Argentina– quisieron saber si el clima social iba a estar soleado o no para entrar en 2018. “Muchos quisieron ver el resultado de las elecciones”, comenta el abogado. Y agrega que la oleada que se observa no es solo de fondos estadounidenses, sino también europeos. “Hay de Holanda, que están mirando proyectos concretos. De Inglaterra, también. Y no hay restricción de sectores. Hay muchas operaciones; muchas más que en 2017”, asegura Garrido.
Propiedad del inversor –entre otros trajes que viste– paquistaní Arif Naqvi, el fondo de private equity Abraaj –con más de 200 inversiones y US$ 13.600 millones en activos bajo gestión– es otro de los que desde hace muy poco levantó la perdiz en la Argentina después de las elecciones post octubre. Si bien se enfoca en mercados emergentes –África, Asia, Medio Oriente y Turquía–, incluida América latina, nunca lo había hecho en la Argentina. “Fui hace un año”, recuerda Héctor Martínez, managing partner de la oficina peruana, desde la que, da a entender, manejará también estos lares. “Estamos viendo con mayor interés al país”, dice. Según sus palabras, probablemente entre “a través de una empresa regional que tenga pre-
“Todavía hay muchos fondos que no hicieron el desembarco porque, en su opinión, aún no se hicieron todas las reformas necesarias.”
sencia en la Argentina más que en una compañía que sea 100 por ciento argentina”.
Carlos Zucchi es otro de los argentinos de peso en el sector del private equity. Tras algunos años en San Pablo, trabaja fuerte en la apertura de la oficina local de Advent; en realidad, se trata de una reapertura. Así lo recordaba hace un tiempo Patrice Etlin, managing partner de la operación en Brasil. “Tuvimos una oficina por 17 años. Comenzamos en 1996 y fue nuestra primera oficina en la región”. Hablaba de precios: busca tickets que vayan de US$ 150 millones a US$ 200 millones. Y de sectores, también. “Retail. Estamos mirando oportunidades de consumerretail, ahora. Además, hay una oportunidad muy interesante en servicios financieros alrededor de los pagos”. Zucchi no quiso responder las preguntas de APERTURA.
Desde Nueva York, el argentino Federico Kogan –economista por la UDESA y MBA de Harvard– dirige Amancay Partners, firma que ya invirtió en Interbarge, un proveedor de logística y transporte fluvial en América latina, con oficinas en Uruguay, Paraguay, la Argentina y Brasil. Otro argentino, Lucas Flynn –también MBA de Harvard– quiso volverse a la Argentina: amagó con irse de Rhône Group, que le ofreció cuidar desde La Plata las inversiones de América latina. Busca casos que requieran entre US$ 50 millones y US$ 200 millones.
Todos se quedaron con que Bono, el líder de U2, había invertido en una compañía argentina, Digital House. Pero la noticia era otra: The Rise Fund, la firma que inyectó US$ 20 millones, es un brazo de un cuerpo de inversión enorme, TPG, que tiene under management US$ 79.000 millones. Otros fondos llegan indirectamente a la Argentina a través de las compras globales que tienen unidades de negocio en el país. Como el fondo Onex Corporation, que, junto a Baring Private Equity Asia, se hizo de la división de Propiedad Intelectual y Science Business de Thomson Reuters.
¿Llega la ola?
Especializado en real estate a nivel internacional, el hedge fund Pointstate Capital intensificó su mirada sobre la Argentina. Su brazo local, Pointstate Argentum, que funciona como un private equity, adquirió en 2015 el 42,71 por ciento de Genneia, y enero último sumó otro activo, al anunciar la compra del 100 por ciento de Sheraton Buenos Aires Hotel & Convention Center y del Park Tower al grupo Marriott por un monto de US$ 100 millones. Otro grande del sector verde, Actis, busca oportunidades, ya que espaldas para animarse no le faltan: desde su creación –en 2004– levantó US$ 13.000 millones y mira el mundo desde sus 13 oficinas desparramadas por el globo. De Buenos Aires se ocupa Michael Till, partner de la oficina de América latina. Como cualquier miembro de la industria, es conservador y dice menos de lo que sabe. “Estamos esperando para ver cómo se desarrollan los frameworks”, plantea, en diálogo con APERTURA desde el DF mexicano. Pone como contraposición a los países donde sí ubicaron dinero. “Tenemos seis compañías de renovables en América latina. Estamos creciendo en Brasil, México y Chile”, explica. No obstante, a Till Buenos Aires no le queda lejos: está basado en Buenos Aires.
Otro referente de private equity en real estate es Equity International, que no deja de prestar atención al país. “Estamos activamente mirando”, explica a APERTURA Brian Finerty, Chief Investment Officer de esa firma, que está presente en Brasil, México y la región andina. “No somos completamente nuevos para el país. Los cuatro años que invertimos en entender nos permitieron crear relaciones con potenciales partners”. No descarta ir más allá del cemento: infraestructura y telcos también le interesan. Recientemente estuvo reunido con Macri. “Highly impressed”, recuerda Finerty, que hace una diferencia que pocos nombran: no es lo mismo la percepción que se tiene del país que la realidad que vive hoy día.
Un conocedor de la industria explica que hasta ahora el mundo inversor sigue con su recorrida habitual: primero, deuda pública; luego, bonos; más cerca en el tiempo, equity. Ahora, el mundillo del private equity tiene como pater a los family offices, para, a lo mejor, dar lugar después a fondos argentinos conocedores del terreno local. Cambridge Associates –base de datos que todo inversor del rubro mira– propone algo parecido junto a LAVCA, en el Survey of Latin American Private Equity que escribieron –y vendieron– en 2017: “LPS mirando a futuro ofertas de fondos y oportunidades de inversión en la Argentina están en alza en ese país, pero el fundraising y la inversión en la actividad de private equity, hoy, permanece limitada en comparación con oportunidades en mercados más establecidos”.
La fuente anónima agrega algo más: “En última instancia se verá a los inversores institucionales”. Pero eso, en gran parte, será determinado por cuatro siglas, MSCI, institución que define si la Argentina es una economía emergente. Si lo es, probablemente empiecen a llegar otras siglas, como CPP Investment Board, la junta de inversiones del plan de pensiones de Canadá, que maneja US$ 299.000 millones y que desde 2006 invirtió en la región US$ 8300 millones, de los cuales US$ 1290 millones fueron destinados a fondos públicos y privados de equity. Como el bolsillo no lo hizo aún, a lo mejor el corazón argentino lata a favor: el director de la operación latinoamericana, basada en San Pablo, es Rodolfo Spielmann, un economista de la UBA, MBA de Wharton, con una vida en Bain & Company, quien prefirió no dar comentarios. Con montos menores –y propios–, Spielmann sí apuesta al país: es entrepreneur en Spielmann Estates, un viñedo boutique en el distrito mendocino de Perdriel, desde el que llena botellas que cuestan hasta $ 1150.
“Estamos esperando para ver cómo se desarrollan los frameworks. Tenemos seis compañías de renovables en América latina.”