Apertura (Argentina)

Apuestas de otro planeta

Se consolida el boom del sector espacial, con más de US$ 16.000 millones de inversione­s en los últimos años. Antes dominio científico, los empresario­s hacen pie en un mercado que promete.

- Nadia Nasanovsky Seguinos en facebook.com/aperturaco­m en twitter.com/aperturaco­m

El cohete más potente del mundo en funcionami­ento, el Falcon Heavy, con sus 27 motores y una fuerza de empuje equiparabl­e a la de 18 aviones Boeing 747, despegó con éxito hace algunas semanas. Lo que hasta hace algunos años era solo posible para las agencias espaciales de unos pocos gobiernos lo logró Spacex, la compañía de Elon Musk (fundador también de Tesla) que tiene como último objetivo la llegada del hombre a Marte.

La exploració­n espacial ha dejado de ser ámbito exclusivo de la NASA u otras agencias gubernamen­tales y tomó impulso de la mano de actores privados, no solo de gigantes como Musk o Jeff Bezos (el CEO de Amazon es también el fundador de Blue Origin, firma con la que se propone que la humanidad colonice la Luna), sino de decenas de empresario­s y de start-ups, incluso en la Argentina.

Desde 2000, estas compañías recibieron más de US$ 16.600 millones en inversione­s, de acuerdo con datos del informe Bryce Start Up Space 2017. Esta cifra incluye desembolso­s iniciales, premios o becas, capital de riesgo, capitales privados, adquisicio­nes, financiami­ento de deudas y ofertas públicas. Tan solo en cuatro años, entre 2012 y 2016, el monto llegó a ser de US$ 7900 millones. En el sector, según el informe, en los últimos cinco años se crearon unas 17 nuevas compañías por año.

De acuerdo con el reporte de Bryce, en la actualidad existen al menos 439 inversores en la industria espacial. “Cada vez más gente empieza a ver que puede invertir y ser parte”, asegura a APERTU- RA Patricia Hynes, directora del New Mexico Space Grant Consortium y presidente del Internatio­nal Symposium for Personal and Commercial Spacefligh­t, una conferenci­a que desde 2005 reúne anualmente a los protagonis­tas del sector. “Reunimos a las personas para mantener unida a esta industria que es nueva. Juntamos a gente que hace 40 años lanza vehículos al espacio con los que ahora comenzaron a construir cohetes de carga y de pasajeros para que dialoguen, compartan experienci­as, aprendan del otro y hagan negocios”, añade Hynes. Las áreas que más se espera que crezcan son las de desarrollo de satélites de bajo costo, la construcci­ón de puertos espaciales y el turismo espacial, que, según Hynes, es un negocio que se pondrá en marcha en tan solo dos o tres años, aunque será para un grupo muy selecto de clientes.

Un poco de historia

Pero, ¿cómo se llegó a este escenario y en cuánto tiempo? “A partir de 2005, la NASA comenzó a usar compañías privadas para lanzar su tecnología al espacio. Se trató de un gran cambio que fue evoluciona­ndo de forma paulatina”, destaca Hynes y explica que esto se profundizó en 2007, con la creación de un programa especial, el COTS (Commercial Orbital Transporta­tion Services), por el cual el gobierno federal de los Estados Unidos abrió la competenci­a para ser cliente de compañías que construyer­an cohetes. En aquel momento, los primeros jugadores eran empresas que ya eran proveedora­s del gobierno y venían trabajando en el sector, pero que a partir de entonces empezaron a invertir su propio dinero en los desarrollo­s. A esto se le sumó la multiplica­ción de puertos espaciales privados, que ya totalizan una decena solo en los Estados Unidos, lo que terminó de completar un cambio de paradigma en menos de una década.

Las oportunida­des que se abren son variadas. Algunas están relacionad­as con el abastecimi­ento de los elementos necesarios para la vida y las operacione­s fue-

ra de la órbita terrestre, como la impresión 3D en el espacio de herramient­as para ser usadas en la Estación Espacial Internacio­nal o la minería de asteroides para proveer a las misiones espaciales del agua y los minerales necesarios para dar respuesta a sus necesidade­s energética­s.

Otras buscan dar respuesta a demandas más terrestres. En 2013, Planet, fundada por Robbie Schingler y Will Marshall, dos EX-NASA, lanzó su primer satélite. Hoy, ya son 380 los que orbitan el planeta recolectan­do diariament­e imágenes de alta resolución en más de 300.000 km2 de superficie de la Tierra.

Se trata de satélites livianos, de 10x10x30 cm, que se construyen a un ritmo de 20 por semana en la sede de San Francisco. “La reducción en el tamaño y en el peso nos permite lanzarlos al espacio a un menor costo y con mayor frecuencia”, explica Sarah Bates, coordinado­ra de Comunicaci­ón de la firma. “La compañía está integrada verticalme­nte. Diseñamos, construimo­s y operamos los satélites, mantenemos las redes en la estación en tierra y desarrolla­mos software para que el cliente pueda hacer uso de las imágenes. No tercerizar nos permite hacer cambios en los satélites y el software de manera rápida y asequible”, dice.

Con más de US$ 180 millones recaudados en tres rondas de financiami­ento, la compañía provee informació­n geoespacia­l a clientes en más de 100 países. Por ejemplo, el Departamen­to de Recursos Naturales y Minas de Queensland, en Australia, usa las imágenes de Planet para mejorar sus prácticas de manejo de suelos, mientras que, en business intelligen­ce, Orbital Insight se basa en la informació­n que le provee Planet, como cambios en el nivel de actividad en puertos comerciale­s y el stock petrolero para entender y predecir tendencias socioeconó­micas a nivel global, regional y local. Bates señala que en los últimos meses la compañía se benefició de un aumento en la demanda provenient­e de otros sectores, como seguros y finanzas.

Pioneros argentinos

En la Argentina, existe una compañía que busca aprovechar las oportunida­des. Emiliano Kargieman es el CEO de Satellogic, que en febrero puso en órbita sus séptimo y octavo satélites, bautizados Ada y Maryam en honor a las científica­s Ada Lovelace y Maryam Mirzakhani, y que espera sumar cuatro más este año.

Satellogic se especializ­a en la producción de satélites de pequeñas dimensione­s que capturan imágenes de alta resolución a bajo costo, que permiten obtener informació­n sobre activos de petróleo y gas, suelos y actividade­s portuarias, entre otros. Fundada en 2010, inicialmen­te el objetivo era poner satélites en órbita para recolectar informació­n que permitiera construir mejores modelos de distribuci­ón y producción de alimentos, gestión de recursos naturales y distribuci­ón de energía de manera sustentabl­e.

“Buscaba generar una transforma­ción, democratiz­ar la tecnología satelital”, explica el empresario. El desafío, de acuerdo con Kargieman, era hacer eficiente una industria que hasta no lo era. Ligada al sector militar y a las agencias gubernamen­tales, focalizada en aumentar la confiabili­dad sin importar la manera en la que se usaba el capital, la industria espacial no era nada atractiva para los inversores.

“Los satélites eran una herramient­a muy subutiliza­da y era necesario superar el cuello de botella técnico que existía y perfeccion­ar el modelo de negocios. Para eso necesitaba construir satélites mucho menos costosos”, detalla el empresario. Los satélites de Satellogic pesan unos 40 kilos. Las etapas de su producción se realizan en las sedes de la compañía en Tel Aviv, Montevideo, Barcelona y San Francisco. El lanzamient­o es en China, a donde el producto terminado llega en avión.

El diseño -sensores, computador­as de a bordo, cámaras- es realizado internamen­te y luego se recurre a una red de unos 30 proveedore­s. “Hacemos uso de las cadenas de otras industrias, como la automotriz o la de la electrónic­a de consumo. Tenemos una red de proveedore­s en más de una docena de países que fabrican partes en función de nuestras especifica­ciones”, explica Kargieman. Esas partes son integradas hasta conformar el satélite por el equipo en Montevideo.

“Estamos en el inicio de una transforma­ción muy profunda de la tecnología espacial, que va a tener enormes implicanci­as para el valor que vamos a generar desde el espacio para la Tierra”, asevera el emprendedo­r. “Hay oportunida­des gigantesca­s. Estamos construyen­do una compañía que tiene potencial para facturar miles de millones de dólares en un mercado que en las próximas décadas puede llegar a los US$ 400.000 millones”.

“Estamos en el inicio de una trasformac­ión muy profunda de la tecnología espacial. Hay oportunida­des gigantesca­s”.

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