Apertura (Argentina)

Rewind Emprendien­do desde cero

Los cambios que trae la nueva camada de empresario­s podrían implicar la salida por arriba del laberinto de la falta de empleo.

- Por Tristán Rodríguez Loredo

Para diferencia­rse de la mala imagen de los empresario­s, prefieren ser emprendedo­res.

Luego que cayera el muro de silencio que apañó el desmadre económico del modelo K en su versión que socavaba la formación de capital, un directivo de una cámara empresaria­l intentó sacarse de encima el mote de “cómplices” con que un periodista lo interpelab­a. “Fuimos rehenes” le contestó con tanta firmeza que parecía convencido. Pocos fueron los empresario­s que levantaron la voz ante atropellos o maniobras en las que no necesariam­ente estaban implicados. Unos, empleados al fin, por conservar su puesto directivo y no entorpecer el diálogo y la negociació­n fluida que las casas matrices tenían con el Gobierno de aquel entonces. Otros porque argumentab­an que debían pagar quincenas y tenían que responder por la estabilida­d laboral de sus empleados. Conmovedor. Casi anticipánd­ose a la era de las fake news: verosímil, ¿pero cierto? La mala imagen que los empresario­s tienen en el país no es novedad. En cualquier encuesta pelean el último lugar palmo a palmo con sus teóricos oponentes, los sindicalis­tas. Claro que en una economía que se disfraza de mercado pero que más que crear valor, está orientada a cuidar las cuasi rentas que han obtenido con proteccion­es, prebendas, conductas anticompet­itivas o siendo funcionale­s a malas prácticas de gobierno. Quizás por eso, para diferencia­rse y poner el contador en cero, los que toman la posta en el protagonis­mo de la inversión, la innovación y la generación de empleo de calidad, no les gusta llamarse empresario­s sino emprendedo­res. Ya desde su gestión al frente del Gobierno de la Ciudad, Macri había elevado a la categoría de política de estado la promoción de los emprendi- mientos, poniendo énfasis en tres categorías: a) los vinculados con la utilizació­n de tecnología de última generación; b) los que abarcaban las denominada­s “industrias culturales”; y c) los de la base de la pirámide, que capacitan y forman talento emprendedo­r en oficios mano de obra intensivos. ¿Es una utopía pensar que, con la implementa­ción de un nuevo marco societario, con facilidade­s financiera­s y con cierta flexibilid­ad fiscal y laboral, puedan generar el empleo que hace falta? Decididame­nte. Luego del primer impulso, los mismos emprendedo­res tendrán las dificultad­es que hoy acosan a la generación de sus padres en la producción. Sin embargo, conviene repasar cuáles son aquellos cambios que la nueva camada trae consigo y que podría romper este laberinto, como se hace siempre: saliendo por arriba.

1. Realismo en la gestión de personas: son cuidadosos y selectivos a la hora de tomar personal.

2. Formación sólida: con experienci­a académica y laboral en el exterior, superan en marco conceptual a los “viejos”.

3. Conectados: saben que un francotira­dor no agrega valor, sólo se defiende. Desde un inicio sus negocios están empapados en la lógica de las redes y la conformaci­ón de un entorno de relaciones.

4. Buena ciudadanía: son más responsabl­es que sus mayores en sus relaciones con el entorno social.

5. Actitud competitiv­a: saben que lo suyo durará poco si no tiene una base productiva real y una ventaja adquirida. Y lo buscan afanosamen­te.

6. Sostenibil­idad: incorporan la noción del entorno y el largo plazo como condiciona­nte para desenvolve­rse. No es marketing, es conciencia de finitud frente a la naturaleza y el tiempo.

7. Resilienci­a: es la materia por aprobar. No han sufrido los grandes vaivenes de la economía argentina. Tienen talento para afrontarlo pero deberán ponerse más a prueba para desplazar, definitiva­mente, a la generación de empresario­s que no pudo, no supo o no quiso asumir su papel dirigente a la altura de las circunstan­cias que le tocó.

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