Rewind Emprendiendo desde cero
Los cambios que trae la nueva camada de empresarios podrían implicar la salida por arriba del laberinto de la falta de empleo.
Para diferenciarse de la mala imagen de los empresarios, prefieren ser emprendedores.
Luego que cayera el muro de silencio que apañó el desmadre económico del modelo K en su versión que socavaba la formación de capital, un directivo de una cámara empresarial intentó sacarse de encima el mote de “cómplices” con que un periodista lo interpelaba. “Fuimos rehenes” le contestó con tanta firmeza que parecía convencido. Pocos fueron los empresarios que levantaron la voz ante atropellos o maniobras en las que no necesariamente estaban implicados. Unos, empleados al fin, por conservar su puesto directivo y no entorpecer el diálogo y la negociación fluida que las casas matrices tenían con el Gobierno de aquel entonces. Otros porque argumentaban que debían pagar quincenas y tenían que responder por la estabilidad laboral de sus empleados. Conmovedor. Casi anticipándose a la era de las fake news: verosímil, ¿pero cierto? La mala imagen que los empresarios tienen en el país no es novedad. En cualquier encuesta pelean el último lugar palmo a palmo con sus teóricos oponentes, los sindicalistas. Claro que en una economía que se disfraza de mercado pero que más que crear valor, está orientada a cuidar las cuasi rentas que han obtenido con protecciones, prebendas, conductas anticompetitivas o siendo funcionales a malas prácticas de gobierno. Quizás por eso, para diferenciarse y poner el contador en cero, los que toman la posta en el protagonismo de la inversión, la innovación y la generación de empleo de calidad, no les gusta llamarse empresarios sino emprendedores. Ya desde su gestión al frente del Gobierno de la Ciudad, Macri había elevado a la categoría de política de estado la promoción de los emprendi- mientos, poniendo énfasis en tres categorías: a) los vinculados con la utilización de tecnología de última generación; b) los que abarcaban las denominadas “industrias culturales”; y c) los de la base de la pirámide, que capacitan y forman talento emprendedor en oficios mano de obra intensivos. ¿Es una utopía pensar que, con la implementación de un nuevo marco societario, con facilidades financieras y con cierta flexibilidad fiscal y laboral, puedan generar el empleo que hace falta? Decididamente. Luego del primer impulso, los mismos emprendedores tendrán las dificultades que hoy acosan a la generación de sus padres en la producción. Sin embargo, conviene repasar cuáles son aquellos cambios que la nueva camada trae consigo y que podría romper este laberinto, como se hace siempre: saliendo por arriba.
1. Realismo en la gestión de personas: son cuidadosos y selectivos a la hora de tomar personal.
2. Formación sólida: con experiencia académica y laboral en el exterior, superan en marco conceptual a los “viejos”.
3. Conectados: saben que un francotirador no agrega valor, sólo se defiende. Desde un inicio sus negocios están empapados en la lógica de las redes y la conformación de un entorno de relaciones.
4. Buena ciudadanía: son más responsables que sus mayores en sus relaciones con el entorno social.
5. Actitud competitiva: saben que lo suyo durará poco si no tiene una base productiva real y una ventaja adquirida. Y lo buscan afanosamente.
6. Sostenibilidad: incorporan la noción del entorno y el largo plazo como condicionante para desenvolverse. No es marketing, es conciencia de finitud frente a la naturaleza y el tiempo.
7. Resiliencia: es la materia por aprobar. No han sufrido los grandes vaivenes de la economía argentina. Tienen talento para afrontarlo pero deberán ponerse más a prueba para desplazar, definitivamente, a la generación de empresarios que no pudo, no supo o no quiso asumir su papel dirigente a la altura de las circunstancias que le tocó.