Apertura (Argentina)

Señales a contramano

- Pablo Ortega

La necesidad –o mejor dicho, la urgencia– de aumentar las exportacio­nes debería ser una verdadera política de Estado a esta altura en la Argentina. Un consenso que nadie ponga en discusión. Y exportar más, se sabe, no es una tarea de un día para el otro: demanda un esfuerzo consistent­e de apertura de mercados, estímulos adecuados y, sobre todo, estabilida­d en las reglas. Nada que escape a una lógica de planificac­ión y horizonte a mediano y largo plazo. Pero en el país de la mirada corta y las urgencias tóxicas, tropezar con la misma piedra se transformó en una práctica recurrente. Un error del que no se aprende nunca. El cierre de las exportacio­nes de maíz decidido el último 30 de diciembre por el Gobierno para priorizar el mercado interno –bajo el supuesto de que la mayor oferta del grano hará bajar el precio de alimentos como pollo o carne– significó el regreso a un pasado que se resiste a quedar atrás. La Argentina produjo en la última campaña 55 millones de toneladas de maíz, más que de soja incluso. Un excedente de unos 38 millones para vender al exterior una vez que se deduce el consumo local. Se necesitan dólares como el agua para reforzar las reservas del Banco Central e importar. Pero frente al aumento de la inflación –cuyo origen responde a otros motivos– y el temor a un faltante del grano en el verano se optó nuevamente por la salida rápida del intervenci­onismo. Una fórmula anacrónica que ya fracasó y que reabre un frente de conflicto con el campo. La caída del stock ganadero en los primeros años de la última década, cuando también se impusieron restriccio­nes a la exportació­n, debería servir de lección de lo que no hay que hacer. Cuando se alteran forzadamen­te los precios, sobreviene la escasez y cae la producción. Es de manual y está probado. ¿Quién va a invertir para producir más o exportar si le cierran un mercado de un día para el otro y le alteran las condicione­s? Las señales a contramano no solo causan efectivos nocivos en el sector específico que las sufre: atentan contra la inversión en general. Una película mil veces repetida. Apuntalar las exportacio­nes con incentivos y marcos estables debería ser una prioridad estratégic­a que no quede solo en palabras o buenas intencione­s. El rebote previsto para la economía mundial este año luego del desplome de 2020 –si una segunda ola del Covid-19 no altera el escenario– y la suba de las commoditie­s, con la soja encima de los US$ 500 la tonelada, traerán un poco de oxígeno. Representa­n un hipotético ingreso extra de más de US$ 5000 millones para la Argentina en 2021. Pero no se puede perder de vista que, aun con precios de materias primas más altos, se llegó a exportar por US$ 84.000 millones en 2011. Este año, apenas se superarán los US$ 60.000 millones. Para conseguir un verdadero impulso exportador hay que eludir primero la piedra del pasado. Hasta el próximo número,

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina