Apertura (Argentina)

Fuga de cerebros

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La brecha cambiaria tienta a programado­res y otros exportador­es de servicios a trabajar directamen­te para empresas del exterior. En el sector aseguran que no pueden competir contra esos salarios.

El rubro servicios es uno de los sectores que más creció en exportacio­nes. Datos oficiales señalan que la economía del conocimien­to ingresa al país cerca de US$ 6000 millones al año, una cifra que ubica al sector como el tercer complejo exportador del país. Se trata de un sector intensivo en recursos humanos y con bajo nivel de bienes de capital e insumos importados. Sin embargo, pese a su relativame­nte baja demanda de divisas, la falta de dólares les genera un problema extra a la hora de encontrar el personal adecuado para funcionar. Si hay algo que dejó bien claro la pandemia, es que con una computador­a personal y acceso a Internet se puede trabajar desde cualquier lado. Y muchas compañías están aprovechan­do el momento para contratar empleados fuera de las fronteras, a los que les pueden pagar considerab­lemente menos de lo que cobrarían en los países en los que están basadas. El fenómeno no es nuevo, pero la brecha cambiaria lo acentuó e hizo que cada vez más personas, especialme­nte en el mundo tecnológic­o, adoptara esta modalidad de trabajo. “Muchos tienen una cuenta bancaria fuera del país o una cuenta de servicios como Paypal y reciben el pago directamen­te en dólares. Si los ingresan por el mercado informal, obtienen $ 150 por dólar y los salarios que reciben les rinden mucho más”, dice Sergio Candelo, presidente de la Cámara de la Industria del Software Argentina (Cessi). En su opinión, la diferencia­ción del tipo de cambio genera una competenci­a desleal. Los empleadore­s off shore no están sujetos a regulacion­es laborales ni pagan ningún tipo de carga laboral. Así, todo el dinero que invierten en el empleado llega a manos del trabajador. Una compañía con sede en los Estados Unidos puede contratar empleados en la Argentina por entre US$ 2000 y US$ 3000, un salario sensibleme­nte menor que lo que pagaría en su país de origen. Si se ingresan las divisas por el mercado informal, se habla de salarios de entre $ 300.000 y $ 450.000, muy por encima de los $ 74.870 que cobraba en septiembre último un desarrolla­dor senior, según los números de la Cessi. “En cambio, para una empresa local el costo de contratar una persona es muy alto. La falta de dólares pone en una situación muy desventajo­sa con respecto al mundo. Y eso sin contar que el que empieza a trabajar para afuera sale del sistema y deja de hacer aportes. En el mejor de los casos paga el monotribut­o”, señala. En opinión de Candelo el tipo de cambio actual no está mal para el sector. En teoría, la exportació­n de software es competitiv­a. Sin embargo, la brecha entre dólar oficial y paralelo genera ruido. Muchas personas –y también compañías– tienen la sensación de que están recibiendo $ 90 por dólar exportado cuando podrían obtener $ 150. “Es más un problema de ruido en la toma de decisiones que otra cosa.cuando se empiezan a ver estas diferencia­s de tipo de cambio se mete ruido. Por dónde se factura, cómo se trae el dinero. Y está claro que es un negocio diferente si se puede facturar desde otro país. Todo eso desvirtúa la actividad”, destaca Candelo. Pero la fuga de recursos humanos no es el único problema que enfrentan las compañías del sector. Muchos de los data centers que tienen las compañías están en la nube, con proveedore­s internacio­nales como AWS, Huawei o Microsoft y que se pagan en dólares. “Muchas veces los tiempos de los bancos para autorizar los pagos se estiran y hacen engorroso el proceso. Pero si se decide pagar con tarjeta de crédito, se encarece porque se debe agregar el 30 por ciento del impuesto país y adelantar el 35 por ciento del impuesto a las ganancias”, se queja Candelo. Por estos días, el sector enfrenta un nuevo frente de batalla, con la posibilida­d de que se vuelva a poner aranceles a las importacio­nes de notebooks. De esta manera se encarecerí­a uno de los pocos insumos que utilizan en la industria.

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