La vejez en las alturas
La torre Júlia, proyecto de tres jóvenes arquitectos catalanes, encierra varias singularidades funcionales y compositivas dentro de un paquete que, a primera vista, se podría llamar clásico. Esa es la primera idea que uno se forma al ver erguido a este paralelepípedo de base cuadrada con sus 17 plantas. Un edificio no demasiado alto que se las arregla para gobernar, desde esas alturas, la periferia más bien baja de esa parte de Barcelona. El proyecto forma parte de la urbanización de uno de los lotes residuales de la construcción de la Ronda de Barcelona en el 92. En el mismo terreno concurren un centro deportivo, una residencia y este edificio de viviendas tuteladas para gente mayor. A su alrededor, un espacio público que se extiende desde la calle hasta definir una plaza que da acceso a los distintos equipamientos. La primera novedad funcional de este edificio es la de su destino: vivienda para adultos mayores. Un tipo de uso que no resulta habitual en estas tierras. La segunda novedad surge de un agrupamiento programático bastante especial para un edificio en altura. La construcción se divide en tres paquetes verticales, cada uno llamado “comunidad”, y cada uno, asociado a un espacio de uso social, donde se organizan la mayor parte de las actividades comunes de los usuarios. Estos espacios constituyen el corazón de la propuesta y se expresan en la fachada de una forma nítida. A su vez, las escaleras se muestran como sistema funcional y simbólico de la conexión entre niveles, convirtiendo a la envolvente en una superficie cambiante y diversa. Pasillos anchos con vistas a la ciudad, escaleras recorriendo el exterior, dobles alturas en sus plazas interiores y una cubierta soleada configuran una propuesta divertida e inspiradora.