Audacia y optimismo urbano
Acostumbrados a manejar un grado de audacia controlada desde que ganaron el concurso del Malba en los 90, de todos modos, los arquitectos Gastón Atelman, Martín Fourcade y Alfredo Tapia siempre buscan una vuelta distintiva para sus proyectos. En el nuevo edificio del Banco de Galicia, supusieron un crecimiento máximo para el entorno y crearon un edificio que, de alguna manera, lo contradice. Hoy, el edificio recién inaugurado luce como un visitante extraño en una manzana de Chacarita repleta de construcciones bajas e insulsas. Con solo verlo, es posible pensar que la zona va a cambiar, sobre todo a partir de la llegada de esta nueva sede corporativa, y esa es la gran apuesta del estudio cordobés. Pero, mientras esperan que el entorno progrese hasta alcanzar el tope de lo que permite el código actual, su proyecto se da el lujo de no completar esas alturas máximas, ni llenar el FOT permitido. En su lugar, crea terrazas, escalonamientos, retranqueos y balconeos que articulan el brillante volumen acristalado de doble piel. Alturas mínimas sobre la calle más angosta y veredas de casi 13 metros, son los primeros indicios de esa adecuación morfológica a las condiciones circundantes. A nivel de la vereda, la fluida entrada a la sucursal en la esquina, y la segunda entrada a las oficinas, anuncian detalles singulares tanto en la envolvente como en los interiores. Elegante, llamativo, algo caprichoso si se quiere, y optimista. La nueva construcción tienen todo lo que un emblema corporativo debe tener. De paso, nos habla sofisticadamente de sustentabilidad y adecuación al entorno. Audacia controlada.