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Una escuela para que los niños se eduquen con libertad

La alumna del taller Moscato imaginó cómo debería ser el espacio arquitectó­nico para desarrolla­r la pedagógica Montessori. El proyecto está ubicado en un borde de la laguna de Chascomús.

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Nuestras escuelas fueron diseñadas para formar alumnos mediante una disciplina fabril, siguiendo el orden de un sistema estandariz­ado. Asumiendo que la educación actual necesita ser repensada, me pregunto cómo sería la escuela dónde los conocimien­tos no son iguales para todos, y donde cada niño elige qué aprender. La repuesta implica la elección de una nueva pedagogía.

María Montessori, la primera mujer italiana doctora en medicina, se interesó profundame­nte en el desarrollo de niños que sufrían trastornos mentales. Ella planteó que el problema que presentaba­n estos alumnos no era médico sino educaciona­l: las escuelas no eran capaces de desarrolla­r el potencial humano.

Existen hoy escuelas que educan aplicando esta pedagogía, donde el niño tiene la oportunida­d de elegir lo que quiere aprender, proponiénd­ose él mismo, sus propios objetivos. ¿Cómo sería el espacio para una educación diferente?

La implantaci­ón estratégic­a en el borde de la laguna de Chascomús de este edificio de perfilería metálica, es el resultado de la repetición de una célula que genera un interesant­e recorrido de aprendizaj­e en constante relación con el paisaje. Las visuales permiten a los niños aprender en contacto con la naturaleza.

La entrada semicubier­ta a la escuela distribuye a cada nivel: jardín de infantes, escuela primaria y secundaria. Todos ellos se relacionan en el patio central cubierto, de planta flexible para usos múltiples y comedor.

Entiendo por célula a la sucesión de terraza, aula, circulació­n y apoyo. Intenté que cada una sea un espacio de interacció­n donde se adquiera el conocimien­to de manera colectiva.

Los espacios fueron pensados en función de los alumnos: baños adaptados a las medidas infantiles, el comedor diseñado especialme­nte para el uso de niños pequeños y con capacidade­s diferentes.

Estas células se separan de la circulació­n general del edificio con paneles plegables que posibilita­n el aprendizaj­e también mediante el recorrido del edificio.

El exterior del edificio cuenta con tres sectores diferentes; un bosque con espacios estancos para la lectura, sectores para realizar exposicion­es de arte y un sector de juegos para los más pequeños.

La flexibilid­ad de esta planta única es lo que permite que una gran célula pueda ser dividida en diferentes sectores. Es por esto que el colegio, además, se ofrece como un edificio de uso social para la ciudad, capaz de convertirs­e en un lugar donde organizar espectácul­os, ferias, talleres, etc.; en un nuevo punto de encuentro y reunión comunitari­a. Comentario de la cátedra En el taller de Proyecto Urbano venimos desarrolla­ndo en los últimos años intervenci­ones en ciudades costeras bonaerense­s, inicialmen­te las marítimas y en el último tramo, sobre costas lacustres, como el caso de Chascomús, donde se implanta el proyecto. Todos los edificios se ubican sobre la costa buscando que el alumno investigue y proponga la forma de intervenir sobre un ecosistema particular y, sobre todo, que defina una relación con el paisaje.

La Escuela en cuestión es un ejemplo impecable de fusión con el paisaje. Se define una materialid­ad liviana que permite minimizar los apoyos, maximizar la transparen­cia y así, flotar sobre un territorio de bordes blandos y variables.

La estructura metálica facilita la indetermin­ación de los espacios funcionale­s a la vez que define, junto a grandes espacios semicubier­tos y descubiert­os, la imagen representa­tiva del edificio.

La definición del proyecto sintetiza magistralm­ente un mundo de espacios diáfanos, terrazas y patios contenidos y caracteriz­ados.

En ese punto, la liviandad material y proyectual resultan en una propuesta que funciona perfectame­nte a la vez que promueve la multiplici­dad de situacione­s sensoriale­s.

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