EL CREDO DEL ARTE Y LA MATERIA
Como ocurrió el sábado pasado, desde hace 32 años, cada 1° de julio se festeja el Día del Arquitecto. En realidad, hasta 1996 se llamaba Día Internacional de la Arquitectura. Fue entonces, cuando durante el Congreso Internacional de Arquitectura que se desarrolló en Barcelona, la UIA pasó la celebración al primer lunes de octubre. Pero la Federación Argentina de Entidades de Arquitectura decidió mantener el 1° de julio como celebración nacional.
Así fue como arquitectos y arquitectas argentinas festejamos un día nosotros por nosotros, y otro con todo el mundo por la disciplina que profesamos. Sin embargo, tal división no existe. Nuestra disciplina y nuestra profesión nos construyen como arquitectos.
Disciplina es la ciencia académica que se desarrolla, investiga, se aprende y enseña en un ámbito universitario. La profesión, por su lado, es la aplicación práctica de esa ciencia y todas las normas legales y éticas que la rigen.
Profesión y disciplina arquitectónicas nacieron, tal y como las conocemos, durante el Renacimiento. En ese momento, el pensamiento empezó a separarse de la práctica estricta que basaba su instancia crítica en el método de ensayo y error. La búsqueda de estructuras esbeltas de las catedrales caracterizó los últimos estertores del período Gótico. La nueva arquitectura renacentista que aparecía en ese momento organizó el pensamiento como una actividad académica y la práctica como una transacción entre ese pensamiento y la necesaria existencia de un cliente, en aquel entonces, “El Príncipe”.
La fotografía de este último aniversario muestra a la disciplina en un bajo nivel de debate y reflexión, un poco como producto de un década de mucha actividad que dejó exhaustos los reflejos y exiguos los tiempos para la discusión. Pero también, como muestra del desánimo por generar propuestas innovadoras dado el contexto cada vez más conservador en el que vivimos.
La profesión, en tanto, sigue arrastrando su marca de origen, la continua tensión ideológica y cultural con “El Príncipe”. En esta tensión se inscriben problemas eternos como honorarios, concursos y el del trabajo en el Estado, por no citar el trabajo entre colegas.
Más allá de esta instantánea de nuestro momento, arquitectos y arquitectas siguen siendo los únicos que luchan por mantener arte y materia como parte de un mismo credo ¡Brindemos!