Sergio y Jack Fahrer, hermanos paulistas con acento porteño
Veranos en Buenos Aires, rock nacional y una silla inspirada en Fito Páez: improntas que no olvidan.
Jack ostenta tatuajes por todo el cuerpo, toca la guitarra en una banda de rock y en su heladera tiene una foto con su abuelo en la playa de Miramar. Sergio toca el bajo y diseña líneas de mobiliario con un adn 50% paulista y 50% argentino. Los hermanos Fahrer dirigen una firma de diseño con sucursales en París, Londres y Milán. Y sus piezas pasaron por el Moma y el Guggengheim de NY. Pero no se olvidan de Buenos Aires.
Los hermanos músicos y diseñadores guardan en la memoria instantáneas de veraneos porteños. De padre austríaco y madre argentina, visitaban a los abuelos entre diciembre y marzo. Paseos, comidas y rock nacional como banda de sonido de esa época les dejaron un acento inconfundible.
Hace unos años, Sergio cenaba en un restaurante de la calle Quintana, en Recoleta, el mismo que habían elegido Fito Páez y Mauricio Macri. “Esperé hasta el postre para acercarme a Fito y contarle la historia de una silla bautizada con su nombre”, dice Sergio. De ese encuentro surgió una amistad, pases para los recitales en el Luna Park y tragos post show junto a Cecilia Roth y Ricardo Darín. “Fito me encargó muebles para su estudio, y la silla fue de regalo. Desde entonces, cada vez que viene a San Pablo me invita a los conciertos”, dice el autor de la Chaise paso Doble, la silla Buenos Aires y la mesa Sui Generis, que forma parte de la escenografia del noticiero de TV Globo.
“Crecí escuchando a Serú Giran, soy fanático de Boca y aún recuerdo el olor de la calle Cucha Cucha, donde mi abuelo tenía una fábrica. La Paternal fue mi lugar en el mundo. Con Buenos Aires me une una referencia emocional muy fuerte. Y preferíamos Miramar a Punta del Este”, aseguran Sergio Fahrer en el amplio showroom de Vila Madalena, el barrio de diseño de San Pablo.
De adolescentes estudiaron música en la Universidad MIT de Los Ángeles. Mientras Jack terminó la carrera, Sergio descubrió su vocación por el diseño de casualidad. “Me dolía la espalda. Arreglaba instrumentos en sillas muy incómodas. Y se me ocurrió diseñar una inspirado en el cajón peruano de percusión (foto 5). La intervine con 1.500 púas fundidas, y fue un éxito en la universidad”, relata el autor de la pieza, en madera curvada. Fue en 1992 y al año siguiente, Eric Clapton usó la silla Blues en un concierto. A partir de entonces, las nociones de ergonomía dominaron los desarrollos de estos hermanos que comparten viajes, escenarios, guitarras, muebles y una memoria emotiva con el mismo sello, el porteño.
Sus diseños pasaron por el MOMA y el Guggenheim de Nueva York. Y la silla Blues fue elegida por Eric Clapton para un concierto en 1993.