Tres generaciones y dos apellidos que hacen historia
Silvia Hirsch, Berardo Dujovne y María Dujovne repasan los hitos del estudio que contribuyó a crear el paisaje urbano de Buenos Aires.
De la vivienda social a la Torre Trump en Punta del Este. De la Algodonera al edificio El Faro, en Puerto Madero. Del estadio de Racing a los Silos de Dorrego. Al estudio DujovneHirsch y Asociados se lo puede identificar como el autor de múltiples tipologías y proyectos emblemáticos de la ciudad de Buenos Aires. Pero también en obras icónicas del interior del país. Los arquitectos Silvia Hirsch y Berardo Dujovne desparramaron urbanidad arquitectónica desde los comienzos, cuando en 1964 se incorporaron al estudio de los ingenieros Israel Dujovne y Gregorio Faigón, los pioneros. Recién llegados de Europa -donde Berardo Dujovne cursó una beca en Francia- se hicieron cargo de los proyectos y empezaron a delinear un nuevo formato. En 1991 se sumó María Dujovne, la mayor de cuatro hermanos y la única que siguió la carrera (ver Mi hijo..., en la página 22) Reunidos por ARQ, los Dujovne Hirsch repasaron los hitos del estudio, el reparto de roles, el compromiso con la profesión y la trayectoria académica. Verificar el camino plantea una hoja de ruta que se actualiza día a día, y permite delinear el sello que los identifica desde hace cuatro décadas: estilo sobrio, eficiente y sustentable, un patrón general. ¿Reconocen un lenguaje común que defina los primeros años? Silvia Hirsch: Los primeros años estuvieron marcados por los proyectos de vivienda social. Sobre todo en el
Sur, donde se desarrollaban los planes del Estado financiados por el Banco Hipotecario. Buscábamos lenguajes propios, caminos distintos y soluciones tecnológicas que aportaran recursos para los usuarios. La Patagonia fue el punto de partida, entre los ‘70 y los ‘80, con obras como el Barrio COINAR, en Trelew (1987), un conjunto de departamentos con expansiones al exterior y ladrillo a la vista. Otro ejemplo fue el Edificio Fenix, también en Chubut (1982), donde se generaron espacios de encuentro. A partir de 1990 llegó la época de las puestas en valor, una tendencia que se sostuvo hasta la actualidad. ¿Cuáles son los reciclajes más destacados y qué tipo de operaciones aplicaron? Silvia Hirsch: El primero, nuestra casa, una vieja caballeriza, donde aún
vivimos. Y después, es difícil elegir. Berardo Dujovne: El Banco de New York, los Silos de Dorrego y cuatro de los docks de Puerto Madero. Estos casos, que marcaron la renovación urbana del área, generaron en el Dock 15 una coyuntura puntual. Se encontraban en la antigua traza de la autopista que en su momento obligó a demoler las dos terceras partes de la construcción. Reconstruimos el volumen con un lenguaje contemporáneo, integrándolo. La idea fue vincular la construcción de principios de siglo, con un lenguaje de fin de siglo. Respetamos la preexistencia con un objeto arquitectónico contemporáneo. La Algodonera fue uno de los puntos de partida que en los ‘90 proponía conjuntos que propiciaran situaciones sociales. ¿Cómo tomaron esas decisiones? Silvia Hirsch: Se planteó un edificio como comunidad, donde suceden muchas cosas y se generan sensaciones de pertenencia. El bar y la piscina configuran el centro social del conjunto. Berardo Dujovne: Logramos circulaciones como calles interiores, recuperando el espíritu existente. María Dujovne: Es un proyecto donde no hubo avaricia por lograr más metros cuadrados.
Entre los otros reciclajes realizados, ¿cuál identifican como desafío?
Berardo Dujovne: El estadio del club Racing de Avellaneda nos planteó un cambio de paradigma. Se trataba de un estadio previo a la TV, con capacidad para 110 mil personas, casi todas paradas. Era un círculo perfecto. Asumimos el desafío de reducir la capacidad a casi la mitad, para sumar una cubierta en la segunda bandeja. Y tuvimos en cuenta un sistema circulatorio para evitar el cruce de hinchadas contrarias.
¿Cómo fue el contacto con Trump por la torre en Punta del Este?
Berardo Dujovne: Nos contactaron los desarrolladores locales (YY Devolopment Group), y les hicimos el proyecto. No dirigimos la obra. Silvia Hirsch: Se trata de un conjunto de altísima categoría. Independientemente de Trump y todo lo que esto implica, nos preocupaba mucho conseguir visuales al mar desde todos los departamentos. El estado de obra actual es la finalización del hormigón y la tabiquería interior. Cada proyecto es un desafío a la imaginación. Siempre tratamos de encontrar nuevas propuestas, resolver lo mejor posible. Esto es algo que nos identifica, nos importan las documentaciones de las obras, las hacemos muy exhaustivas. Que se corresponda la idea de proyecto con la obra que resulta es parte del proyecto. En esta torre, como en todos nuestros proyectos, hay coherencia entre la expresión formal y la forma de construir. Nos manejamos con una ética del diseño, y nuestro hilo conductor se basa en resolver bien, con formas puras, limpias.
María, ¿Te pesa este legado?
Vengo trabajando hace tiempo en este sentido, formándome y esforzándome para esta continuidad. «