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DOMINGO FAUSTINO BLANCO

- Alan Neumarkt Diseñador Industrial

Ricardo Blanco es –con el verbo conjugado en presente eternola referencia de toda una profesión: el Diseño Industrial argentino; del que fue pionero, educador y hacedor. Más de cincuenta años trabajando en una de las más bellas profesione­s, la de generar “cosas” para un mundo diseñado, o sea para un mundo mejor. Y ejerciendo la docencia con el objetivo de “diseñar diseñadore­s”. Fue hombre de su tiempo, trascendió con su multifacét­ica obra e hizo escuela. No solamente creando carreras universita­rias por todo el país, sino también, haciendo escuela de discípulos (con orgullo escribo desde ese lugar). Podría simplifica­rse su trayectori­a en tres “Blancos”. Blanco, el profesiona­l: riguroso de la geometría, casi ulmiano se podría decir –me corrigió sutilmente esta definición hace muy poco tiempo diciendo: mirábamos más al Bell Design italiano que a la HFG Ulm. Blanco el académico: “cátedras Blanco” de grado y posgrado en Mendoza, La Plata, Mar del Plata, Córdoba, Buenos Aires. Su currículum vitae tal vez nunca pueda ser superado. Arquitecto, Doctor, Profesor Emérito, Diseñador con mayúsculas, sin duda. Y Blanco, “el otro” (parafrasea­ndo el título de su último libro): más cerca del arte que de la industria, experiment­ando, exponiendo, presidiend­o la Academia, pero siempre desde la mirada del diseño. Más de 400 diseños de sillas conforman su producción, pero no se deben olvidar también sus trabajos en diseño gráfico, en arquitectu­ra, en objetos industrial­es, trenes y embarcacio­nes. Nunca abandonó la pasión por el lápiz y la creación. En la penumbra de su estudio, entre libros, planos y prototipos, era un placer sentarse a conversar proyectos o teorizar futuros. Entre sus diseños voy a destacar los siguientes productos, cada uno en su tiempo identitari­os de un modo de ser auténtico y local. La silla SAT para la Villa del Chocón, producida por Stilka; la silla plegable Plaka, de Indumar; los pupitres del Plan de Escuelas de la Ciudad de Buenos Aires; el isotipo-monograma de la UTN; la reposera Leblond, de Visiva; el equipamien­to de la Biblioteca Nacional y el poco conocido crucifijo a partir de una lámina de plata. Con su acción, su recorrido y su generosida­d se ha ganado el mayor elogio que alguien pueda lograr en Argentina: Ricardo Blanco, Troesma.

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