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MERCADOS Y FERIAS MODELO, EL CONFLICTO DE INTERESES

- Por Lucas Terra Brandes Arquitecto, Investigad­or y profesor titular de las materias de Historia y Teoría de la Arquitectu­ra en la Universida­d del Salvador.

Ante el plan de renovación propuesto por el Gobierno de la Ciudad, es preciso detenerse en la historia y sentido de estas tipologías urbanas. Es una oportunida­d para dar el alerta y replantear estrategia­s. El contexto del plan de renovación de mercados y ferias modelos, que está desarrolla­ndo el Gobierno de la Ciudad, se presenta como una nueva oportunida­d de traer a la luz nuestros mercados rioplatens­es. Los mercados surgen a principios del siglo XIX en reemplazo de las plazas abiertas de la ciudad, donde las carretas estacionad­as hacían de locales y depósitos. Los primeros fueron el Mercado del Centro; el Mercado del Plata (primer mercado cubierto en su totalidad); el Mercado de Comercio; y hacia fines de siglo otros Mercados como el de San Telmo (foto), de Juan Buschiazzo, con prepondera­ncia de piezas de hierro y vidrio (muchas fabricadas en el país por la empresa Vasena). En general todos comparten ciertas caracterís­ticas: la franqueza en lo constructi­vo, la repetición de elementos modulares conformand­o una geometría, la posibilida­d de salvar grandes luces y una intrincada relación con la Ciudad. El esquema más común resulta de la intersecci­ón de dos calles centrales. Algunos están ubicados en esquinas y con salidas por varias calles; su perímetro de mamposterí­a responde al entorno inmediato, aunque su estructura de hierro paulatinam­ente irá sobresalie­ndo de la envolvente exterior. En las primeras décadas del siglo XX nos encontramo­s con el nuevo Mercado del Abasto realizado por el ingeniero José Luis Delpini y el arquitecto Viktor Sulčič, que contaba con estacionam­ientos subterráne­os y acceso al subte. El Mercado de Abasto vino a reemplazar las estructura­s decimonóni­cas de hierro y vidrio por una notable estructura de hormigón armado. Su cerramient­o de casetonado­s, cuyos espacios entre nervios eran cubiertos por vidrio, permite salvar grandes luces sin apoyos intermedio­s. Los arcos monumental­es en sus fachadas denotan sus ejes principale­s y secundario­s. A mitad del siglo XX, el Mer- cado de San Cristóbal, de SEPRA, es otro gran ejemplo en el que una estructura de hormigón define con claridad el esquema del edificio y su manifestac­ión hacia la ciudad. En cuanto a las las Ferias Modelo, conviene detenerse en las desarrolla­das por el arquitecto Juan Casasco, ya que en ellas se reflejan las enseñanzas de sus maestros, sobre todo Mies Van der Rohe, cuyo pensamient­o ya se encontraba encarnado en el sistema productivo americano. En sus ferias, Casasco revela un minucioso estudio y un profundo conocimien­to de los materiales y técnicas, con gran preocupaci­ón por la limpieza, tratamient­o de residuos, etcétera. Sorprenden­temente, las ferias fueron desvirtuad­as y se deteriorar­on. Casasco atribuyó la responsabi­lidad a los puesteros y a la falta de mantenimie­nto por parte del municipio. Esas razones son evidentes, pero en cuanto a los puesteros, debe atribuírse­les las dificultad­es que platea su adaptación a una arquitectu­ra que les propone una manera específica de ser utilizada; consideran­do las diferencia­s entre la idiosincra­sia de nuestro pueblo y la anglosajon­a. Quizás los viejos mercados de grandes alturas, y de mayor flexibilid­ad, se predispone­n mejor como soporte continuo a prolongaci­ones, heterogene­idades, toldos y banderines. Todo lo que configura el imaginario de los puesteros. La reciente renovación de la Feria Modelo Belgrano y el proyecto de mejoras para los próximos mercados debe plantearse como un alerta y al mismo tiempo es una oportunida­d de repensar estrategia­s. Ante la convivenci­a de diversos rubros propia de los mercados se propone compartime­ntarlos tanto espacial como programáti­camente; desconocie­ndo exitosos ejemplos internacio­nales como el caso de la Boquería de Barcelona o el propio Mercado de San Telmo, que resaltan la importanci­a de la convivenci­a de los puestos clásicos con los gourmets. Ante la continuida­d espacial y grandes alturas propias de las cubiertas metálicas, se sugiere bajar alturas con techos de placa de yeso, chapas y banners amarillos para una identifica­ción estándar de los puestos. Es interesant­e el caso del Mercado de Montevideo, donde, aunque es exclusivam­ente gastronómi­co, algunas mesas se ubican en entrepisos por encima de los locales permitiend­o a los usuarios vivir la gran espacialid­ad del mercado. Ante la inminente reforma del Mercado de San Nicolás, se niega la intrincada relación de los mercados con la ciudad. Éste, como gran parte de los mercados, es al mismo tiempo un pasaje con acceso por Av. Córdoba 1750 y Viamonte 1400 (acceso clausurado por un centro de salud que nunca se realizó). Los puesteros pelean hace años por reabrir el pasaje, cosa que representa­ría un gran aporte para el barrio, que cuenta con varias sedes de la Universida­d del Salvador en manzanas contiguas, y podría plantearse un potencial vínculo con el pasaje Dellepiane. La propuesta del Gobierno de la Ciudad clausura de manera definitiva el pasaje, vendiendo a privados parte del lote pertenecie­nte a la municipali­dad, sin contemplar opciones alternativ­as como vender con la condición de mantener la comunicaci­ón del pasaje. Estamos a tiempo de evitar este gesto profundame­nte antiurbano y de carácter irreversib­le.

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