HAY QUE REIVINDICAR EL ROL Y EL NOMBRE DE LOS ARQUITECTOS
A partir de lo que dejó la última Bienal de Arquitectura, debemos hacer valer la importancia de los concursos para la generación de proyectos de calidad. Y reconocer siempre a sus autores.
Todas vez que finaliza una edición de la Bienal Internacional de Arquitectura de Buenos Aires (Bienalba) intento hacer un repaso o balance. En esta oportunidad, lo primero que rescato es el marco donde se desarrolló. La Usina del Arte, un lugar de jerarquía mundial, también lo fueron la organización y las presentaciones. De las exposiciones podría destacar la de Lisboa, brindada porCarrillo da Graca; la de Barcelona, ciudad invitada y la aventura de González Moix, argentino radicado en Perú. Pero todas nos sirven para ponernos al día de lo que hay. Escuchar y ver sobre el trabajo de otros, propios y ajenos. Nos aportan para la actualización y la reflexión; también para aprender. Y entrar en contacto, y muchas veces lograr intercambiar ideas con participantes de distintas prácticas. La diversidad es una de las virtudes de la Bienal: ir de los costarricenses de Entrenos, que se autorreferían como un equipo que se presenta como remedo de cantantes de bachata; o de la modestia de nuestro Nicolás Campodónico, hasta la presentación en modo starsystem de Bjarke Ingels. Hubo para todos los gustos. Una fiesta. Sin embargo, algo ensombreció para mí esa fiesta. El Estado Nacional hizo una profusa exposición de obras en todo el país, donde no figuran arquitectos. A excepción de un sólo caso, el proyecto para el nuevo edificio del Archivo General de la Nación, producto de un concurso ganado por los arquitectos de La Plata: Descamp, Estremera y Gavemet. Que por otra parte daba la impresión de ser, junto con el Hospital de Santa Fe, la obra de mayor calidad arquitectónica de las nuevas presentadas. Países como Chile, España, Francia, Holanda, Dinamarca o Inglaterra han conseguido una gran calidad en sus infraestructura públicas gracias a la arquitectura y les han dado una trascendencia popular, que nosotros bien conocemos. Muchos de esos edificios se convierten en emblemas. Uno de los ejemplos más recientes lo tenemos en Buenos Aires y es público: la sede del Gobierno de la CABA, resultado de una licitación ganada por la empresa CRIBA, que presentó un proyecto de Norman Foster + Partners (Londres), asociado con Berdichevsky/cherny y Eduardo Minond (Buenos Aires). Es hoy un edificio de culto para los arquitectos que visitan la ciudad. Sobre este tema instituciones de los arquitectos del país debemos alzar nuestras voces. La arquitectura es una importante herramienta cultural. Además de resolver necesidades funcionales, es transmisora de belleza, que también sirve para enriquecer los valores de la sociedad. Y los concursos, en cualquiera de las diferentes formas en que se los puede convocar (públicos, por invitación, a través de licitaciones, nacionales o regionales), son la mejor forma de conseguir los mejores resultados; y los que suelen dar mayor trascendencia a las iniciativas públicas. No dejemos de reivindicarnos.