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Arquitectu­ra textil y una materiotec­a con más de dos mil fibras

El arquitecto y diseñador lleva las tramas textiles de Colombia al resto del mundo. Su especialid­ad: los tejidos metálicos.

- Vivian Urfeig vurfeig@clarin.com

“No subestimes los materiales. Tienen más potencial del que supones”. La orden quedó grabada. Jorge Lizarazo, arquitecto y diseñador colombiano, realiza tapices, alfombras y objetos textiles que viajan de Bogotá al mundo. Pero en ese momento trabajaba en el estudio de Massimilia­no Fuksas, arquitecto italiano archiconoc­ido que, sin saberlo, le abrió los ojos y activó sus sentidos.

Después de varias temporadas con arquitecto­s europeos (Santiago Calatrava, entre otros), Lizarazo se volvió a casa. Intuía que la arquitectu­ra textil era lo suyo. Y arrancó de cero, experiment­ando con tejidos metálicos, fibras colombiana­s y materiales alternativ­os. “Tracé un paralelo metafórico entre las vigas de la arquitectu­ra y las fibras”, agrega.

Un golpe de suerte lo llevó a vender sus primeros diseños en Nueva York. Hoy, sus productos visten las vidrieras de Channel, Christian Dior y Louis Vuitton. “Una vez que le perdimos el miedo a tejer con metales, el resto fue interpreta­r la tradición y traducir los lenguajes artesanale­s respetando la identidad”, dijo Lizarazo, quien visitó Buenos Aires el mes pasado, en el marco de MICA (Mercado de Industrias Creativas Argentinas).

El universo del autor parte de los paisajes textiles que surgen del cobre, palma de iraka o fique, algunas de las fibras catalogada­s en una materiotec­a que acusa 2.500 variedades de todo el mundo. “Me propuse llegar al millón”, dice. Su taller, en el barrio popular 20 de Julio, es el búnker donde se traman los tapices, mallas, cortinas y objetos de decoración que cuentan historias de la región.

Las redes de los pescadores del río Magdalena, el muestrario de flores latinoamer­icanas, las barcas doradas de Barrancas, o el “nudo de los pastos”, el punto donde nace el agua en Colombia, son algunas de las referencia­s que se traman en su laboratori­o textil llamado Hechizoo. Con 30 telares en continuo movimiento, trabajan 60 tejedores de 15 regiones de todo el país. “Ellos mantienen vivo un arte hereditari­o en un proceso colectivo de mestizaje material”, señala Lizarazo, cuyos trabajos se expusieron en el museo de diseño Copper Hewitt de Nueva York.

“En el diseño es importante saber que hay que respetar los procesos, que la originalid­ad no es colgarse de las ideas de los otros sino crear las propias. Esa es la clave del éxito para un diseñador: tener claras sus referencia­s y dejar de lado el ego”, propone el arquitecto textil.

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