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UN BUEN PRODUCTO SE VENDE MEJOR

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Los estudios Abramzon y Zzarq comenzaron a proyectar Acuña como un edificio con ocho unidades grandes distribuid­as en cuatro plantas. El desarrolla­dor, Hormigaz, quería probar el mercado con esa estrategia, pero consideran­do la posibilida­d de reconfigur­ar el proyecto de acuerdo a la evolución de las ventas. Finalmente, el edificio resultó un mix de unidades de diversa superficie donde no hay plantas tipo. Para trabajar con libertad, los proyectist­as armaron cinco módulos en el ancho del terreno, de manera que cada uno resolviera un ambiente. La combinació­n básica era de dos monoambien­tes en los extremos y una unidad de tres ambientes en el centro. Las distintas configurac­iones de departamen­tos se leen en las fachadas. “El desarrolla­dor nos da mucha libertad para proyectar. Confía en nuestras decisiones porque entiende que la arquitectu­ra de calidad vende mejor. No me refiero a materiales caros sino a la calidad espacial, la luminosida­d”, explica Diego Abramzon. Y destaca que resignar parte de superficie vendible en función de la calidad arquitectó­nica no es habitual en los desarrolla­dores. “En este caso, por ejemplo, fue muy discutida la decisión de enterrar las cocheras para liberar la planta baja para los usos comunes y generar una continuida­d visual desde y hacia la calle”, recuerda. Esta búsqueda por mejorar el producto es difícil de transmitir a los inversores “desde el pozo” a través de los planos o renders. La manera más efectiva que encontraro­n para interesar a los futuros compradore­s es invitándol­os a recorrer otros edificios ya construido­s. Como argumento final de venta, el desarrolla­dor apunta a ofrecer arquitectu­ra de bajo mantenimie­nto como un beneficio a largo plazo.

El desarrolla­dor nos da mucha libertad para proyectar. Confía en nuestras decisiones porque entiende que la arquitectu­ra de calidad vende mejor

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