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EL INGENIO Y LA MISIÓN DE LA ARQUITECTU­RA

- Miguel Jurado Editor adjunto ARQ

Jean Nouvel reedita éxitos en todo el mundo. Su saga empezó en 1987 cuando su ingenioso Instituto del Mundo Árabe lo hizo famoso. Segurament­e ahora, su versión del Louvre para Abu Dahbi no produzca un salto similar en su prestigio, pero lo incrementa­rá bastante. El gigantesco techo que cubre esa especie de kasbah museística construida sobre el agua recuerda a los diafragmas del Instituto parisino, pero los de Abu Dahbi son muchísimo más grandes y no se mueven ni un poquito. Solo filtran la luz a la manera de una tradiciona­l celosía árabe. Las referencia­s culturales son muy valoradas. Podríamos decir que cuando las obras crecen en tamaño y presupuest­o se requiere mucho menos ingenio. Por el contrario, ante la escasez de medios, el ingenio lo es todo. Aquí, en nuestras costas, el arquitecto Roberto Frangella acaba de recibir un premio por un trabajo más modesto pero inmensamen­te valioso. Se trata de un sistema modular construido en chapa y estructura de acero que utilizó en Isla Maciel para construir dos casas. Osvaldo y Tres hermanas, el nombre de estas construcci­ones, son más que una ayuda para dos familias. Son una manera de entender la sistematiz­ación de las soluciones de vivienda, su relación con la tradición del lugar con un método de construcci­ón sencillo y adecuado a la realidad del lugar. Con notable ingenio y elogiable economía de medios, Frangella, que ha incursiona­do en todas las escalas de la arquitectu­ra, produce un hecho estético a escala doméstica. El premio lo distingue por su concepto de sustentabi­lidad, una aproximaci­ón que Frangella realiza desde la mirada social antes que ambiental. O mejor, desde las dos. Sería muy absurdo pensar que hay un tema ambiental separado del social cuando se habla de sustentabi­lidad. En los últimos meses del año pasado, el arquitecto Rodolfo Livingston también obtuvo una distinción, la de Personalid­ad Destacada de la cultura y la educación en la Ciudad de Buenos Aires. Poco acostumbra­do a los reconocimi­entos de colegas y políticos, Livingston suele decir que se lo merece por criticar tan abiertamen­te a unos y otros. Sobre todo por polemizar sobre la manera en que se enseña arquitectu­ra en la mayoría de las facultades. Alguna vez, un afamado arquitecto le recordaba que Livingston no tenía obras importante­s en el país, ni siquiera en Cuba, donde ha sido y es muchas veces requerido y valorado. Livingston le respondió que sus obras no son objetos, son algo tan invisible como mejorar la vida de las personas. «

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