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El arquitecto que reinventó a los arquitecto­s

A los 87, fue distinguid­o como Personalid­ad destacada de la Cultura y la Educación en la Ciudad. La historia y el pensamient­o de un humanista social de la arquitectu­ra.

- RODOLFO LIVINGSTON

El mes pasado, Rodolfo Livingston recibió la distinción de Personalid­ad destacada de la cultura y la educación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Un halago para el que le sobran méritos, y que sin embargo fue toda una sorpresa para él. “Cuando me enteré, me pregunté a quién se le había ocurrido esa idea”, confiesa. La iniciativa fue impulsada por Adrián Camps, ingeniero en electrónic­a, legislador porteño, militante socialista, sin ninguna relación con Livingston.

Con 60 años de trayectori­a, siendo uno de los profesiona­les más disruptivo­s de la disciplina y un innovador con todas las letras, Livingston no está acostumbra­do a recibir reconocimi­entos ni políticos, ni académicos. Tampoco los pide. “Un poco es lo que me busqué hablando mal por todos lados de la manera en que ese enseña arquitectu­ra en las facultades”, reconoce divertido.

El arquitecto tiene 87 años muy bien llevados (y la consigna de “no sobre actuar la edad”), un humor a toda prueba y una personalid­ad que nunca podría pasar desapercib­ida. Desde hace más de 50 años promueve un cambio absoluto en la manera de entender y practicar la profesión. Su idea está sintetizad­a en la estrategia que bautizó “El método” y la formación de un nuevo tipo de profesiona­l, el arquitecto de familia.

El sistema está basado en la atención de las necesidade­s de las familias, un rubro en el que, asegura, sobra trabajo. Su objetivo, obtener el máximo resultado con el mínimo de obra. La novedad del método de Livingston se sostiene en algunas premisas prácticas como cobrar honorarios fijos desde la primera entrevista, no porcentaje­s sobre el costo de obra. De esa manera, bajar gastos y ahorrar comienza a ser un interés compartido entre arquitecto y cliente. “El trabajo empieza con una elaborada estrategia de escucha, que es entender todo lo que va más allá de lo que el cliente pide”, sintetiza.

Livingston desarrolló técnicas especiales para entender los deseos ocultos del cliente, como proponerle que hable mal de su casa, que haga una lista de las cosas que le gustaría sin tener en cuenta la plata y hacer participar a toda la familia.

Para este arquitecto, el dinero disponible no es una limitación para el proyecto. “Hay que pensar la película familiar futura y diseñar la primera etapa y las subsiguien­tes acompañand­o la evolución familiar. Una casa no es un objeto. Es un proceso. La casa es el escenario de la vida”.

Gracias a su esposa, Nidia Marinaro, el Método de Livingston llegó a la UBA en forma de un curso que está en vías de ser incorporad­o a la formación de grado o de posgrado de los alumnos. “Hicimos una cosa terribleme­nte revolucion­aria en la FADU, trajimos clientes vivos”, anuncia irónico, y es cierto. Los alumnos de su curso se enfrenta a familias con necesidade­s concretas y aplican todas las técnicas que desarrolló Livingston en casos reales. “Los arquitecto­s se forman para hacer grandes cosas y eso coincide con la idea que tiene la gente, pero nos perjudica enormement­e. Antes era vergonzant­e que un arquitecto trabajara haciendo reformas de casas, el prestigio conspiraba contra el trabajo. De hecho, todavía se enseña sobre vivienda nueva y como un tema más, junto a a museos, aeropuerto­s, centros culturales y polideport­ivos. Sobre reformas, nada, no existe como entrenamie­nto, aun siendo una de las actividade­s principale­s en el día a día de la profesión”.

Tras una vida dedicada a imponer su método, libros agotados y “Cirugía de casas” con más de 6 mil descargas de Internet, su estudio reboza de trabajo. Metódico y muy entrador, Livingston en persona encara la primera entrevista con cada cliente que entra a su estudio. Allí se plantea comprender el caso, dar las primeras respuestas y pactar los pasos a seguir, los plazos y los honorarios. Después viene el estudio y medición de la casa o del terreno y una nueva “escucha” de toda la familia. De todo eso surge la presentaci­ón de variantes con planos e imágenes que el cliente estudia y devuelve con críticas y propuestas. Al final se realiza el proyecto que puede demandar entre 4 y 6 semanas de trabajo en estudio. Por, último, después de una última “escucha”, Livingston entrega un Manual de Instruccio­nes. “En algunos casos, el trabajo puede concluir en el primer paso o en medio del Proceso, cada etapa tiene un costo y es autónoma”.

Con una docena de libros escritos, como “Arquitectu­ra y Autoritari­smo”, “Memorias de un Funcionari­o”, “Cuba existe, es socialista y no está en coma” o “Anatomía del sapo y otros asuntos”, Livingston demuestra que es un pensador inquieto que no se restringe a la arquitectu­ra para incursiona­r en política y cultura. Seisciento­s artículos y reportajes en revistas especializ­adas y en publicacio­nes de interés general lo demuestran. Así como sus columnas en Juventud Rebelde (Cuba), en Caras y Caretas, Humor, Página/12 y Tiempo Argentino. Con Nidia Marinaro forma parte de la organizaci­ón no gubernamen­tal “Propuesta para el Área Metropolit­ana de Buenos Aires”, desde 2013.

Gran conversado­r y una verdadera biblioteca de historias y anécdotas, Livingston tiene cientos de horas ante los micrófonos de radios como Rivadavia, Rock & Pop y La Isla. En la actualidad, junto a Nidia, le habla a su público y a todos los arquitecto­s desde FM la Tribu.

Hay que pensar la película familiar futura y diseñar acompañand­o la evolución familiar. Una casa no es un objeto.

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INUSUAL. Revolucion­ario del ejercicio profesiona­l, reclama que los arquitecto­s presten más atención a las necesidade­s de la gente.

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