Un gran creador de escenarios futuristas
Falleció el diseñador de atrios enormes que sirvieron para filmes como Los juegos del hambre.
El 29 de diciembre pasado falleció John Portman, el arquitecto y desarrollador que revolucionó el diseño de los hoteles con atrios futuristas de enorme altura. Tenía 93 años.
Portman se caracterizó por construir torres comerciales que revitalizaron las zonas céntricas decadentes de las ciudades de EE.UU. en la posguerra. En los últimos años, sus obras trasformaron los paisajes urbanos asiáticos desde Shanghai a Mumbai.
Durante medio siglo, Portman redefinió los paisajes urbanos en Estados Unidos. Construyó el Peachtree Center en Atlanta, el Embarcadero Center en San Francisco, el Renaissance Center en Detroit y veintenas de complejos hoteleros, de oficinas y comercios minoristas en Nueva York, Los Ángeles, Chicago, Houston, Fort Worth, San Diego y otras ciudades.
Sus edificios provocaban la admi-
ración del público, aunque no siempre fueron un éxito entre los críticos, quienes los denominaban “islas de concreto” y “ciudades autónomas dentro de ciudades”.
El estadounidense supo combinar los talentos arquitectónicos con la inteligencia de un empresario de bienes raíces. Así es como fue exitoso y, a la vez, una rareza entre sus contemporáneos. Una mezcla de artista y hombre de negocios.
En los 60 y 70, sus hoteles se convirtieron en emblemas. Era rascacielos con atrios escarpados tan altos como para contener a la Estatua de la Libertad, con balcones en voladizo que daban al interior, ascensores de vidrio sibilantes, cascadas, jardines colgantes y restaurantes giratorios en la terraza. Un menú de antídotos excitantes para los lobbies tradicionales de hoteles con ascensores claustrofóbicos y largos pasillos con puertas a los costados como celdas de confinamiento carcelario.
A medida que proliferaban en los Estados Unidos, los hoteles con atrio de Portman fueron ampliamente imitados por otros arquitectos que buscaban capitalizar el entusiasmo embriagador de sus mecenas.
El público disfrutaba muchísimo de los edificios de Portman, elevándose 50 pisos en una cápsula de vidrio como Buck Rogers, o cenando bajo las estrellas mientras la ciudad se movía en círculos a su alrededor como viviendo una noche galáctica. Y ni siquiera debían pagar por una habitación para disfrutar de su arquitectura de fantasía.
Sin embargo, el concepto del atrio monumental tuvo sus contratiempos. El Hyatt Regency Kansas City de 40 pisos, diseñado por tres arquitectos locales con un atrio que imitaba los de Portman, sufrió el derrumbe de dos pasarelas aéreas en 1981 que mató a 114 personas e hirió a otras 216. Fue una de las fallas estructurales más fatales de los Estados Unidos.
Para fines de los 80, con atrios en el Westin Bonaventure en Los Ángeles, el Hyatt Regency en San Francisco, el Marriott Marquis en Nueva York y decenas de otros hoteles, el diseño era tan común que los viajeros ya no se impresionaban y los críticos dijeron que Portman se había repetido con demasiada frecuencia.
Pero sus atrios eran parte de la cultura popular. En la película de 1977, “Las angustias del Dr. Mel Brooks”, Mel Brooks, como psiquiatra acrofóbico, avanza hacia su habitación aferrándose a las paredes en el San Francisco Hyatt. En la película de 1993, “En la línea de fuego”, Clint Eastwood sobrevive a un potencial asesino presidencial en un ascensor de vidrio del Westin Bonaventure.
A medida que el apoyo federal para la renovación urbana se esfumó en los 70, las torres comerciales de Portman fueron saludadas como salvadoras de los centros urbanos, atrayendo nuevamente a turistas y compradores y renovando las economías. Pero algunas de esas experiencias fallaron, y un coro creciente de críticos ridiculizó sus estructuras.
Su Renaissance Center en Detroit fue un ejemplo brillante. Un grupo de cuatro edificios de oficinas de 39 pisos y un hotel de 73 pisos con comercios, restaurantes y teatros fue construido en la década del 70 para salvar a una ciudad deprimida.
Aunque sus torres relucientes sobre el río Detroit eran tan remotas como un castillo de Disneylandia rodeado de nubes, los empleados de las oficinas, los visitantes y los compradores suburbanos podían entrar y salir conduciendo, sin siquiera poner un pie en el centro.
Con la influencia de Frank Lloyd Wright, que armonizaba las estructuras con las personas y los entornos, Portman decía que sus propios edificios, especialmente los hoteles, eran oasis dentro de las ciudades, diseñados para mejorar las experiencias de las personas que los usaban.
“Cualquiera puede construir un edificio y ponerle habitaciones”, le dijo al Times en 2011. “Pero debemos poner a los seres humanos en la prioridad de nuestros procesos de pensamiento. Hay que querer y esperar despertar su entusiasmo. Es como ir en un ascensor de vidrio: todos hablan en un ascensor de vidrio. Cuando uno entra a un ascensor cerrado, todos miran para abajo a sus zapatos. Un ascensor de vidrio permite que el espíritu de la gente se expanda. La arquitectura debe ser una sinfonía”.
Sus colegas decían que Portman, al igual que sus edificios, era orgullosamente autónomo. Alto, de hablar suave, con una sonrisa amable y cabello ondulado, trabajaba incesantemente, no era afecto a la conversación menor y nunca abandonó su leve aire de formalidad del viejo Sur.
El Peachtree Center en Atlanta fue un suceso espectacular: 14 edificios de torres de oficinas, hoteles y galerías de compras abrieron en 1961 con el Merchandise Mart, un complejo mayorista que atraía hordas de compradores. El Hyatt Regency fue construido en 1967 para alojarlos. Hizo famoso a Portman, revolucionó la construcción de hoteles y alentó a que Peachtree se completara. Fue clave para el renacimiento del centro urbano de Atlanta.
“Portman vio que su misión era hacer la ciudad segura para la clase media”, escribió Paul Goldberger (crítico de The New York Times) en 1996, “y lo hizo casi demasiado bien, ya que llenó a Atlanta de edificios que trajeron una especie de mentalidad de mall suburbano al centro”.
John Calvin Portman Jr había nacido en Walhalla, Carolina del Sur, el 4 de diciembre de 1924. Su padre era un trabajador del gobierno y su madre una esteticista. Se crió en Atlanta, donde jugaba al fútbol y se graduó en 1943 en la escuela secundaria técnica. Luego asistió a la Academia Naval, en 1944 y 1945, pero cambió al Instituto de Tecnología de Georgia, donde obtuvo su título en 1950. Después de una práctica con un arquitecto de Atlanta, abrió su propio estudio en 1953. Al comienzo fue difícil, diseñaba farmacias y sedes de la YMCA.
Un creciente respeto por las duras realidades económicas de la arquitectura aceleraron la primera empresa de Portman en bienes raíces, financiando un pequeño edificio médico que él diseñó. El emprendimiento fracasó, pero Portman estaba convencido de que el desarrollo era la clave para el éxito en la arquitectura.
En 1956, se asoció a H. Griffith Edwards, ex profesor de tecnología en Georgia. Portman diseñaba edificios y Edwards, 20 años mayor, gestionaba la construcción, hasta que se retiró en 1968. Tuvieron el crédito conjunto de muchos proyectos, incluyendo el Hyatt Regency Atlanta.
En los 80, Portman desarrolló edificios en Shanghai, Singapur y Corea del Sur. Para fines de la década, el capital se consumía y las regulaciones aumentaban. Su imperio tenía una deuda de 2 mil millones de dólares y tuvo que ceder el control del Peachtree Center.
Sin embargo, en 1991, los prestamistas le permitieron retener la mayoría de sus propiedades y le dieron millones de dólares en capital nuevo a cambio del 8 por ciento de sus activos. Nuevamente, Portman estaba de pie, completando el enorme Shanghai Centre de usos múltiples; y propiedades en Beijing, Kuala Lumpur, Malasia y Mumbai, India.
Rara vez asistía a eventos públicos, aunque recibió muchos premios personalmente y dio fiestas para cientos de personas. Pintaba cuadros abstractos, creaba esculturas y diseñaba muebles en una casa en la playa que él diseñó en Sea Island, Georgia. Escribió con otros autores varios libros, que incluyen El arquitecto como desarrollador (1976, con Jonathan Barnett), eje de un documental de 2011, John Portman: Una vida de construcción.
A los 86, todavía conducía su estudio. “Un pez esta acostumbrado a nadar y un ave a volar”, le dijo al Times en Southern Comfort hablando de lo que le gustaba hacer. “Estoy aquí seis días a la semana, serían siete días si no me hubiera comprometido con mi esposa a tomarme un día libre”. Nunca se retiró.