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LOS ESPACIOS VERDES Y PÚBLICOS SE DISEÑAN

- Berto González Montaner Editor general

Quizás sea un extremo lo que hicieron y contaron acá durante la última Bienal el argentino Ricardo Flores y la catalana Eva Prats con la Sala Beckett. Tomaron los elementos de un edificio en ruinas y con eso armaron un centro teatral de vanguardia que publicarem­os en próximas ediciones. Ellos entienden que los edificios pueden tener una segunda oportunida­d, recuperand­o y valorizand­o su memoria.

Algo así deben haber pensado Lacroze-miguens-prati con Felipe de Ocampo cuando se encontraro­n con un galpón ladrillero en Pehuajó, cerca de la estación, en un terreno donde tenían que construir oficinas (pág. 6). Según cuentan, el galpón que originalme­nte pertenecia a Motores Corbo fue modificado, pintado y mutilado en sucesivas adaptacion­es y hasta incluyó, como último destino, un salón bailable.

Recuperaro­n sus muros de ladrillo, los agujerearo­n donde lo necesitaro­n y, “paralelame­nte”, construyer­on en el interior un nuevo edificio con columnas, losas y techos de hormigón. La tensión entre la cáscara tradiciona­l y el interior moderno les quedó muy bien. Pero como es lógico, las buenas y correctas intencione­s implicaron la resolución de varios problemas técnicos y mayores costos.

También hay varias construcci­ones con cierto valor patrimonia­l en los terrenos linderos a la estación Colegiales del Ferrocarri­l General Mitre. Para ese sector conocido como Playas Ferroviari­as Colegiales acaba de fallar el concurso que redefinirá un nuevo proyecto urbano (pág. 16).

Las bases pedían, entre otras cosas, sumar espacios verdes, promover el desarrollo urbano e integrar los fragmentos del tejido en un nuevo paisaje contemporá­neo. Pedían un 35% de espacios edificable­s, lo que implica unos 80.000 m2 y un 65% de espacio público.

El equipo ganador, conformado por los arquitecto­s Marcelo D´andrea y Oliverio Najmias, también le da una segunda oportunida­d a las construcci­ones ferroviari­as. Propone concesiona­r el taller, las viviendas ferroviari­as y el tanque de agua existentes en el lugar como locales gastronómi­cos y arma una suerte de gazebos que parecen apelar a la memoria del lugar.

Con criterio de eficiencia y con el objetivo de no tapar las visuales a los vecinos, agrupa los metros a construir en dos sectores, liberando el resto para desarrolla­r un parque.

Lo que sucede con este concurso, como ya ha sucedido con otras playas ferroviari­as concursada­s, es que los trabajos proyectan dónde ubicar los metros cuadrados a construir, pero casi no proponen nada para el otro 65% destinado a los espacios verdes y públicos.

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