LA FORMA COMO CONSECUENCIA
En 2012, cuando Adolfo Mondejar explicaba el proyecto de Casa Eguía Cima, por el cual recibió el Primer Premio ARQ por la región de Córdoba, Escala Menor, decía: “Tiene una importancia muy grande el paisaje, por eso la condición natural es el motivo del proyecto. Tiene dos caras, una totalmente permeable y abierta -la que da al río- y la otra mucho más cerrada, más pétrea, que permite ver las montañas por encima de la casa”. Parece la descripción de los dúplex Terrazas de la Estanzuela, pero el resultado estético es
completamente distinto. Lo mismo sucede con el edificio Attica, en Córdoba, emplazado frente a un parque que, junto con las vistas lejanas a las sierras, le sirve de excusa para abrirse al entorno. “No planteamos el problema a partir de la
forma, sino que entendemos que la forma debe ser una consecuencia”, afirmó cuando recibió el primer premio en el concurso para la Escollera Norte de Mar del Plata, un proyecto de espacio público con “pausas para la contemplación” hacia el agua.
Mondejar acierta al poner en el centro de la escena a la topografía, a la que le aporta proyectos respetuosos que se mimetizan con ella echando mano a una correcta morfología y a una materialidad orgullosamente modesta.
El énfasis en la economía de recursos obliga a ajustar el proyecto al máximo, para que su rendimiento sea el mejor posible para ese contexto determinado. Las vistas completan la ecuación, de la que resulta una expresión distinta cada vez.