LA OPORTUNIDAD DE LOS ESPACIOS INTERSTICIALES
El intersticio, una porción vacía entre dos sólidos. Una grieta inhabitable entre dos realidades. También puede ser un concepto teórico desde el cual construir algo nuevo, ni límite, ni territorio. El intersticio es el concepto que le gusta invocar a Juan Micieli, arquitecto de Moreno; con él batalló para que su obsesión de producir arquitectura urbana rindiera frutos en el contexto suburbano. Buscó y logró calidad de exportación en tierras de consumo doméstico. Este joven profesional llama arquitectura intersticial a ese entrecruzamiento de la teoría que aprendió en la facultad y en sus posgrados, con las necesidades de la construcción y del desarrollo inmobiliario. Una mezcla que, intuyó, podría convertir las ideas en piedras. La práctica profesional de Micieli se acostumbró a habitar ese intersticio difuso que separa y junta arte y comercio, que existe entre lo suburbano y la ciudad densa. Desde esa grieta transplanta imágenes de Palermo Soho a Moreno. Y más, de la arquitectura más refinada que se pueda ver en las publicaciones especializada, a los confines de su patria chica. El intersticio es una hipótesis que define lo que no es ni lo uno ni lo otro. Un concepto filosófico acuñado por Foucault y desarrollado por Deleuze, que configura una nueva serie de relaciones entre elementos que no se fusionan. Allí conviven Palermo y Moreno (y tal vez Milán) en una nueva síntesis. Su edifico Jacinto Chiclana lo denuncia. Gestado desde la visión netamente inmobiliaria, fue construido desde un arte de tozuda raigambre arquitectónica. Micieli importó el cuento de Borges para convertir a su Moreno en un arrabal mítico como podría ser Palermo. El edifico se levanta como un hito a la espera de la ciudad densa que algún día lo rodeará. En el edifico EVV, un envoltura de acero ruteado como fina filigrana metálica escapa de cualquier estereotipo. Inclusive a los de Palermo. El espacio intersticial en el que opera Micieli no hay grandes recursos disponibles, casi ninguno. De hecho, el arquitecto tuvo que disponer de los inversores en su primer edificio; de la máquina ruteadora de corte para calar las chapas de su segundo emprendimiento de viviendas. El proponer y el hacer son dos pares dialécticos de la práctica profesional argentina, cuanto más chico es el contexto, más grande debe ser el esfuerzo por hacer. A ambos lados del intersticio se puede vivir cómodo, pero hay poco espacio para la verdadera creación. «