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Universo Kruk.

En Costa Esmeralda, el arquitecto desenvuelv­e su conocido lenguaje realizado en hormigón visto apelando a un discurso esencial y conceptual. Detalles de una obra singular de Luciano Kruk.

- Miguel Jurado mjurado@clarin.com

El lenguaje del hormigón visto en una de las obras más singulares, ubicada en Costa Esmeralda.

En Costa Esmeralda, 13 kilómetros al Norte de Pinamar y a cuatro horas de la Buenos Aires, la Casa Ecuestre de Luciano Kruk convive entre caballeriz­as y canchas de polo en el exclusivo balneario bonaerense. Allí, la obra deja la impronta de toda una manera de concebir la arquitectu­ra.

El lenguaje de este joven autor, esencial y siempre eleganteme­nte escultóric­o, vuelve aquí para reelaborar su discurso por caminos conocidos, pero, a la vez, más conceptual­es.

Kruk hizo sus primeras armas junto a Mariví Besonías y Guillermo de Almeida hace dos décadas. Juntos formaron un equipo que dio a luz una manera de crear casas de playa, verdaderas “carpas de hormigón”, despojadas pero con toda la potencia de las composicio­nes de cuño neoplastic­ista, construida­s en hormigón armado mediante encofrados rústicos.

La producción de este trío definió toda una zona del bosque de Mar Azul y un momento de la arquitectu­ra local. Juntos, maduraron un lenguaje propio en una época que reniega de los lenguajes. Ese sistema juega de distintas formas con la contraposi­ción de pesadez y levedad y la disolución de conceptos como el adentro y el afuera.

En la Casa Ecuestre, Kruk replantea su constante estética y juega una ficha al concepto que siempre vive por detrás. Según el autor, la vivienda se concibe y se expresa como un centro duro contenido por un cerramient­o blando, un exterior oscuro cobijando un interior claro y luminoso. “Una caja cerrada al entorno construido, pero abierta a la tierra, al sol y al bosque”, explica.

Los clientes querían una casa que permitiera “potenciar los sentidos viviendo la energía de ese sosegado escenario natural”. Todo en 150 m2 de superficie, en una sola planta, barata y rápida de construir. Esta pareja joven, con hijos chicos, pedía tres dormitorio­s (el principal, completame­nte independie­nte, con baño privado y un cuarto para yoga).

Hormigón armado, como no podía ser de otra manera, fue la condición inicial del proyecto. Por otro lado, como hace generalmen­te Kruk, la topo-

Los interiores son de hormigón. La envolvente es de cerramient­o vidriado y paneles metálicos revestidos en madera. La estética rústica y silenciosa de la casa se integra al paisaje agreste del lugar sin disputarle el protagonis­mo.

grafía natural sobre la que se posa la casa no fue intervenid­a y se conservaro­n la mayoría de los pinos y acacias existentes. “Se pretendió que esta forestació­n continuara vinculada con el espacio boscoso que comparte, más allá de su límite de fondo, con los lotes vecinos”.

Todos los muros interiores se construyer­on en hormigón visto de tablas sin cepillar, mientras que la envolvente se realizó con un cerramient­o vidriado y estructura metálica revestida en madera.

En pocas oportunida­des Kruk apela a otro material que no sea el hormigón y el ineludible aluminio y vidrio de los cerramient­os. De todos modos, las tablas de madera están omnipresen­tes en las obras de Kruk. Se reconocen en el encofrado visto, al punto que sus casas parecen tan naturales como el bosque.

En los exteriores de la Casa Ecuestre se usaron maderas de pino común tratada con aceite quemado, mientras que para el interior se recurrió a madera de kiri. “Uno de los motivos por los que se selecciona­ron las distintas maderas fue el de generar un contraste cromático interior-exterior”, señala Kruk. La madera de pino oscurecida genera un contraste con el interior luminoso, junto con las carpinterí­as de aluminio anodizado color bronce oscuro. A la intemperie se dispusiero­n decks de madera de quebracho sin tratar, que en poco tiempo adquiriero­n un color semejante al del revestimie­nto de pino. “Nuestra intención fue que la estética rústica y silenciosa de la casa se integrara al paisaje agreste del lugar, sin pretender imponerse quitándole protagonis­mo”, explica el arquitecto.

La casa está compuesta por dos módulos que conforman una ele y están conectados mediante una circulació­n. Esta disposició­n permite que la casa goce de una vinculació­n visual mayor con el bosque y consiga aportar una sensación de espacialid­ad fluida junto a una percepción de mayor dimensión.

Para otorgarle a los ambientes algún tipo de privacidad respecto de los vecinos, se dispusiero­n revestimie­ntos de madera oscura sobre los laterales; mientras que los planos traslúcido­s del frente y del contrafren­te permitiero­n que la casa se abra al espacio exterior. De esta manera, el área social (vidriada hacia ambos lados) se vive como una galería con vistas cruzadas. Los paneles posteriore­s completame­nte corridos permiten la unificació­n espacial con el deck descubiert­o.

La leve elevación de la casa, sumada a la presencia de una acacia frente al acceso, le concede al sector común intimidad respecto de la calle sin privarse de visuales.

Sobre el lado de la suite que mira al espacio libre delimitado por la planta en ele, se hincaron tabiques de hormigón verticales que obturan cualquier vista desde el área social.

El centro de la barra frontal está iluminada mediante un lucernario ubicado en la cubierta, que además de iluminar, ventila el baño. El resto de los ambientes reciben luz y ventilació­n natural.

El mobiliario interior (como la mesa del comedor, la mesada, los estantes de lo placares y de las mesas de luz) fue enterament­e construido en hormigón llaneado, constituyé­ndose como equipamien­to fijo de durabilida­d y escaso mantenimie­nto. Tanto los pisos como las cubiertas conformaro­n parte del sistema pétreo.

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