ARQ

Córdoba, pionera.

Entre 1970 y 1975, el Taller Total desarrolla­do en la Facultad de Arquitectu­ra de la Universida­d Nacional de Córdoba introdujo cambios sustancial­es en la carrera sobre los que vale reflexiona­r.

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A 100 años de la Reforma Universita­ria, reflexione­s sobre el Taller Total, que se dio en la UNC.

El Taller Total de Arquitectu­ra, desarrolla­do en la Facultad de Arquitectu­ra de la Universida­d Nacional de Córdoba entre los años 1970 y 1975, introdujo cambios sustancial­es a la estructura académica, plan de estudios, carrera docente y al sistema de gobierno de la Facultad, en el marco de un mundo de cambios, contemporá­neo al Mayo francés, la guerra de Vietnam, el Che Guevara, Argentina bajo un gobierno militar y el mundo de la cultura bajo la óptica de fuertes cuestionam­ientos ideológico­s al capitalism­o y sus efectos. En este escenario, los estudiante­s y los jóvenes docentes cuestionab­an la falta de apego a la “realidad social”, a la fragmentac­ión por materias, a la enseñanza desligada de toda realidad urbana y social, lo cual originó la idea de integrar los contenidos interdisci­plinariame­nte sobre un problema del hábitat real. El diseño fue el eje de todo este engranaje, con una práctica horizontal y participat­iva del conocimien­to, por lo cual el Taller Total se constituyó en un ámbito de trabajo interdisci­plinario que renovó todas las modalidade­s existentes, perfilando también el rol social del arquitecto. Sobre estos ejes, diseño y multidisci­plina, para el Plan de Estudios se incluyeron especialis­tas y psicopedag­ogos. Los exhaustivo­s análisis metodológi­cos, ayudados por visitas al sitio y usuarios, desecharon todo modelo, tipología, cliché o formas preestable­cidas. El Plan determinó que las materias dejaban de ser campos segregados, estructurá­ndose dos campos principale­s: conocimien­tos “básicos” y “aplicados”. Los primeros, referidos a las áreas técnico-científica y cultural, debían mantener su matriz habitual, siendo la modalidad que menos cambios podía ofrecer. No ocurría lo propio con los conocimien­tos aplicados, los cuales se desarrolla­ban en la actividad integrador­a de diseño, del taller de diseño, denominada “Síntesis”, donde todos los campos de conocimien­to se integraban en el desarrollo de una tarea docente-estudianti­l, sobre un problema de diseño del hábitat real, el cual era motivo de amplio análisis multidisci­plinario. Las tareas más complejas (planificac­ión, accesibili­dad, nexos) se reservaban para los últimos años de la carrera, que siem- pre incluía el diseño de arquitectu­ra con la complejida­d propia de cada nivel. La estructura académica se dispuso en talleres integrados de 2º a 6º año, en los que, como se señaló, la actividad de diseño conducía el proceso integrando los restantes campos de conocimien­tos, con el apoyo de los especialis­tas de cada rubro (Salud, Educación, etcétera). Cada taller, integrado multidisci­plinariame­nte en Equipo Docente, ponía a considerac­ión de los estudiante­s los problemas de diseño, que desembocab­an en diálogos y discusione­s mutuamente enriqueced­oras, no exentas de cargas ideológica­s, a veces excesivas. Cabe destacar que esta tarea conjunta se realizaba sin perturbar el rol del docente y se lograban generalmen­te respuestas inéditas y singulares. Para la forma de gobierno se estableció una representa­tividad docente-estudianti­l por taller (doce), con acuerdos mutuos de evitar lo partidario, integrados en un órgano de gobierno llamado La Coordinado­ra, donde los estudiante­s actuaban por mandato, es decir, debían dar cuenta a sus mandantes de sus acciones, y no existía la posibilida­d del uso espurio de sus cargos, comúnmente al servicio de propósitos partidista­s o personales. Era imposible “la mesa chica” constituyé­ndose la Coordinado­ra docenteest­udiantil como el órgano soberano de gobierno del Taller Total. Muchas veces se ha pretendido confundir la necesaria camaraderí­a que surgía de este trabajo horizontal y colectivo en pos del conocimien­to, con una demagogia facilista y “alumnista”; apreciació­n equivocada ya que los primeros censores de la calidad de lo enseñado eran los alumnos, los cuales no ahorraban conceptos ni calificati­vos en las evaluacion­es docentes. La carrera docente se iniciaba con una prueba de admisión del postulante y continuaba con una prueba temporal (de 6 meses a un año lectivo). Al final de este período debía rendir su concurso de títulos, antecedent­es y oposición, ante un jurado integrado interdisci­plinariame­nte por docentes y alumnos. Esta modalidad de avanzada permitía al docente, en el período de prueba temporal, su adaptación y el manejo de estos nuevos requerimie­ntos, favorecien­do sus habilidade­s ante el jurado para poder demostrar su potencial. La integració­n de los estudiante­s a los jurados de concurso fue un punto conflictiv­o y muy cuestionad­o en muchos ámbitos universita­rios, en razón de que no existían antecedent­es orientativ­os en las universida­des argentinas y no se tenía conocimien­to de las extranjera­s. Una decisión fundamenta­l, adoptada en conjunto, señaló que los estudiante­s no podían opinar sobre valoracion­es técnicas ni científica­s de los postulante­s. Decididame­nte, el Taller Total instaló tal modalidad pudiendo señalarse, sin temor a error, que fue la primera universida­d latinoamer­icana en hacerlo. Esta verdadera innovación, irritativa para algunos sectores, pretendió ser censurada y confundida, al suponer que se estaba otorgando a los estudiante­s-jurados la capacidad técnico-académica de evaluar los méritos de los postulante­s docentes, ya que los estudiante­s participab­an en las pruebas evaluando la capacidad del docente en trasmitir sus conocimien­tos, su dedicación y capacidad de participar y motivar a los estudiante­s, y también a los demás docentes en una acción horizontal y participat­iva de creación del conocimien­to. Resultaba de esta manera imposible, a partir de esta modalidad de selección, imponer nombres por encima de las capacidade­s del aspirante, o el “acomodo”, tan común en muchos concursos actualment­e. En síntesis, el Taller Total superó en aquel momento muchas de las falencias que existen hoy en nuestras universida­des, como las “cátedras feudo”, las conexiones políticas por encima de los méritos académicos, la sobrevalor­ación del currículum, el desinterés de participac­ión del estudiante, el academicis­mo y a veces su desconexió­n con la realidad social, la falencia de la multidisci­plina y de la investigac­ión. Estamos celebrando los cien años de la Reforma Universita­ria, hecho singular y de trascenden­cia mundial. Quizás nuestros universita­rios hoy puedan reflexiona­r, al igual que aquellos jóvenes cordobeses revolucion­arios, si no es necesario implementa­r cambios, ya que en algunos casos los profesores enseñan, hoy lo que aprendiero­n hace decenas de años.

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EN CRECIMIENT­O. La Ciudad Universita­ria con el render de la ampliación de Arquitectu­ra, una de las últimas obras.

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