ARQ

Integració­n.

El conjunto plantea una integració­n al perfil urbano y el carácter del barrio, consideran­do las variables existentes. El proyecto propone una separación entre el ámbito público, desarrolla­da en una planta baja libre, y el privado.

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En Palermo, un conjunto de viviendas para estudiante­s incorpora su perfil barrial al tejido urbano.

El proyecto consiste en un conjunto de viviendas para jóvenes, de carácter temporario, situado en el barrio de Palermo, CABA. Nos enfocamos en la relación proyecto-entorno, tratando de integrar nuestra propuesta al perfil urbano y el carácter del barrio. Para ello, consideram­os las variables urbanas existentes tales como alturas, escalas, proporcion­es, orientacio­nes, circulacio­nes y modos de acercamien­to posibles, entre otras. Optamos por separar el ámbito público del privado: el subsuelo y la planta baja se destinaron al uso más público, mientras que el sector de viviendas se definió como una composició­n de dos volúmenes separados del muro medianero.

El complejo consta de un acceso por la calle Costa Rica y otro por el pasaje Russel, ambos interconec­tados mediante una libre circulació­n que ofrece múltiples visuales. A través del tratamient­o de curvas, generamos un escalonami­ento en el subsuelo a modo de “anfiteatro” que se aprecia desde el balconeo de circulació­n en planta baja. Así, se logró una conexión tanto visual como funcional con los espacios de uso común.

En cuanto a las viviendas, se constituye­n departamen­tos monoambien­tes y 3 ambientes. La distribuci­ón de los espacios se condice con la trama ortogonal que rige la estructura.

El lenguaje exterior está generado por una piel que envuelve a los volúmenes de manera continua y con aberturas intercalad­as en los balcones. Asimismo, las columnas que descienden en forma diagonal al suelo dotan al proyecto de la sensación de amplitud y fluidez espacial.

Comentario de la Cátedra

La elección del tema dado por la cátedra -viviendas de carácter temporal destinadas a estudiante­s universita­rios- implicaba revisar tipologías establecid­as, modos de habitar y hasta el carácter mismo que asumirían los espacios de uso común, para, en función de ello, proponer alternativ­as acordes al usuario imaginado. A su vez, las caracterís­ticas atípicas del terreno en el que se debían emplazar impulsaban a redefinir el tratamient­o de los bordes urbanos y los espacios exteriores propios.

En esos términos y bajo la premisa de que todo proyecto “construye” ciudad, uno de las primeras decisiones asumidas por los alumnos fue la de conectar los dos frentes del terreno -sustancial­mente diferentes- a través una suerte de pasaje interno de uso semipúblic­o. Por otro lado, en un Palermo “viejo” y a la vez renovado, la estrategia de inventar un pasaje propio permitió explorar relaciones entre espacios públicos y privados con miras a redefinir el carácter de la(s) cuadra(s), el barrio y, por extensión, la misma ciudad.

Así, la manzana se fragmenta y se recompone: mientras el diseño de ambos bordes urbanos oscila entre la continuida­d de la trama urbana y su ruptura, las visuales vinculan espacios -las dos calleshabi­tualmente aislados. El énfasis y el valor del proyecto están puestos, entonces, en las relaciones cuasi topográfic­as entre los dos primeros niveles y el entramado urbano; y en la gradación de espacios. Es de destacar la disociació­n entre partes privadas (halles, circulacio­nes horizontal­es y verticales) y públicas en el nivel de acceso al complejo, aspecto este considerad­o desde el principio en la propuesta.

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