Integrar la mirada propia a un gran hecho colectivo
La joven arquitecta trabaja desde 2001 en el estudio UPU, en paralelo a su actividad docente en la FADU-UBA. Cómo moldeó su vocación y su perspectiva a futuro.
Al contrario de lo que suele pasar en muchas de las familias de los arquitectos, en la de Verena Schifman no hay rastros de la profesión. Pero sí sobraron los que conformarían la ruta de su vocación. “Mis abuelas son universitarias. Una trabajó desde los once años cosiendo, terminó el secundario de grande y se recibió de médica. La otra estudió Farmacia y trabajó hasta los 90 y hoy, a los 95, sigue estudiando. Mi madre ejerció como economista pero en su vi- da plantó decenas de árboles, es enamorada del paisajismo. En todas las casas en las que viví de niña y de adolescente, recuerdo aunque nunca faltaba un espacio para el taller y las herramientas. Y a mis 15 recuerdo que mis padres alquilaron un motorhome y recorrimos algunas ciudades de Europa, viajando de día y por las noches leyendo y comentando sobre lo que habíamos visitado. Y siempre me gustó dibujar”.
Aquel mix de experiencias, obser- vaciones y estudio conformó el molde que llevó a Verena a la FADU-UBA. “Primero fue intuición, luego formación. En el primer año de la carrera cursé el taller de Alvaro Arrese, que tenía a Cármen Córdova como adjunta, un lujo y una referencia imposible de olvidar.
-¿Cómo fue el paso de la universidad a la vida profesional?
-Empecé a trabajar mientras todavía cursaba, en 2001, pero desde hace doce que trabajo en el Estudio Urgell Penedo Urgell, en donde considero que me formé profesionalmente.
-¿Qué es lo que más disfrutás de tu trabajo?
-Lo que más me apasiona es que sea un hecho colectivo. Depende del trabajo, el oficio y la dedicación de muchas personas, con habilidades y tradiciones distintas, trabajando para un mismo objetivo. Esa labor, en los mejores casos, se constituye en un edificio, un espacio o un hecho cultural que cuenta la historia de su lugar, su gente y su tiempo. Y parte de esa construcción colectiva es la docencia, especialmente desde la FADU, a la que sigo vinculada.
-¿Qué relación establecerías entre la arquitectura y el resto de las artes y las ciencias?
-Los vínculos son muchísimos. La arquitectura es ciencia porque es materia y gravedad. Es arte porque busca sentido, siendo expresión y forma. Y también es lenguaje, como dijo Víctor Hugo: “La arquitectura primero fue alfabeto”.
-¿Cómo manejás tus tiempos de ocio, en lo referente a la articulación entre tu profesión y tus gustos?
-Todo tiene que ver con todo. El trabajo y el ocio se complementan y muchas veces se mezclan. Son muchas las horas que pasamos trabajando, y el ocio no deja de estar atravesado por aquello que estimula nuestra sensibilidad. En ambos momentos trato de aprender siempre.
-¿Qué sueño o fantasía tenés como desafío futuro?
-Hace unos años terminé de cursar la Maestría de Economía Urbana en la Universidad Di Tella. Tengo pendiente la tesis y la ilusión de completarla el año que viene. En ese sentido me interesan especialmente los temas relativos a la administración del suelo, ya que considero que es un recurso básico para garantizar derechos.
-Si reencarnaras en un/a artista (pintor, escultor, arquitecto), ¿cuál sería?
-¿Vale un personaje histórico vinculado con la política? Me gusta la figura de Julieta Lanteri, que supo hacerle trampa al sentido común de la época en que vivió y, pese a que no estaba habilitada para votar, se dio cuenta que nada le impedía ser candidata. Supo ver algo que era evidentente, aunque oculto. «
En todas las casas en las que viví de niña y adolescente nunca faltó un espacio destinado al taller y las herramientas.
Lo más apasionante de la profesión es que combina muchas habilidades y tradiciones, trabajando para un mismo objetivo.