TORRES NACIONALES Y POPULARES
En la Torre Coca Cola, todo nos habla de un arquetipo muy argentino. Un estudioso de la arquitectura nacional del siglo XX diría que es muy “Escuela de Buenos Aires”.
¿ Qué diferencia a esta torre de cualquier otra construida durante los últimos 40 años? Para empezar, el edificio hace un loop en el tiempo para retomar algunos temas que eran comunes en los 70, como el juego entre estructura y cerramiento; y la continua tensión entre un volumen prismático dominante y encastres subalternos.
Las últimas décadas y toda la arquitectura corporativa internacional nos acostumbraron a entender a las torres como un conjunto en el que remate, epi- dermis y lobby lo eran todo. Aún en sus expresiones más escultóricas, el discurso de una torre internacional se jugó en alguno de esos tres puntos o en todos. Sin embargo, las primeras torres corporativas argentinas, que podrían ser las de Catalinas Norte, jugaron con el prisma puro y una experimentación limitada de lo que la piel y la estructura podían brindar. El remate no era un tema, aunque sí la manera en que la torre emergía del piso, su fuste y basamento.
El edificio de la UIA de
M/ SG/ S/ S/ S, la torre Conurban de Kocourek, Katzenstein y Llorens, el proyecto para Aerolíneas Argentinas, de Testa, Lacarra y Rossi; o IBM de Mario Roberto Álvarez y Asociados experimentaron con el tipo torre y sus posibilidades. En el mismo lugar, la torre del Bank Boston, de César Pelli ( 2001), nos muestra la manera en que evolucionaron las torres en el mundo: un envoltorio sobre una escultura. Ni mejor, ni peor, la torre Coca Cola nos declara otra estética. Bienvenida la diferencia.