LO IMPORTANTE SIEMPRE ESTÁ EN LETRA CHICA
Como en los folletos de remedios, lo importante está en letras chicas. Y una cosa es el proyecto original de los nuevos códigos urbanístico y de edificación para la ciudad de Buenos Aires que se presentó para su debate en la Legislatura, y otra muy distinta será el resultado de la ley una vez aprobada.
Los nuevos códigos vienen a ordenar el caótico collage que rige la construcción porteña. La filosofía de las normas nuevas están más acorde con una ciudad ordenada y previsible.
Sin embargo, las reglas en discusión, surgidas de un pensamiento académico y profesional en sintonía con las necesidades técnicas y la opinión de los vecinos, sufren desde su nacimiento la presión del negocio inmobiliario.
En la confección de estas normas concurrieron muchas voluntades con intereses particulares, muchos de ellos contrapuestos. Cómo terminen siendo dependerá de la combinación de las necesidades legítimas y de la capacidad de los actores para ejercer más o menos influencia.
Hoy, la discusión de los códigos parece centrada en la cuestión del límite de alturas y la desaparición de las torres, sin embargo, ninguna de esas dos cosas son absolutamente como se las pregona. Parece real que en el tejido existente de la ciudad, las nuevas normas no permitirán edificios que sobresalgan del perfil general. No obstante, en muchos barrios, la altura media que propone el nuevo código es algo mayor a la que se permite hasta hoy.
Por otra parte, las torres que hoy parecen mala palabra podrían sobrevivir en las grandes áreas todavía en manos del Estado, como terrenos de Ferrocarriles o de las Fuerzas Armadas. Todas ellas, propiedades apetecibles para su venta que demandarán normas propias, hechas a medida. Nada indica que allí no podrían surgir torres altas.
Por su lado, las normas que se discuten hoy ampliarían un 20% la superficie que se puede construir en Buenos Aires.
Eliminar las torres es vivido por los inversores como una gran pérdida para el negocio. Y en cierta medida lo es, pero parecen resignados. También es una gran pérdida para los constructores toda vez que la logística y lógica productiva son más fluidas en edificios verticales que dentro de la trama abigarrada del tejido urbano.
Pero la discusión de los nuevos códigos está dejando a la vista otros aspectos que podrían ser interesantes para los desarrolladores: la disminución de las dimensiones mínimas. Departamentos más chicos son más fáciles de vender, reportan más ganancia y salen rápido. Habrá que ver cómo termina todo este proceso.