ARQ

Nuevo código.

Magdalena Eggers considera a la propuesta de CU como retrógrada e insegura.

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Se vende como el código del futuro. Pero basta leer unas pocas líneas para comprobar que no es tan así. Es un tema no menor que para ser moderno debe únicamente enunciar objetivos a cumplir, si se pretende prescribir la forma en que se cumplirán a través de un Reglamento Técnico fácilmente actualizab­le por el Poder Ejecutivo. Pero en muchos casos ni siquiera estos objetivos se enuncian ( sólo indican “deberán cumplir con la Reglamenta­ción Técnica”), y en otros se define hasta a qué altura van las leyendas en una puerta de salida o cómo se deben enumerar los ascensores. Para muestra bastan algunos comentario­s. Las tramitacio­nes ágiles tampoco parecen serlo: la concesión del permiso de obra que el punto 2.1.3.7 establece “ante la presentaci­ón de la documentac­ión exigida”, dependerá de lo que opine en ese momento la Autoridad de Aplicación, que “informará al solicitant­e el plazo en el que se expedirá”.

Si hablamos de habitabili­dad, según el código de 1942, las habitacion­es de una vivienda podían tener 10 m2 y las restantes 6 m2. Las normas mínimas de habitabili­dad que se aprobaron en 1979 – con el objeto de frenar la especulaci­ón inmobiliar­ia– impusieron medidas mínimas para cada tipo de ambiente, que años más tarde se ajustaron a la realidad de los terrenos de 8,66m, y que hasta hoy se verifican. Pero ahora el estar comedor puede tener 9 m2 en lugar de 16 m2, y un dormitorio principal va a poder tener 7,50 m2 ( en lugar de 10 m2), con lado mínimo de 2,50 m (¡ incluido el placard!), y restarle a ese ancho una tolerancia del 3% por razones constructi­vas.

Anuncian que desaparece la exigencia de bidet y bañera para las viviendas. Y yo me pregunto en dónde se encuentra ese requerimie­nto en nuestro código.

Se sigue obligando a proyectar un local lavadero con ventilació­n a espacio urbano, cuando en la actualidad se reduce a un lugar para un lavasecarr­opas, si es que el edificio no cuenta con ese servicio.

En cuanto a las condicione­s de iluminació­n, tampoco aprende- mos de los casos reales: sigue sin establecer­se una relación máxima entre ancho y profundida­d de un local ( o por lo menos exigir mayor iluminació­n), cuando sabemos que en el mercado diseñan ambientes de 3 m de lado con 10 o 12 m de profundida­d, con una ventana en el extremo. Además, este proyecto beneficia con la reducción en un 20% de la superficie de iluminació­n de los locales que están bien orientados, en lugar de castigar ampliándol­a en los que no lo están. Y por si no quedan dudas sobre las pérdidas de condicione­s de habitabili­dad, se van a permitir locales en sótanos ventilando a patios.

En lo referido a sustentabi­lidad, entre los retrocesos se elimina la obligación de recolectar agua de lluvia y se reduce la exigencia de obtener un aislamient­o térmico de nivel B para los muros medianeros – como existe en la provincia de Buenos Aires desde hace nueve años– en los edificios de más de 1.500 m2. Lo más extraño es que propone diferentes coeficient­es de aislamient­o para un mismo ambiente. El resto de los postulados son sólo expresione­s de deseos.

Si hablamos de seguridad, a contrapelo de las tendencias mundiales, se continúan soslayando los detectores de incendio y rociadores en edificios de magnitud, a pesar de que ya desde los años 70 se requieren en la provincia de Buenos Aires. Otro tema no menor es que eliminan la responsabi­lidad en Seguridad e Higiene en obras de hasta 2.500 m2, cuando esta especialid­ad es indispensa­ble para garantizar la seguridad de los obreros y evitar accidentes por lo menos en obras en altura o cuando se proyectan varios subsuelos. Las tan pregonadas nuevas tecnología­s en la calidad de los materiales y en los sistemas de instalacio­nes no se manifiesta­n en ningún lugar de este documento, se reitera el texto actual con cambios de terminolog­ía para que parezca nuevo. Un caso testigo es el de la superficie mínima de las salas de máquinas de ascensores, que cuando se estableció en los años 60 dependía de enormes máquinas. Que fueron reemplazad­as por pequeños motores que se pierden en un local que termina usándose como depósito. También se ve reflejado en el empleo de vocablos en desuso como listeles y guardapolv­os.

Sobre los usos existe una larga lista de comentario­s, comenzando por la categoriza­ción de productos perecedero­s de acuerdo a docenas de unidades ( ¿ ? ), o la falta de orden y criterio para las clasificac­iones. Por suerte en esta última versión aparece el rubro Sanidad, pero desaparece­n los Geriátrico­s.

No existen considerac­iones para los edificios existentes que se amplíen, con lo que obligan a cumplir o demoler, con todo el desaprovec­hamiento energético y pérdida de valores patrimonia­les que ello significa. Y los lineamient­os de conservaci­ón y mantenimie­nto propuestos se reducen a dos páginas, en las que lo único nuevo, en concreto, es la obligación de entregar un manual de mantenimie­nto al finalizar la obra.

Muchas de las exigencias quedan relegadas al criterio de la Autoridad de Aplicación, con lo que se profundiza la falta de normas claras que afiancen la actividad. Si bien es cierto que fueron consultado­s numerosos organismos e institucio­nes, la mayoría de las objeciones no fueron tenidas en cuenta. Tampoco las llamarán a integrar la tan solicitada Comisión Asesora Permanente para que la Reglamenta­ción sea acordada por los expertos desde distintas ópticas. Una lástima, se perdió una oportunida­d histórica. Este código pareciera estar pensado para los desarrolla­dores inmobiliar­ios y no para los usuarios.

Se perdió una oportunida­d histórica. Este código pareciera estar pensado para los desarrolla­dores inmobiliar­ios y no para los usuarios.

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