ADIÓS A UNA OBRA DE MARIO ROBERTO ÁLVAREZ
Los seis meses que demandará la demolición del Puente de la Avenida Juan B. Justo en su cruce con Córdoba parecerán una eternidad para la infinidad de problemas de tránsito que causarán. Al mismo tiempo, las obras acabarán con una de los máximos exponentes argentinos de la arquitectura orientada a solucionar un problema de tránsito.
Por otro lado, no deja de ser una paradoja que derribar el singular puente que Mario Roberto Álvarez construyó en 1966 lleve el mismo tiempo que tomó construirlo.
El proyecto le fue adjudicado después de un concurso nacional de anteproyectos. Para ese entonces, el estudio Mario Roberto Álvarez y Asociados era reconocido por obras como el Teatro y Centro Cultural General San Martín y decenas de edificios sobresalientes. El puente le llegó en el momento más productivo y creativo de su larga carrera.
A pesar de haber fallecido hace 7 años, a días de cumplir sus 99, no hace falta aclarar que Álvarez fue un pionero incansable y uno de los más importantes personajes de la escena arquitectónica local.
El proyecto del puente debía solucionar el problema de tránsito que significaba el encuentro, a un mismo nivel, del ramal San Martín de Ferrocarriles Argentinos, la Avenida Córdoba y Juan B. Justo. Además, la estructura debía sortear el cauce entubado del Arroyo Maldonado, que corre debajo de la Juan B. Justo.
No contento con todas las condicionantes que le imponía el sitio, Álvarez pensó la obra para que sea una escultura fluida que generara espacios públicos a sus costados, para no agobiar a los edificios vecinos. Lamentablemente, muchos de esos espacios abiertos no se concretaron. Ni hablar de la ocupación ilegal que sufrieron los terrenos del ferrocarril que terminó tapando al puente. En su proyecto, Álvarez evitó las formas rígidas y diseñó pilares esculturales, abiertos para evitar el entubamiento, y del menor número posible. Para eso, recurrió a vigas de hormigón pretensado que le permitieron sortear más de 30 metros.
En sus casi 450 metros, el puente dibuja una suave curva que se adapta a la traza vial pero, gracias a su arquitectura, sugiere una continuidad natural de la avenida por sobre Córdoba. Los conductores no llegan a distinguir la diferencias entre la calzada a nivel cero y la que se desarrolla sobre el puente.
Álvarez pensó la obra para que sea una escultura fluida que generara espacios públicos a sus costados, para no agobiar a los edificios vecinos.