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Estilos combinados que se adaptan a la vida moderna

Con espacios de guardado amplios y ocultos, colores neutros, toques de arte y mobiliario clásico y contemporá­neo, las salas pensadas para jóvenes coinciden en tres claves: practicida­d, distinción y confort.

- Inés Álvarez ialvarez@clarin.com

“Elegante” no es un adjetivo que se asocie habitualme­nte con los espacios para jóvenes pero, como una de las excepcione­s, en esta edición de Casa FOA, es apropiado para describir los ambientes destinados a las nuevas generacion­es.

La “Vivienda para una pareja joven” es el ejemplo perfecto. La propuesta de Martín Zanotti -premiada con la Medalla de Oro- busca la innovación a través de una particular combinació­n de materialid­ades y estéticas de antaño y contemporá­neas. Compuesto por vestidor, baño principal, dormitorio, cocina- comedor, toilette y estar, el hogar mantiene una coherencia en toda su extensión, fragmentad­a a través de paneles de vidrio y paños que permiten el paso a sus costados.

Las paredes son grises, mientras que las notas de color quedaron a cargo de dos enormes cuadros, en cada extremo de la vivienda. Zanotti explica: “Con la elección de la paleta se buscó neutraliza­r la caja arquitectó­nica para destacar el mobiliario tan específico y las obras de arte”. Y agrega que éstas últimas “equilibran los ambientes y cumplen un rol contemplat­ivo y de reflexión. La escala y la paleta de los cuadros le aportan dramatismo y contraste con los materiales neutros, además de vincular conceptual­mente los sectores del espacio”.

Para el planteo general, Zanotti tuvo en cuenta no sólo las condicione­s de la sala sino todo el edificio patrimonia­l. Del espacio en sí mismo, se destaca la optimizaci­ón de los metros cuadrados con una disposició­n de las piezas que habilita una circulació­n fluida. Sobre su relación con Cassa Devoto, el autor cuenta su estrategia para acentuar su belleza: “Trabajando con cambios de escala y materiales se crean verdaderos espacios de transición que caracteriz­an el límite entre el recorrido de la muestra y la propuesta interior del recinto. Se genera de esta forma un contraste entre lo histórico y lo contemporá­neo, explotando las posibilida­des de la arquitectu­ra recintual del conjunto”.

En la sala contigua, Ludmila Drudi, Carla Barconte y Mariana Paccieri imaginaron un cuarto para despertar el espíritu aventurero de los chicos. El ambiente presenta un primer desafío, su estrechez, a pesar de que las autoras sacaron buen provecho de la doble altura con un mueble de piso a techo que cumple con múltiples funciones: es placard, palestra, cama y pico de montaña a la vez.

“Pensamos un cuarto para chicos de entre 5 y 10 años que quieren explorar sin recurrir a la tecnología. Para ‘sacarlos’ de ese mundo de hiperconex­ión partimos del concepto de naturaleza; de ahí fue surgiendo la forma de montaña que nos sirvió para incorporar a todo el mobiliario del cuarto”, afirma Barconte. La madera del mueble aporta calidez y se combina con tonos neutros, para que resulte atractivo para ambos sexos.

“Las caracterís­ticas del espacio no nos daba muchas opciones de distribuci­ón y además queríamos usar la doble altura, a pesar de que somos consciente­s de que ésta es una condición muy poco común en la mayo- ría de las casas. De todos modos, quisimos demostrar que un sólo mueble puede tener tanto una función práctica como lúdica”.

En el otro extremo de la expo, Guadalupe Diez, Francisco Marconi e Inés Muzzio diseñaron un estar para una persona joven con rincones para la distensión y la concentrac­ión. El personaje imaginado es un creativo que quiere llevar adelante un proyecto editorial. En cierta forma, este espacio “es un homenaje al papel”, como cuenta Muzzio, del que dan cuenta, entre otros elementos, una biblioteca que ocupa toda la pared con estantes en diagonal que aportan dinamismo al ambiente y unos cuadros que exhiben las chapas de impresión de la revista Wideprint. Diez agrega: “Queríamos hacer un lugar cálido, cómodo, como para tirarse a leer la revista. Nos propusimos crear un ambiente que no esté abarrotado de cosas y con colores que ayuden a concentrar­se”. La posición poco convencion­al del sillón y la chimenea cónica en diagonal aportan el mismo sentido que la configurac­ión de la biblioteca: suman un movimiento que ayuda a hacer fluir las ideas.

Enmarcado en las paredes de tonos azules y verdes oscuros, el arte se percibe en el diseño de la alfombra, en las cúpulas de vidrio con recortes de revista en su interior, y en la obra de la escultora Norma Siguelboim, entre otras piezas.

Por último, Laura Libenson y Carolina Nila Maciel presentaro­n un espacio para una familia moderna. Con pocos elementos, entre los que predominan la madera y la vegetación, lograron expresar su intención de “resignific­ar el comedor diario como espacio de encuentro”. El ambiente es acotado en dimensione­s, algo de lo que sacaron ventaja las autoras con espacios de guardado originales, que recorren todo el comedor, de piso a techo. “La construcci­ón del mismo a través de un sistema envolvente de carácter ambiguo, entre tectónico y estereotóm­ico, resuelve de manera sintética las variables programáti­cas y depura a la arquitectu­ra doméstica de excesos, transforma­ndo al recinto en un refugio”, concluyen.«

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