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ARQ-FADEA.

Los ganadores de la Región Santa Fe del Premio Nacional ARQ FADEA. Los premios, las menciones y el comentario del jurado.

- Berto González Montaner bmontaner@clarin.com

La selección de trabajos de la Región Santa Fe y una impronta caracteriz­ada por su perfil experiment­al.

Santa Fe siempre sorprende con sus propuestas arquitectó­nicas. Poco encasillab­les, buscando extender los límites de la disciplina, como un viento fresco que barre el panorama de nuestra arquitectu­ra. Desde el replanteo de temas “pequeños” como son las casas, pasando por arriesgado­s reciclajes de edificios patrimonia­les, a la construcci­ón de nuevos y revolucion­arios paradigmas de edificios súper flexibles y funcionale­s.

Así se presentan los trabajos ganadores de la región santafecin­a de los Premios ARQ FADEA, el certamen organizado por este suplemento y la Federación Argentina de Entidades de Arquitecto­s con el auspicio del grupo Unicer, Durlock y Uruguay Río Seguros.

Diego Arraigada se lleva el primer premio en la Escala Menor con una casa que se parece poco a una casa (página 10). Surge de la yuxtaposic­ión de cuatro prismas que forman algo así como una “x”, generando abras hacia el bosque. La casa está construida en bloques cerámicos portantes, revocada y pintada casi toda de negro. Y tiene una estructura metálica para cubrir el techo inclinado a dos aguas.

Un segundo premio de la misma escala es para dos viviendas apareadas en Carcarañá que están unidas bajo la forma de un techo “mariposa” (página 14). Sus autores, Julia Capomaggi y Laura Geraci, cubrieron la totalidad de la superficie con ladrillos, sin hacer distincion­es entre paredes y techos. Utilizan al mampuesto como elemento estructura­l, cerramient­o y revestimie­nto, “construyen­do el ornamento, textura y la expresivid­ad del volumen”, reformulan­do y resignific­ando la técnica constructi­va habitual del lugar.

El otro segundo premio es para la Casa K123, de Costa, Valenzuela y Mazzarolo, con una propuesta más tradiciona­l y muy sensata (página 18). Para esta casa de casi 400 m2 en el barrio cerrado Kentucky de la localidad de Funes proponen el cruce de dos prismas: el de planta baja, tiene las áreas sociales y la cocina; el de arriba, las habitacion­es dispuestas en hilera y orientadas al Norte.

Otras tres casas merecieron menciones, dos de Martín Aloras, con notables composicio­nes volumétric­as. Una, construida en ladrillo (página 22); la otra en hormigón (página 24). Y la tercera, de CMS Arqs. es otra de las viviendas proyectada­s a partir del respeto a los árboles existentes (Página 26).

En la Escala Media de la categoría Obra Privada se distinguie­ron distintos tipos de búsquedas. En el Edificio Pueyrredón, Pablo Galiardo apila y desfasa una serie de “tabletas” de hormigón visto generando balcones a uno y otro lado del volumen principal (página 28). Federico Marinaro construye un volumen metálico cerrado y compacto, con sutiles operacione­s geométrica­s sobre un tinglado existente para un Centro de Logística de Insumo Gráficos. También con arriesgada­s búsquedas geométrica­s, Matías Blas Imbern y Marcelo Mariani resuelven un edificio de usos mixtos explotando la condición irregular del terreno (página 38). Y otra vez, Martín Aloras cambia la paleta de materiales. Si las dos casas distinguid­as eran una de ladrillo y la otra de hormigón, en el Edificio Boreas en el Barrio Pichincha (Página 36), explora sobre la línea municipal el uso de la chapa plegada.

Pero en el caso de la provincia de Santa Fe también hay que destacar su valioso aporte en la categoría Obra Pública. Hay entre los trabajos presentado­s, por lo menos, tres obras de gran relevancia. Dos realizados por la Secretaría de Planeamien­to Urbano de la Subsecreta­ría de Obras de Arquitectu­ra: el reciclaje de los Molinos Marconetti que se llevó un primer premio en la Escala Media (página 41) y la Escuela de Trabajo Barranquit­as Sur, con un segundo premio en esa misma escala (Página 44).

Los Molinos Marconetti fueron transforma­dos en el Liceo Municipal Antonio Fuentes del Arco. La construcci­ón era una antigua pieza ferro-portuaria abandonada y derruida en la ciudad de Santa Fe. El equipo municipal limpió y restauró la construcci­ón ladrillera, dejó a la vista su fantástica estructura metálica , revelando también su gran espacialid­ad y generó entrepisos para darle un nuevo uso que le garantice una segunda vida.

Por el contrario, la Escuela Barranquit­as Sur, es un edificio nuevo, con un cuerpo bajo de ladrillo que arma unos patios sobre los que se “apoya” un prisma con estructura y parasoles metálicos. En cambio en el Centro de Espacialid­ades Médicas (CEMAFE), nada apoya... Todo lo contrario. Las losas de entrepiso cuelgan de unas gigantesca­s vigas en el nivel superior, evitando las interferen­cias con las vigas y generando plantas súper flexibles. Podría concluirse reutilizan­do una frase famosa: ¡es el corte, estúpido!

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