Balcones y dobles alturas para volver al brutalismo
Próximo a los centros universitarios rosarinos, un edificio de usos mixtos resuelve su imagen a partir de una envolvente de hormigón visto. Fuerte diálogo entre interior y entorno.
En la intersección de dos calles transitadas, el Edificio Pueyrredón se percibe como una pequeña pieza de brutalismo que brinda apertura, dinamismo y continuidad espacial. El edificio está ubicado a pocos metros de las principales avenidas y centros universitarios de la ciudad de Rosario, creando el ambiente ideal para jóvenes y estudiantes.
El terreno es la esquina noroeste de una manzana de mediana altura y pequeña escala. En este contexto, el edificio se convierte en protagonista, siendo visto y reconocido fácilmente. Las regulaciones de la ciudad permiten la ocupación total del lote, de manera que todos los departamentos pueden ventilarse y abrirse a los dos frentes, mejorando la conexión directa entre la calle y los espacios interiores.
El uso del hormigón visto resuelve integralmente su estructura y envolvente, logrando una arquitectura despojada de fuerte calidad expresiva con un noble envejecimiento. A través de su estructura se crea un patrón de superposiciones, como un juego de “vacíos y llenos”, alternando balcones hacia adelante y hacia atrás, desenfocando su silueta y generando visuales cruzadas en el interior con grandes balcones arbolados de doble altura.
Se busca, que las vigas perimetrales sean invertidas y funcionen como barandas de balcones o antepechos, para fortalecer el diálogo entre el espacio interior y exterior; de este modo, no existen elementos estructurales limitantes, otorgando gran flexibilidad a las plantas.
Se entienden los cielo rasos de sus balcones, como el plano principal de fachada que da continuidad entre el interior y el exterior, que a su vez se transforma en parapeto del balcón superior, conformando una pieza de hormigón visible desde la calle y la ciudad.
Se proyecta un ingreso en doble altura, como continuación de la vereda pública con abundante vegetación y un bicicletero. La entrada al edificio se lleva a cabo a través de una gran “plaza interior”, espacio que vincula la vida pública y privada, proporcionando la permeabilidad y la conectividad urbana.
Algo más llama la atención de este espacio: colgando de un andamio de metal de se han dispuesto ganchos de diferentes longitudes en los que se cuelgan las bicicletas de los residentes. Este tipo de mobiliario cambia la perspectiva: lo que se percibe como perturbador en muchas entradas de edificios, aquí cumple un rol de creación de identidad. Las bicicletas no están ocultas, sino que están expuestas como obras de arte.
El edificio cuenta con tres tipologías por piso: estudio, lofts y departamentos de un dormitorio, donde la premisa principal es la espacialidad y la continuidad de los interiores. Estos espacios tienen sus “áreas húmedas” formando una pieza común integrada en el sector central de la planta.
El resultado es un espacio puro y neto, que enfatiza la condición de un edificio de uso mixto. El diseño interior de las unidades ofrece espacios libres y luminosos, por lo que el valor agregado está en su balcón, que se plantea como un espacio continuo. En sus plantas superiores, el proyecto tiene dos niveles con espacios comunes, terrazas verdes y piscina.
El edificio cuida el medio ambiente local, contribuyendo con diseño urbano y nuevas áreas verdes, que superan las que existían en la casa construida anteriormente en el sitio. La vegetación juega un papel central, suavizando el hormigón visto dominante en el exterior.
Cada unidad está dotada de un amplio espacio privado al aire libre que actúa también como un área de transición entre el enérgico entorno público y la atmósfera privada de cada departamento. A su vez, la incorporación de espacios recreativos y de descanso en sus plantas superiores otorgan inmejorables vistas de la ciudad a todos sus habitantes.«