Pabellón puente que deja a la naturaleza correr
El pequeño edificio se ubica transversalmente a un canal que llega al lago Los Molinos. Se apoya en ambos lados con muros de hormigón que se funden con las paredes fangosas.
Ubicado en un barranco poco profundo que atraviesa un bosque de eucaliptos, este proyecto se considera como un lugar de reunión para un desarrollo urbano vacacional, situado en la orilla del lago Los Molinos.
El proyecto es una infraestructura de escala mínima que se materializa como un pabellón puente. Su objetivo es el de armonizar con este paisaje particular, intensificando su experiencia.
El pabellón del puente ha causado un impacto positivo en el paisaje y actualmente se ha convertido en un espacio iconográfico donde se llevan a cabo todas las actividades sociales de esta urbanización.
El pequeño edificio debe cubrir las necesidades básicas de estas actividades, como cocina, comedor, salón y baño. El sitio, clave de la intervención, es un paisaje sugerente donde un barranco poco profundo atraviesa un bosque de eucaliptos que proporciona una atmósfera única. Este espacio del canal fue causado por la erosión de una antigua carretera en desuso que originalmente corría a través de la orilla del lago. La arquitectura debe ser una oportunidad para mejorar la experiencia de este entorno evocador. Finalmente, la restricción de tiempo y presupuesto fue esencial para elegir una tecnología constructiva particular.
El proyecto se propone como un edificio transitable en respuesta a este espacio de forma de canal. Era importante comprender e interpretar la naturaleza de este paisaje para lograr la serenidad y el silencio con nuestra intervención.
La propuesta consiste en una infraestructura de escala mínima materializada en un pabellón de puentes que establece una relación estrecha con este paisaje sugerente que intensifica la experiencia.
Este espacio suspendido se ubica transversalmente al canal y se apoya en ambos lados por dos paredes de concreto que definen el acceso y dan escala a la intervención. Para armonizar con su configuración fangosa, las paredes de concreto están pigmentadas y texturizadas.
La transparencia y las sensaciones de ingravidez y flotabilidad son temas centrales en este proyecto. El edificio rectilíneo tiene dos fachadas de vidrio que permiten vistas simultáneas del bosque y el agua.
Dependiendo del tiempo, la fachada de cristal provoca la propagación del ambiente a través de su reflexión y su desaparición total por la transparencia.
El peso del edificio está soportado por vigas metálicas Vierendeel que abarcan el canal poco profundo y permiten optimizar su rendimiento estructural.
El largo edificio de planta abierta ofrece un comedor, tumbona, cocina y baño. Finalmente, el piso y el techo se materializan en madera, lo que aporta sensación de calidez al ambiente.
La naturalidad y la simplicidad con que el edificio se adueña del sitio ha tenido un impacto positivo y respetuoso en el medio ambiente.
Se ha convertido en un espacio reconocible e inmediatamente se ha apropiado de los usuarios como un lugar para reuniones y varias celebraciones. Cuando una actividad tiene lugar por la noche, el edificio se convierte en una lámpara cálida en el paisaje boscoso.
La condición de un edificio transitable no solo respeta la memoria de la antigua carretera sino que también permite un acceso claro a la costa. Además, la decisión de un edificio suspendido permite que nunca tenga contacto con la media luna del lago.
El transcurso del tiempo influye favorablemente en la apariencia del edificio y el envejecimiento de las paredes de concreto pigmentado. Su color amarronado se ha ido uniendo gradualmente con el entorno embarrado. «