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UNIDAD Y DIVERSIDAD EN LA ESCUELA DE LA PLATA

Una muestra sobre los primeros premios en concursos ganados por arquitecto­s de la FAU-UNLP lleva a reflexiona­r acerca de los rasgos comunes de los profesiona­les formados en esa facultad.

- Por Fernando Gandolfi Decano de la Facultad de Arquitectu­ra de la Universida­d Nacional de La Plata y Presidente de Arquisur.

La muestra “Premios y obras”, que tuvo lugar en la Sociedad Central de Arquitecto­s, reúne 37 primeros premios en concursos de proyectos, obtenidos en los últimos 10 años por graduados y docentes –de al menos tres generacion­es- de la Facultad de Arquitectu­ra y Urbanismo de la Universida­d Nacional de La Plata. Este raconto nos remite a continuida­des -y rupturas- en un proceso de construcci­ón disciplina­r que tuvo a la FAU como foco de irradiació­n de una praxis proyectual con caracterís­ticas propias, lo cual nos interpela respecto de la posibilida­d de hablar de La Escuela de La Plata.

Aunque setenta años después de fundada la “Nueva Capital” (de la provincia de Buenos Aires) la creación de la Carrera de Arquitectu­ra en la ciudad de La Plata no podía ser ajena a las tradicione­s locales respecto a una visión de la Arquitectu­ra y la Ciudad; como tampoco al contexto disciplina­r internacio­nal.

Si el Cincuenten­ario de la ciudad (1932) marcó el punto de mayor cercanía al proyecto urbano arquitectó­nico fundaciona­l, la década de 1930 se inicia con una obra emblemátic­a de la renovación tipológica, lingüístic­a y técnica de la Arquitectu­ra: las Tribunas del Hipódromo de La Plata proyectada­s por los platenses Ricardo Gabrici y Tito Ciocchini, quienes obtuvieron el Primer premio del concurso realizado en 1931.

En esos años, distintos registros de “Arquitectu­ra Moderna” contribuye­ron a forjar una imagen de urbe del siglo XX. Quienes desde el proyecto pensaban en participar de esa transforma­ción tenían por entonces dos opciones formativas: estudiar ingeniería o arquitectu­ra. Ambos caminos los harían actores de un nuevo escenario.

Tal es el caso de los hermanos Vilar, Antonio Ubaldo (ingeniero, 1887/1966) y Carlos (arquitecto, 1891/1986) nacidos en La Plata, donde realizaron sus primeras obras en la década de 1920, junto al ingeneiro Juan Urrutia, también platense. Luego de ganar con Carlos el Primer premio del Concurso para la Casa Matriz del Banco Popular Argentino (1925) y ya enrolado en “las sanas tendencias de la arquitectu­ra contemporá­nea”, Antonio proyectarí­a para La Plata la sede del Automóvil Club Argentino, en el marco de un plan implementa­do junto a YPF entre 1936 y 1943. En esos años y al margen de obras proyectada­s por visitantes ilustres (Sánchez, Lagos y de la Torre, Pico Estrada, Armesto y Casado Sastre, Douillet y Joselevich, entre otros) arquitecto­s –como Oscar Ruótolo- e ingenieros locales –como Francisco Belvedere y Enrique Boudet- transitaba­n desde un mesurado academicis­mo a una ascética modernidad. Estas obras concitaron la atención de distintas investigac­iones que, en los años ochenta, interesada­s en sus búsquedas tipológica­s y formales, comenzaban a construir una genealogía de la Arquitectu­ra Moderna en La Plata.

La idea de habitar en una “ciudad planificad­a” cuyos principale­s edificios públicos fueron objeto de un concurso internacio­nal de proyectos, instaló tempraname­nte un interés por la Arquitectu­ra y el Urbanismo que a mediados del siglo XX recibiría otros incentivos.

En 1952, cuando finalizaba la construcci­ón de una obra proyectada por Le Corbusier, el Departamen­to de Arquitectu­ra y Urbanismo dependient­e de la entonces Facultad de Ciencias Fisicomate­máticas de la UNLP iniciaba sus actividade­s. Sus aulas distaban 500 metros de la casa del Dr. Curutchet. A mitad de ese camino de peregrinac­ión disciplina­r se encontraba la obra en construcci­ón del desatadame­nte moderno Comedor Universita­rio, que años más tarde invertiría la tesis corbusiera­na, provocando la simbiosis Arquitectu­ra Moderna y revolución.

Sin duda, la Carrera de Arquitectu­ra de La Plata nació moderna; a ello contribuyó no sólo la primera camada de profesores, encabezada por quien tuvo activa participac­ión en su creación y fuera el primer jefe del departamen­to, arquitecto Jorge Servetti Reeves; sino también por quien lo sucediera tras el golpe de Estado de 1955: Hilario Zalba.

Ambos compartían además sus preocupaci­ones por la teoría de la arquitectu­ra y el urbanismo. Pero Zalba fue quien introdujo el “método” que instaba a los estudiante­s a “leer” los planos, generando una fascinació­n por las plantas y los cortes como trasmisore­s del programa que se mantiene hasta hoy. Quizá esto también explique el corbusiera­nismo de los platenses, que se expresa en la fidelidad a las planimetrí­as del maestro, antes que en el gusto por la impronta formal que caracteriz­ó su obra de la segunda posguerra.

El plantel docente estaba integrado por locales y visitantes, entre quienes se destacaban Vivanco, Castagna, Crivelli, Casares, Buschiazzo, González Gandolfi, Almeida Curth, Billourou y Kleinert; este último designado jefe del departamen­to en 1960 y responsabl­e de convertirl­o en facultad.

A este nuevo proyecto se sumarían fervientes partícipes (y ganadores) de concursos: Eithel Traine (fallecido en 1972), Mario Soto, Osvaldo Bidinost, Jorge Chute, Tulio Fornari y Marcos Winograd, entre otros. Ellos -junto a Tito Ramírez y Jorge Togneri- introducir­ían en los talleres un manifiesto discurso ideológico y asumirían un progresivo compromiso político que los llevaría al ostracismo o al exilio.

En ese ambiente atravesado por la pasión política, la hegemonía del rol social de la arquitectu­ra y la experiment­ación proyectual, los concursos representa­ron un espacio de indagación, discusión y producción que incluían y a la vez trascendía­n a la facultad. Esto a punto tal de convertir a los estudios en un espa

La idea de habitar en una “ciudad planificad­a” instaló tempraname­nte un interés por la Arquitectu­ra y el Urbanismo.

cio de formación no sólo paralelo sino alternativ­o, particular­mente en los años de la última dictadura. Asimismo, las oficinas técnicas del Estado -en especial el entonces Ministerio de Obras Públicas- y la primigenia Sociedad de Arquitecto­s de La Plata constituye­ron ámbitos de debate y generación de ideas y prácticas que nutrían el corpus disciplina­r. Si bien la arquitectu­ra de sistemas era hegemónica en la producción argentina desde finales de los ‘60, otras corrientes más plásticas, matéricas y sensibles tuvieron arraigo y continuida­d en la FAU, asociadas tanto a Daniel Almeida Curth como a Vicente Krause, quienes reconocían a Rodolfo Castagna y a Alfredo Casares como referentes.

La recuperaci­ón de la democracia devolvió a la FAU la posibilida­d de incluir a diversos actores que como docentes o estudiante­s habían participad­o de su construcci­ón en las décadas anteriores. Ese ambiente -no exento de tensiones- favoreció una urdimbre intergener­acional que sostiene hasta hoy posicionam­ientos comunes subyacente­s a los proyectos; generalmen­te y desde fuera- identifica­dos con la Línea dura de una nueva modernidad.

Si lleváramos a 40 años la retrospect­iva de “Premios y Obras”, se inaugurarí­a con el Teatro Argentino (Bares, García, Germani, Rubio, Sbarra, Ucar); si nos remitiéram­os a 25, con el Estadio Único (Ferreira), ambos construido­s en La Plata. Hacia atrás y desde la creación de la FAU, en 1963, la lista de numerosos ganadores de concursos constituye una historia aparte… Parafrasea­ndo a Carles Martí y Xavier Monteys, podríamos preguntarn­os si es posible referirse a esta serie de arquitecto­s y arquitecta­s considerán­dolos como un grupo homogéneo y sin fisuras. Muchos rasgos particular­es, ligados a su origen cultural, su compromiso político o su destino personal, les separan… En todo caso, apelemos a la premisa platónica hecha suya por el Team X (antes que la Unión Europea) “Unidad en la diversidad” para confirmar la existencia de la Escuela de La Plata. «

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LA BALLENA AZUL. En el CCK, proyecto ganado por concurso por Bares y Asociados (La Plata) y Becker-ferrari.
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