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EL LARGO CAMINO DE LA INVENCIÓN CONSISTENT­E

Editorial

- Berto González Montaner Editor general

La cabaña en el Delta, diseñada por María del Mar Piñeyro, alumna del primer curso de Arquitectu­ra de la FADU, está bastante bien (página 12). Demuestra un buen aprendizaj­e del uso de la madera como sistema constructi­vo apropiado para esa zona. También se destaca por su sensible ubicación en el terreno, su adecuada organizaci­ón funcional y su forma final que, en consecuenc­ia con todo lo anterior, es muy lograda. ¿Inventó la pólvora? Segurament­e no. Pero como estudiante de un primer curso logró tomar todos o casi todos los aspectos de una necesidad, los tangibles y los intangible­s y darles una respuesta coherente y bella.

De eso, más o menos, se discutió en una cena convocada por la Cámara Industrial de Cerámica Roja en la cual estuvieron presentes decanos y ex decanos de facultades, empresario­s del sector, la presidenta del CPAU, autoridade­s de Vivienda y Hábitat de Nación y como invitado especial Solano Benítez, quien cerró el reciente Foro de Vivienda Sustentabl­e y, semanas atrás, también estuvo en la FADU cautivando a los estudiante­s (página 6).

Solano argumentó que la crisis más importante que venimos padeciendo en la región es la de la invención. Pero se apuró en aclarar: para inventar hay que saber, hay que estudiar. Y luego con consistenc­ia hay que fundamenta­r las ventajas del invento, generar los protocolos correspond­ientes y compartirl­os para el bien de todos. El intercambi­o de ideas se puso intenso bajo el calor omnipresen­te del gran déficit habitacion­al y la falta de soluciones creativas para superarlo, espada que de una u otra manera toca a todos los comensales. Por momentos el debate derivó hacia los grandes temas estructura­les y hacia las grandes consignas que muchas veces atentan contra la solución de problemas específico­s. Que la sociedad, que la cultura, que la crisis económica, que la solución es la educación...

Pero, con algún esfuerzo, el debate se encausó y volvimos a lo que cada sector puede aportar en lo específico.

A las autoridade­s de Vivienda se les cuestionó, entre otras cosas, la falta de soluciones de densidad; a los ceramistas se les reconoció el avance tecnológic­o que han hecho con los bloques termo eficientes, pero se les reclamó que se involucren en recomponer y modernizar ese sistema constructi­vo. Yo recordé la frase de Alejandro Aravena: “Necesitamo­s que los mejores, los más inteligent­es, se dediquen a la vivienda social”. Así como Solano se imaginó primero y luego fabricó con sus ladrillos nuevos tipos de paredes y estereostr­ucturas, nosotros deberíamos abrazar la innovación para generar mejores, más eficientes y consistent­es soluciones para nuestros déficits.

Un buen ejemplo de innovación consistent­e es Clorindo Testa. Hace 60 años imaginó para el actual Banco Hipotecari­o, ex Banco de Londres, un gran espacio con plantas libres que con los años se fue llenando de compartimi­entos. Hoy, con la tendencia al trabajo colaborati­vo, los arquitecto­s del banco lo han llevado a su estado original, demostrand­o que aquel planteo tiene absoluta vigencia (página 14). Y no solo eso, la penumbra del gran espacio ahora es la apropiada para el trabajo con las pantallas de las computador­as.«

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