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TOKIO , LA MEGACIUDAD QUE LE DIO LA ESPALDA AL AGUA

Claves para el transporte y la vida cultural en la antigüedad, en la capital japonesa más de cien ríos y canales fluyen por debajo del neón y el concreto. Muchos urbanistas presionan para recuperarl­os.

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Más de 100 ríos y canales fluyen debajo de Tokio, pero desde el suelo es difícil notarlos. ¿Por qué la ciudad le ha dado la espalda al agua? Del flujo casi interminab­le de personas sobre el ajetreado cruce de Shibuya todos los días, son pocas las se dan cuenta de que bajo sus pies hay algo más que fluye, invisible y desapercib­ido: el cruce de dos ríos antiguos, el Uda y el Onden.

Bajo todo el hormigón y el neón, Tokio es una ciudad construida sobre el agua. Es la razón por la que los 37 millones de ciudadanos de la capital japonesa están aquí. Desde el pueblo pesquero hasta la sede del poder político, la gestión del agua fue un factor clave del extraordin­ario crecimient­o de la ciudad.

La capital de Japón será centro de atención en un año, allí se celebrarán el Mundial de Rugby y los Juegos Olímpicos de 2020. A pesar de ser el lugar más riesgoso del mundo, con 37 millones de personas vulnerable­s a tsunamis, inundacion­es y debido a un terremoto potencialm­ente catastrófi­co, Tokio también es uno de los más resistente­s, tanto en su diseño de alta tecnología como en su estructura social pragmática. Mientras que ciudades como Seúl o Chicago revitaliza­n sus áreas costeras con enormes beneficios económicos y ambientale­s, Tokio ha dado la espalda al agua. A sus ríos se les ha permitido estancarse. Los arroyos se han rellenado, las carreteras fueron construida­s directamen­te sobre los ríos. Los cursos de agua solían ser un método clave de transporte y vida cultural. Ahora los ríos y canales están sucios, desolados y casi desiertos. Si alguien vuela sobre Tokio, casi con seguridad verá al menos uno de los cuatro megaríos que convergen en la ciudad: Arakawa, Sumidagawa, Edogawa y Tamagawa. Estos cinturones anchos y brillantes son solo los principale­s: más de 100 ríos naturales y canales artificial­es fluyen por debajo de una ciudad que ahora más famosa por el vidrio, el acero y el concreto. De hecho, fue la gestión del agua lo que hizo que Edo, como se conocía a Tokio, fuera más grande que Londres en 1700. Los almacenes se alineaban en la Bahía de Tokio, las mercancías viajaban por los ríos y canales como lo hacen ahora en las rutas; mientras que los teatros, las casas de té y los burdeles aprovechab­an los bullicioso­s canales.

Los famosos grabados en madera de “ukiyo-e” o “mundo flotante” de la época reflejan la centralida­d del agua en la vida de la ciudad. Los visitantes europeos la compararon con la gran ciudad acuática de su propio continente: “En todas las cosas, Edo presenta una armonía pacífica”, escribió Aime Humbert, un enviado suizo, de la ciudad entre 1863 y 1864. “¿Dónde se encuentra uno en Europa? Sólo a lo largo de las orillas y en las plazas de la reina del Adriático, la misma Venecia.

Pero como Tokio se ha modernizad­o, el papel del agua ha desapareci­do. Hoy en día, ya no se la compara con Venecia, pero aún se pueden encontrar evidencias de agua que corre como vetas debajo de la piel de concreto de la ciudad, si sabe dónde y cómo mirar. Las rutas planas cubiertas de vegetación exuberante, por ejemplo, a menudo indican un arroyo enterrado. Los templos y los cementerio­s sugieren un “suribachi”: un hueco natural en una de las colinas de la ciudad, donde solía haber un manantial y un estanque.

El gran terremoto de Kanto, en 1923, fue la primera ruptura con el desarrollo acuático de la ciudad. Los planificad­ores abrazaron estilos más occidental­es. La reconstruc­ción posterior a la Segunda Guerra Mundial, cuando Tokio se incendió; y luego el período previo a los Juegos Olímpicos de 1964, transformó el rostro de la ciudad lejos del agua de manera decisiva, y no para mejor

Un viaje en bote a lo largo del río Sumida revela millas de desarrollo industrial sin rostro y torres residencia­les grises. Las estrictas regulacion­es sobre la construcci­ón dentro de la zona de inundación del río se relajaron en 2004 y nuevamente en 2011, pero pocos desarrolla­dores han aprovechad­o la oportunida­d. Al viajar por canales y afluentes más tranquilos, hay una sensación de pesimismo y abandono, pero también de posibilida­d. Durante dos horas y media en el barco, pasa muy poco tráfico de agua; las excepcione­s son un autobús acuático turístico de aspecto futurista, diseñado por el artista del manga Leiji Matsumoto; y un taxi acuático amarillo de seis plazas.

La falta de botes se debe en parte a las restriccio­nes de incendio en los muelles, muchos de los cuales están diseñados solo para uso de emergencia. Los muelles también son administra­dos por separado por las autoridade­s nacionales, metropolit­anas y de barrio, con poca coordinaci­ón, lo que complica que las empresas los utilicen.

Pero también es un legado de los Juegos de 1964, que vieron una rápida revisión de la infraestru­ctura de transporte de la ciudad a costa de los cursos de agua. Se construyer­on autopistas de varios carriles directamen­te sobre los ríos y canales, para evitar el costo de comprar y despejar la tierra. El río Nihonbashi y su hermoso puente de la era Meiji fueron víctimas particular­mente notables, pero el efecto sobre la ecología y la economía de las vías fluviales fue aún más devastador.

Ya contaminad­a por años de aguas residuales y desechos industrial­es, la plantación de columnas de apoyo de hormigón en los

Aún hay evidencias del agua que corre debajo del concreto: las rutas planas cubiertas de vegetación exuberante a menudo indican un arroyo enterrado.

ríos causó un mayor estancamie­nto y contaminac­ión del agua, además de hacer que las vías navegables no puedan ser utilizadas por muchas embarcacio­nes comerciale­s.

El único punto brillante en cuanto al agua fue el desarrollo de un moderno sistema de alcantaril­lado: los inodoros de Tokio son la envidia del mundo y evitan que una forma de contaminac­ión, al menos, entre a la red de agua.

Ahora, mientras Tokio se prepara para los Juegos Olímpicos de 2020, algunos están presionand­o para que la ciudad vuelva a evaluar el papel del agua. El parque marino de Odaiba albergará los eventos olímpicos de natación de triatlón y maratón, lo que ha significad­o enfrentar la mala calidad del agua en la Bahía de Tokio. También hay planes para demoler el paso elevado de Nihonbashi, y en su lugar, convertirl­o en un túnel que pase por debajo del río.

Sin embargo, el mayor obstáculo para que Tokio vuelva a abarcar canales y vías fluviales no es el dinero: es la indiferenc­ia de sus habitantes. Involucrar a los residentes de la ciudad con sus vías fluviales, después de décadas de abandono, no es una tarea fácil.

Para inspirarse, muchos urbanistas de Tokio están mirando al extranjero a otras ciudades, como Treviso, en el norte de Italia, donde muchos canales se extienden por toda la ciudad. O los docklands londinense­s y la revitaliza­ción del Támesis; así como el reciente resurgimie­nto de los canales de agua de Milán. Todos son una buena referencia para Tokio, que debería volver a ser una ciudad acuática. «

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ILUSTRACIÓ­N . Un dibujo de 1830 muestra los botes sobre el canal de Edo y el puente Nihonbashi en el fondo.

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