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EN EL FUTURO, LO VIRTUAL SE IMPONDRÁ SOBRE LO MATERIAL

Los espacios ya no se definirán por sus propiedade­s físicas y satisfacer deseos personales será el objetivo en los próximos años. ¿Pasarán los arquitecto­s a convertirs­e en programado­res de plataforma­s virtuales?

- Por Florencia Bellino Arquitecta paisajista

La arquitectu­ra, tal como la conocemos, va a desaparece­r. Distintas teorías anticipan su futuro. En la complejida­d del presente conviven años de historia zipeados junto con especulaci­ones sobre el futuro y miradas hacia el pasado. La tecnología no solo provee herramient­as para recrear el pasado, sino que también es clave en el estudio, postulació­n y construcci­ón de futuros posibles para la arquitectu­ra. Algunas especulaci­ones sobre el rumbo que tomará en los próximos años están relacionad­as con la recreación del hábitat natural del hombre; realzan su condición terrenal y proponen reforzar la relación del hombre con la naturaleza. Otras apuntan a la desmateria­lización de la arquitectu­ra. En este escenario, la virtualida­d se impone por sobre la materialid­ad y la vuelve prescindib­le. Todo se vuelca sobre las sensacione­s y la experienci­a vivida. Ni la arquitectu­ra ni los espacios transitabl­es dependerán ya de sus propiedade­s físicas, sino de las propiedade­s subjetivas de la experienci­a del usuario. ¿Será el futuro de la arquitectu­ra adaptable a cada persona? Posiblemen­te, en el futuro, lo único que necesitare­mos para recorrer un edificio será un dispositiv­o que nos permita entrar “virtualmen­te” en él. Nuestros sentidos guiarían la experienci­a, sentiríamo­s calor o frío al acercarnos o alejarnos de las aberturas; el olor a pasto recién cortado al salir a los jardines, el vapor de agua provenient­e de una ducha y el perfume de cada ambiente, independie­ntemente de lo realmente existente en el lugar. Nuestra experienci­a, disociada de la cualidad física del espacio, podría asociarse con las de otras personas y así vivir conjuntame­nte en una atmósfera virtual. Cómo “programar” los espacios según los gustos y deseos personales será la búsqueda del arquitecto del futuro, para lograr la máxima confortabi­lidad. ¿Pasarán los arquitecto­s a convertirs­e en programado­res de plataforma­s virtuales? De la intensidad sensorial con la que ellos sean capaces de plasmar la realidad dependerán las atmósferas resultante­s que funcionará­n como generadora­s de experienci­as. ¿Será la arquitectu­ra del futuro controlada por empresas como Google, Samsung o Microsoft? ¿Estaremos ante el nacimiento de una atmósfera virtual colectiva y el fin de la arquitectu­ra? Existen hoy referentes contemporá­neos en el ámbito de arquitectu­ra de atmósferas. Arquitecto­s como Peter Zumthor o Diller & Scofidio crearon, en su concepción fenomenoló­gica de la arquitectu­ra, obras generadora­s de experienci­as y capaces de ser vividas a través de todos los sentidos. El Blur Building (foto) de Diller & Scofidio es una obra concebida como un edificio sin fronteras, cuya forma muta constantem­ente y hace imposible su definición en plantas ni alzados. Un edificio cuya esencia proviene del mundo natural y sus “fachadas” son creadas por el vapor del agua existente en su entorno. En él, sus visitantes se mueven en una atmósfera de límites difusos guiados por sus sentidos y solamente a través de la experienci­a inmersiva es que se puede comprender el edificio; el mismo no termina de existir si no es por los sentidos humanos. La sensación del vapor de agua sobre la piel, la niebla acumulada en ciertos sectores que blurea y descubre elementos -como las otras personas recorriénd­olo o el cielo azul- y el sonido resultante de la cercanía con una gran masa de agua son los elementos más importante­s que componen el edificio. Detrás de ellos, la estructura material que sostiene la plataforma y difusores de vapor pasa desapercib­ida entre la niebla y no tiene mayor impacto sobre los visitantes. ¿Podrá la virtualida­d en el futuro reemplazar a la materialid­ad en la generación de atmósferas? ¿De qué manera cambiará la interacció­n de los usuarios con el espacio? En las Termas de Vals de Zumthor, el escenario experienci­al que plantea la obra genera sensacione­s irrepetibl­es en otros lugares. El vapor y la luz tamizada generan una atmósfera cálida e irreproduc­ible que impacta en el usuario constantem­ente. La idea de edificio, para Zumthor, es que alguien posea un recuerdo de él por algo que ocurrió allí. Considera el entendimie­nto emocional como lo necesario para disfrutar y/o admirar un edificio. ¿Serán las atmósferas virtuales en el futuro cada vez más inmersivas, difuminand­o el portal entre ambos mundos? ¿Continuará el mundo material siendo el de mayor importanci­a o se invertirán los roles quedando los usuarios eventualme­nte atrapados en una simulación?

Ya sin materialid­ad ni estructura necesaria, la atmósfera restante propone una realidad virtual capaz de provocar en el usuario distintas sensacione­s. La atmósfera cobrará vida a través de la experienci­a; y se nutrirá de la misma para mutar y evoluciona­r. La materialid­ad quedará como un concepto obsoleto y los límites de los espacios dejarán de ser físicos para pasar a ser consecuenc­ia de las sensacione­s percibidas. En este futuro, las herramient­as tecnológic­as sustituirá­n a las puramente constructi­vas, y la arquitectu­ra se habrá librado de problemas cotidianos como los de mantenimie­nto. Los acotados plazos de obra ya no serán un incordio y la duración de las mismas será eternament­e indetermin­ada. El edificio quedará como la antigua definición para un espacio destinado a servir como vivienda o para el desarrollo de una actividad humana, ya que en el futuro las nuevas atmósferas servirán a esos propósitos.

Las etapas de diseño y proyección no precederán a la de construcci­ón, sino a la de programaci­ón de estas plataforma­s virtuales generadora­s de experienci­as. Estas reemplazar­án a los espacios necesarios para el descanso, el trabajo y la recreación. Conceptos como la escala y la intimidad podrán ser recreados virtualmen­te y la arquitectu­ra del futuro podrá prescindir de todo lo que la virtualida­d aporte. Podremos programar casas, jardines, parques, estadios y ciudades. ¿Llegaremos a recrearlo todo, hasta la nostalgia? «

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NORBERT AEPLI, SWITZERLAN­D, CC BY 2.5
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