Parysow 2- Schargrodsky 1.
Roberto Parysow, Emilio Schargrodsky y Jessica Parysow forman un equipo que desarrolla obras comerciales de calidad y ganó el concurso para el Polo Científico Tecnológico de Palermo.
La trayectoria del estudio 2PS, cuatro décadas de viviendas, oficinas y concursos
Una obra se construye de múltiples miradas. La del proyectista, la del que la dirige, la del desarrollador que la vende y la del que, finalmente, vive en ella. Roberto Parysow, Emilio Schargrodsky y Jessica Parysow aseguran que el arquitecto debe mirar a través de todas esas lentes. Juntos conforman 2 PS, un estudio que piensa que cada proyecto solo puede entenderse a través de la ciudad que construye y de la suma de procesos que convoca. “Creemos que nuestros proyectos deben asumir un rol de fragmento en la conformación de un espacio mayor”, definen y sostienen que esa filosofía proyectual no es incompatible con el real estate. En ese sentido, Schargrodsky afirma que sus principales clientes son desarrolladores inmobiliarios. “No perdemos de vista que tienen un interés claro en el negocio, pero eso no implica que no quieran vender ‘buenas obras’ tanto como nosotros proyectarlas”.
Para Jessica Parysow la particularidad de su estudio es que tiene muchos y muy diversos clientes. “Hay algunos que acompañan más y otros que no, pero todos buscan proyectos de calidad. Viajan, ven otras ciudades. Hoy el diseño vende”, dice. Su padre, Roberto, fundó el Estudio Parysow en 1967. Tres décadas después, asoció a Emilio Schargrodsky y Jessica se sumó al camino familiar en 2002. Hace un año agregaron a sus apellidos 2PS.
Más allá del marketing, la sigla también define principios. “Creemos firmemente en el trabajo en equipo. En una obra confluyen muchas disciplinas, más allá de la arquitectura”, afirma Emilio. “Nuestro trabajo es sentar todos esos intereses en una mesa y que todos sean integrados al proyecto”, agrega Roberto.
Su modalidad de trabajo respeta esa filosofía. “No nos dividimos los clientes y los proyectos. Al revés, los tres intervenimos en cada obra que encaramos”, explica Emilio. Afirman
que “se conocen de memoria” y que cada uno toma mayor protagonismo dependiendo la etapa en que se encuentre cada proyecto. Roberto tiene protagonismo al principio y al final. Sus más de 50 años de experiencia aportan mucho al armado del negocio y a las visitas a las obras. Emilio y Jessica empujan el proceso del medio, él más cerca de las estrategias de diseño y ella inmersa en el día a día de licitaciones y el trabajo diario con asesores y clientes.
Hace varios años se especializaron en el proyecto, dejando la dirección de obra a otros estudios. “Consideramos que eso enriquece mucho al proyecto. En primer lugar, porque cuando uno proyecta y dirige, deja muchas decisiones para cerrar en la obra. Al tener que delegar, tenemos que ser muy específicos en las definiciones proyectuales”, explica Roberto.
A pesar de esa división de funciones, el trabajo del estudio continúa hasta el final de la obra. “Visitamos las obras por lo menos una vez por mes y atendemos todas las consultas proyectuales que quiera hacernos el estudio al que le toque dirigirla”, agrega Emilio.
El contexto es otra de las preocupaciones de la firma. “Nunca perdemos de vista que nuestras obras son urbanas. Pensamos cada una en términos de completar el fragmento de ciudad que componen”, explican. Muchos rincones de la Buenos Aires llevan la firma del estudio.
“Cada obra es como un hijo”, aclara Roberto. Sin embargo, puede nombrar algunas de sus preferidas. El complejo Vista, en Santa Fe 3760, por ejemplo. “Tenía la complejidad del lote. El edificio emerge en un perímetro libre, llegando a una altura de 35 pisos en un lote profundo. A eso se le agregaba la diversidad de usos, viviendas, oficinas y un programa de amenities muy completo y una terraza verde”, recuerda.
El hotel Own es otro de los proyectos “queridos” por los tres. Sobre la calle Gurruchaga, la obra completó el desafío de insertar un alojamiento boutique en un entramado de baja altura en Palermo Soho. De cinco plantas resolvió el reto de crear una atmósfera intimista con la geometría de sus balcones, de piel translúcida sobre un frente oscuro.
El ejercicio de trabajar en decenas de desarrollos inmobiliarios les permitió alcanzar su máximo reconocimiento: el Polo Científico Tecnológico. “Tuvimos la inmensa satisfacción de ganar el concurso, hacer el proyecto y que el edificio se construya, algo que no es frecuente”, aclara Roberto. “El gran desafío fue integrar una diversidad programática compleja en una gran superficie”, agrega Emilio. En Godoy Cruz, entre Paraguay y Soler, parte de lo que eran las antiguas Bodegas Giol, el complejo tiene 40.000 m2 y alberga el Ministerio de Ciencia y Tecnología, el Centro Cultural de la Ciencia (C3), oficinas del Conicet, un instituto de investigación y una plaza temática. El resultado fue un edificio racionalista que rápidamente se transformó en un hito urbano de Palermo. Completar la ciudad, de eso se trata.«