Heladería premiada.
Goodstën, de Hitzig Militello Arquitectos, primer premio de IIDA de Chicago.
Que el estudio Hitzig Militello cuente con una vasta experiencia en arquitectura comercial, especialmente en gastronomía y hotelería, no significa que la creación de Goodstën no haya representado un reto para ellos. En esta cremería de Martínez (GBA norte) se empleó un ejercicio de abstracción que sumó a la identidad de la marca. Un doble triunfo: para el comitente, que se nutrió de ideas para sus productos; y para los arquitectos, que obtuvieron el primer premio en el 47° IIDA International Interior Design Award, en Chicago, EE. UU.
La tienda se dedica a fabricación y venta de postres dulces en un típico chalet sobre Avenida del Libertador. Goodstën significa “piedra” en sueco y fue esta definición el punto de partida para la intervención liderada por HMA, que le dio una nueva vida a esta estructura clásica.
Cuentan los autores que el diseño nació de “una experiencia de paisajes oníricos de otros mundos, como si se tratara de un planeta donde existe otra lógica. Paisajes desconocidos y fantásticos nos han remitido a piedras preciosas cuya superficie facetada nos inspiró para generar un sistema constructivo”.
El programa de necesidades del cliente fue muy riguroso, cuentan los proyectistas. La superficie destinada a las áreas de elaboración del producto cubren casi el 50% de la superficie total de la obra, dividida en dos niveles y con dobles circulaciones para asegurar el uso perfectamente diferenciado entre las zonas públicas y las privadas.
El edificio preexistente se destinó a la producción mientras que la expansión funciona como el local de ventas. Aquí, la madera ocupa un rol protagónico como el material que les permitió moldear estas figuras facetadas, “sin recaer en la literalidad de materiales pétreos”, aclaran. “Buscábamos expresar una homogeneidad a través de una superficie continua de elementos que compusieran una cáscara diamantada, y lo logramos mediante la repetición de tejuelas metálicas tratadas”.
Hitzig y Militello crearon una composición de superficies facetadas que se ven reflejadas en varios elementos diseñados especialmente. Desde las aberturas en la edificación existente en las zonas de producción hasta la cubierta del anexo, se planteó como una estrategia que permite el paso de luz de forma tamizada. A su vez, esta misma geometría forma la estructura metálica del sistema de iluminación general, así como el diseño de solados exteriores en premoldeados de hormigón. Todo confluye en un mismo criterio compositivo.
En opinión de los arquitectos, “la propuesta es expresiva y a la vez sintética, es decir, propone un formalismo inquietante desde su silenciosa monomaterialidad”. La construcción del anexo en doble altura se adosa a la casa original de modo que ambos elementos conviven de manera respetuosa y armónica. La nueva espacialidad generada por la altura, más las propias cualidades de la nueva estructura diamantada dialogan morfológicamente con los tejados inclinados típicos de un chalet del siglo XX.
La implantación del local incorpora dos mansardas por dentro y una tercera por afuera, esta última pensada para responder a las exigencias de código de ventilación e iluminación del Municipio de San Isidro. Esto motivó que la cubierta modificara considerablemente su recorrido de abajo hacia arriba, permitiendo la ventilación e iluminación necesarias. “Como resultado nos encontramos con una cubierta muy plástica desde su geometría. En el nivel cero construimos una pieza de hormigón sobre la cual a modo de basamento se apoya toda la cubierta, fusionándose bajo una configuración morfológica similar”, explican.
En tanto, la propuesta general interior quedó definida por elementos del imaginario estético nórdico, acompañando la identidad de la marca. Para recrear este escenario se emplearon tapizados de cueros y pieles, muros revestidos en madera natural -en listones diagonales- placas de OSB pintadas de blanco y mármoles claros. La elección de los autores se orientó a estos materiales nobles y en tonos monocromáticos con la intención de generar “una perfecta integración entre el mundo onírico-fantástico y el sistema compositivo creado”, de una manera simple.
La alegoría de la ‘piedra preciosa’ -destacan Hitzig y Militello- impactó en decisiones creativas desde lo proyectual y lo constructivo, hasta en decisiones de marca, incluso en la producción de los postres, que se elaboran sobre placas de granito a temperaturas bajo cero. «