ARQUITECTURAS CON MARCA DE NACIMIENTO
Editorial
Días pasados Matheus Seco, del estudio Bloco Arquitetos de Brasil, dio en mi cátedra de la FADU una videoconferencia sobre la Brasilia de Lucio Costa y Oscar Niemeyer. Coincide la oportunidad con una nota aparecida en el diario La Vanguardia sobre algunos aspectos poco revelados de la obra de Niemeyer que reproducimos en esta edición de ARQ (pág. 12).
Seco vive en Brasilia, en uno de los bloques de casi 200 metros de largo que conforman esas macromanzanas, que ahora con la pandemia, resultaron revalorizadas. Revisando la obra de Bloco Arquitetos se puede ver esa tendencia tan brasileña a formas livianas, extendidas y a veces exageradas. Tan inmensas e intensas como sus geografías y paisajes. Y herederas de sus maestros coterráneos como Niemeyer, Reidy, Lelé o Mendes da Rocha.
Alguna vez, a raíz del debate sobre el carácter de la arquitectura latinoamericana, Bucho Baliero la hizo fácil. Agarró una revista que había sobre la mesa, en el bar de la facultad, y dijo algo así: “Mirá, esto es arquitectura latinoamericana”; dio vuelta unas páginas y agregó: “Esto no. Te das cuenta...”. Algo así también decía Jujo Solsona cuando afirmaba que acá solo se puede hacer High Tech criollo. “Ves, decía, los caños, las uniones nos salen mucho más gruesos”. En esta edición, otras notas traslucen fuertes improntas locales.
Una es la producción de Michel Rojkind, uno de los sobresalientes exponentes de la nueva arquitectura mexicana (pág. 14). Las tramas, las texturas y el colorido sobre las superficies, y esas potentes volumetrías traen a la cabeza el espíritu y la fuerza de la civilización maya, presentes también en maestros mexicanos como Teodoro González de León, Barragán o Legorreta.
Pero en cambio, como alguna vez caracterizó Ernesto Katzenstein, la modernidad de nuestro país es mucho más sobria y contenida. De estos atributos tan argentos dan cuenta los interiores de Paula Herrero (pág. 6) y la obra Entreverdes, en Colegiales, de los estudios ZZARQ y Abramzon (pág. 24). Ambos tienen en común una paleta muy cuidada de materiales y de colores con la que construyen espacios bien calibrados.
Hasta aquí, el “hilo” de este texto fue por el lado del “cómo” de estas arquitecturas y sus respectivos proyectos. Pero Rojkind introduce otra pregunta que abre otro campos, el “qué”, y amplía así la conversación. Bienvenida sea. Con espíritu contestatario, haciendo honor a su origen rockero, pone en cuestión los programas y pone a prueba el potencial implícito en cada encargo. Se junta con clientes, asesores, conocedores y la gente, para entender mejor los temas e inventar luego, sí, el “cómo” resolverlos.«