El diseño interior de dos espacios disímiles pero que comparten identidad.
Las oficinas de una empresa de marketing digital en el microcentro y un restaurante con clima industrial en Warnes, dos programas diferentes, con sus propios climas, concebidos con una misma filosofía.
A Paula Herrero le gusta decir que su trabajo se centra en convertirse en “socia estratégica” de los clientes. Con una larga trayectoria en el diseño residencias, oficinas, locales, hoteles y restaurantes, la arquitecta sostiene que sabe mantener una “mirada alerta y abarcativa”, con la observación como punto de partida.
Dos proyectos diametralmente opuestos, una oficina y un restaurante, muestran la singular estrategia de Paula y un ajustado uso de colores, texturas y materiales.
La historia de las oficinas para la firma DDM Interaction Agency comenzó un 10 de diciembre cuando “gente que no conocía previamente” invitó a Paula a participar de un concurso privado. La situación continuó con una entrega a contrarreloj antes de fin de año y la alegría de ganar la compulsa. El proyecto fue elegido porque a la firma de marketing digital, una empresa familiar, le gustó la sencillez del layout y la ambición de la comunicación gráfica. Claro que para Paula, una correcta organización funcional no era suficiente.
La arquitecta comprendió que las nuevas oficinas debían representar valores de una compañía con 50 años en el mercado (esto es tradición, solidez y seriedad), pero no había que descartar los nuevos valores que exigían una actividad como el marketing y el carácter de la nueva conducción empresaria.
El proyecto gráfico se encargó de representar dinamismo, imagen de cercanía, frescura y vanguardia. “La propuesta incluyó una paleta material de tonos neutros y claros, donde los colores institucionales se presentan como notas puntuales en las puertas”, explica la autora.
El layout y la paleta de colores y materiales se desarrollaron en forma conjunta para diferenciar y articular las distintas áreas: Sector Operativo, Sector Staff y Sector Presidencia.
Los proyectistas eligieron un tono
gris claro para el piso, cerramientos vidriados con puertas opacas laminadas de color naranja institucional, y en las paredes de los perímetros adhirieron laminados color gris grafito para lograr profundidad. “La caja de arquitectura interior neutra con instalaciones a la vista alberga el equipamiento fijo y móvil materializado en melaminas ceniza y gris aluminio, con notas en roble americano”.
El proyecto gráfico se desarrolló a partir de un patrón geométrico inspirado en las composiciones de Josef Albers, donde el juego óptico de fondo y figura confiere dinamismo.
Un caso diferente desde lo funcional y simbólico es el de Resto Warnes Buenos Aires (Darwin 62), en pleno corazón del barrio de repuestos de automotores. El emprendimiento, liderado por el chef Rodrigo Sieiro y cuatro socios, buscaba crear un restaurante de lujo fuera del circuito gastronómico tradicional. Así fue como encontraron una vieja tornería que se prestaba para mantener el carácter industrial original y ofrecer una puesta en escena teatral con cocina a la vista y un ambiente contenedor que invitara a “abandonarse y disfrutar de la experiencia gastronómica”.
Al visitar el lugar por primera vez, Paula comprendió que se debía conservar “el espíritu de ese espacio crudo”. Por eso, el proyecto se basó en dejar la caja existente intacta y se concentró en el diseño de elementos exentos con una paleta que remitiera a lo sensual y sofisticado. “La atmósfera del espacio debía ser el contraste”, define la arquitecta.
Como había hecho en las oficinas de la firma DDM, donde el hall de ascensores dejaba ver el Sector Operativo y la entrada al Sector Directorio, Paula volvió a usar el recorrido como una herramienta de proyecto. Pero, esta vez, en lugar de presentar toda la empresa en el punto de acceso, decidió esconderla.
En Warnes Buenos Aires, la planta baja de la tornería mantuvo su espíritu industrial con piezas del equipamiento original y una iluminación expresionista. “Entendimos el recorrido desde la calle hasta la mesa como una secuencia de pasos que van preparando el clima de la experiencia del comer, beber y relajarse”, se
ñala Paula. Los límites se generaron a partir de telones de pana de los 4.50 m de altura, un “caracol” curvo oficia de interludio entre la escalera y el salón generando una barrera acústica que separa al ambiente principal de los sonidos de la calle. Por otro lado, dos telones planos paralelos permiten distintos escenarios de conformación espacial, integrando o separando espacios.
El gran telón de pana gris separa el lounge del primer piso del salón rosa del otro lado. La luz, también rosa, que baña el cortinado hace que esa tonalidad genere un ambiente glamoroso y sensual en el interior.
La iluminación es el gran protagonista de la atmósfera que logra este proyecto, además de la saturación de tono sobre tono en los telones de pana, rosa de un lado y gris del otro; unos tubos metálicos corredizos concentran la luz en las mesas circulares generando un micro espacio que atrae la mirada de los visitantes. También existe una infinidad de efectos especiales en distintos rincones diseñados para realzar el expresionismo industrial del edificio base.
Una barra monolítica de mármol verde oriental de 17 metros de largo es el único límite entre la cocina y el salón. “Ambos espacios se vuelven teatrales desde la visión a un lado y otro de la barra. Comensales y cocineros se mueven como en una danza”, explica Herrero.
Las mesas fueron pensadas como refugios luminosos en un ambiente en penumbras. “Son espacios puntuales rodeados de sillas y sillones envolventes de pana o cuero, funcionan como micromundos acabados dentro de la caja arquitectónica vacía”, explica la autora. «